#MAKMAArte
Entrevista a la artista sonora Montserrat Palacios
Con la intervención de Miguel Molina-Alarcón 
Fundación Cañada Blanch 
Jorge Juan 4, València

Montserrat Palacios llega pronto a la entrevista que tiene lugar en la Fundación Cañada Blanch en su ciclo ‘Artes Vivas’ y que se desarrolla junto a la intervención de Miguel Molina-Alarcón, artista sonoro y catedrático de la Universidad Politécnica de Valencia. La sala, amplia y luminosa, queda preparada para más de veinte asistentes que van llegando poco a poco, mientras las organizadoras dejan preparado el canapé que se servirá tras la entrevista de las siete de la tarde. Los protagonistas conversan sin prisa, sentados en un sofá gris.

Montserrat Palacios es cantante, artista sonora, performer e investigadora entre sus múltiples facetas musicales. Se formó en canto por la Escuela Superior de Música del INBA y Etnomusicología en la UNAM, además de obtener un doctorado por la Liberis Artium Universitas. Desde la primera frase que intercambia transmite la sensación de ser ese tipo de persona que saca algún aprendizaje de cada etapa de su vida, porque su historia ha tenido varios capítulos.

La soprano creció en una casa de artistas, su familia siempre apoyó que se dedicara a la música, pues su hermana mayor ya le había labrado el camino del arte y sus padres aceptaron que desde bien pequeña subiera a los escenarios, siempre y cuando no descuidara sus estudios. Palacios debutó en México (de donde es originaria) a los ocho años con la compañía Constantin Stanislavsky, siendo protagonista de la obra ‘El país del tiempo de la alegría.

«En los cuatro años que estuve en la compañía de teatro aprendí mucho sobre actuación, pero siempre de forma amateur; aquellos años los recuerdo de forma muy normal, muy empírica», cuenta tomando un café días después de su paso por Cañada Blanch.

Tras unos años, mientras estudiaba la carrera de canto, empezó a trabajar en una compañía de titiriteros, los Hermanos Rincón, que desde los años 70 fueron pioneros en la música infantil mexicana. «El personaje del títere permite mucha flexibilidad, no eres tú quien actúa, pero le das vida a través de la música», dice de forma casi autoconclusiva.

Montserrat Palacios. Foto cortesía de la autora.

«Siento que estuve muchos años en esa compañía, pero lo dejé porque me presenté a unas audiciones para el Coro Nacional de México y, después de varias pruebas, al final me llegó la solicitud de que había aprobado, así que me despedí de los Hermanos Rincón», recuerda la artista. Después de cuatro años, abandonó el coro para venir a vivir a España junto a su actual marido, Llorenç Barber a principios de 2000.

«La música nunca ha estado bien pagada, y menos en cosas minoritarias, pero siempre he sentido que lo que hago es muy valorado», cuenta Montserrat Palacios. La artista sonora siempre estuvo relacionada con el ámbito académico, la investigación y la escritura, a la par de los escenarios, aunque no descarta la posibilidad de volver a cantar ópera, siempre desde proyectos de propia creación o cercanos a sus intereses más interdisciplinarios.

«Tuve un profesor que fue muy sincero conmigo, me dijo que a mí me interesaban muchas otras cosas más aparte de cantar ópera, que yo valía para estudiar aspectos más teóricos de la música», responde respecto del motivo por el que no encaminó su carrera solo hacia el canto clásico.

Montserrat Palacios decidió vincular su trabajo vocal al arte sonoro, en su carrera de canto estudió ópera, pero quedó fascinada ante las posibilidades de entender la música desde la libertad. «Lo bonito del arte sonoro es que no se puede definir, ahí es donde está su poder, porque tiene la posibilidad de no ser encorsetado», explica tras una larga pausa. En 2009, publicó ‘La mosca tras la oreja: de la música experimental al arte sonoro en España’ junto a Llorenç Barber, donde trató de hallar el origen de esta disciplina musical.

«El arte sonoro es un lenguaje muy híbrido, transversal y transdisciplinar –continúa–. Te permite, desde todas las competencias, siempre que privilegies el sonido, hacer arte». Para Palacios, el sonido envuelve al ser humano en todos los ámbitos, incluso en el mundo de la medicina, donde se emplean las resonancias para hacer exploraciones con precisión. “Somos sonido, somos vibraciones y la medicina se ha dado cuenta de ello, se usan resonancias magnéticas y ecografías para entrar en el funcionamiento de nuestro propio cuerpo”.

Montserrat Palacios estudió Etnomusicología por su interés por las formas alternativas de hacer música, en todas las manifestaciones sonoras. «Todo es susceptible de ser música, pero los conservatorios nos han enseñado que lo único que es música es lo que se ha creado en Europa Occidental en determinadas épocas», explica. Habla de una historia lineal, eurocéntrica y patriarcal de la percepción del oyente para calificar la música. «El ruido tiene un potencial musical muy fuerte», matiza respecto de cómo las personas percibimos las ondas sonoras.

Lo que caracteriza a la artista sonora es su empleo de la voz utilizando 4 octavas (técnicas de voz expandida), consiguiendo así lo que ella llama los sonidos imposibles en su obra musical, sonidos que no se pueden llevar a la transcripción porque rompen con el formato clásico del pentagrama; un modo de concebir su creación en contraposición a toda la música comercial contemporánea, creada en un rango vocal que ocupa dos octavas de tono. Por ello, desde que era estudiante, siempre se interesó por crear sonidos que no se pudieran escribir, pero que fueran factibles de producir vocalmente.

La artista, que recaló en España después de haber labrado una carrera en México, vino siguiendo a Llorenç Barber y, al poco, formó su familia. «Cuando llegué nadie me conocía, aquí no encontraba dónde hacer ni cómo posicionarme. Además, me quedé embarazada y no quería perderme esta experiencia», confiesa, mientras repasa las dificultades de ser inmigrante y mujer en el mundo del arte. «Siempre estuve ayudándole en sus conciertos y haciendo la dirección artística, pero de algo que él ya había creado y que, sin embargo, empezó a cambiar con mis ideas y mis propias propuestas».

En su paso por la maternidad, creó El cant del cantó, un centro de investigación y creación sonora, y comenzó a crear música y a cantar con objetos cotidianos como teteras y máquinas de coser. Es por ello que para Montserrat Palacios el arte sonoro no es un género, sino un modo de ser y hacer.

Montserrat Palacios durante la intervención. Imagen cortesía de Fundación Cañada Blanch.