Myriam Jiménez. Espai vital
Ademús Espai d’Art (AEA)
El Corte Inglés (3ª planta)
Avda. Pío, XII, 51. Valencia
Hasta el 28 de febrero de 2014
La cerámica es un arte milenario que se encuentra en los ritos de magia del hombre prehistórico y en los objetos utilitarios de Egipto, Mesopotamia y Grecia. Más tarde las rutas de oriente traen a la Península Ibérica el arte de la cerámica y el al-Andalus da un gran impulso a esta técnica alquímica. Durante mucho tiempo la cerámica se ha mantenido como una artesanía inmersa en las llamadas artes aplicadas. En el siglo XIX el Arts & Crafts reivindica esta técnica como nueva forma de relación artista/obra y ya en el siglo XX la Bauhaus hace de ella una disciplina artística, necesaria para cualquiera que quisiera dedicarse a la práctica artística.
Durante los debates sobre la teorización y crítica del arte contemporáneo en la década de los 80, las llamadas artes aplicadas, quedaron fuera. Las potencialidades de la cerámica como medio permitió la ampliación del término a “cerámica artística” y los escritos de Robert Pincus Witten contribuyeron, sin duda, a consolidar ese medio desde el punto de vista práctico y conceptual. Los artistas que en la actualidad utilizan la cerámica como soporte de su actividad creativa, dominan la técnica, pero esto no supone limitaciones en su trabajo sino que lo refuerza. Sus obras, calificadas como Arte Contemporáneo y realizadas en un determinado material, ya no se valoran por sus cualidades matéricas, sino por su potencialidad visual y su relevancia conceptual.
Pero ¿cuál ha sido la relación conceptual y estilística de este soporte disciplinar con el arte de vanguardia? Artistas como Derain, Picasso, Tápies, Chillida o Anthony Caro, fusionaron en la cerámica, técnica y creatividad. Al mismo tiempo ceramistas como Arcadio Blasco, Enric Mestre, Garraza o Llorens Artigas han hecho posible la ruptura de barreras entre la creatividad artesanal y artística, a partir de una fructífera colaboración. En este contexto, la cerámica no solo se ha abierto paso sino que también se ha consolidado como un soporte creativo con identidad propia. Muestra de ello es la obra de Hans Coper, ejemplo de ceramista individual, de estudio y con una obra muy personal, que además de utilizar las técnicas tradicionales, enlaza su estética con las corrientes de vanguardia.
La cerámica contemporánea, despojada de ataduras socioculturales explora la creatividad personal del autor. Y es en este contexto disciplinar y creativo donde emerge el trabajo de Myriam Jiménez con sus piezas, minimalistas, geométricas y blancas, en las que hay unas interesantes interferencias entre la tridimensionalidad de la escultura y la habitabilidad de la arquitectura. Al igual que en el minimalismo, sus piezas adquieren sentido a partir de lo mínimo, simplificando los elementos utilizados, apelando a un lenguaje sencillo a partir del color blanco y de las líneas simples. Esta economía de medios, se concretiza en el uso de formas abstractas, partiendo de un purismo funcional y estructural, para concluir con la austeridad y la síntesis. Este es también un arte del silencio, ya que se aparta del mundo material y del “ruido” de formas y objetos de la sociedad de consumo.
El blanco identifica muy bien sus formas y acentúa los contornos al mismo tiempo que permite la inflexión de la luz y sus posibilidades proyectivas. Su trabajo se centra en la investigación de los espacios interiores, con claras referencias arquitectónicas, sin abandonar la tridimensionalidad más específica de la escultura. Esas recreaciones arquitectónicas tienen que ver con el concepto de casa/hogar, el lugar donde vivimos, pensamos, amamos, en suma,
el espacio más íntimo de nuestra existencia. Pero esos espacios semi-cerrados también son “lugares” contenedores del tiempo, de la memoria y de los recuerdos.
El carácter modular de la obra de Myriam Jiménez, sólo interrumpido por unas aberturas a modo de ventanas, nos lleva hasta la estética minimalista. Sin embargo, estos objetos aparentemente mínimos, se mueven entre la ambivalencia de la prístina elegancia y la calidez de un material tan cercano como es la cerámica. El control de este material en el proceso creativo es otra de las premisas que determina el trabajo de esta ceramista/escultora, en tanto que conoce y maneja a la perfección el proceso de transformación en el horno, dejando poco o ningún margen para lo inesperado. De esta forma, se puede concentrar en el desarrollo de sus ideas y trabajo de las formas, sin la inquietud de la supervivencia de las piezas en el horno.
Es la primera vez que cierra sus piezas, creando una estructura desde dentro a través de la geometría y estructurando el exterior de forma asimétrica, de tal forma que las piezas sugieren también un espacio como refugio o escondite. Este concepto de cerrado o encerrado, es en realidad, un acto de encerrarse y aislarse de la sociedad. Pero ese deseo de intimidad se quiebra cuando las ideas se convierten objetos, capaces de comunicar su propio lenguaje, una vez colocados en el espacio expositivo.
Xesqui Castañer
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