Nosferatu

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‘Nosferatu’, de Robert Eggers
Reparto: Lily-Rose Depp, Bill Skarsgard, Nicholas Hoult, Willem Dafoe y Aaron Taylor-Johnson, entre otros
Guion: Robert Eggers, a partir de la novela de Bram Stoker
Música: Robin Carolan
Fotografía: Jarin Blaschke
132′, Estados Unidos, 2024

La filmografía del director norteamericano Robert Eggers responde a una de esas trayectorias que parecen tocadas por la varita de la fortuna. Desde su primera película, cada nuevo trabajo ha despertado una verdadera expectación por parte de una cuidada legión de seguidores. La razón de esta pasión por su cine se centra, sobre todo, en su particular manera de entender su trabajo tras las cámaras.

Ante cada una de sus producciones siempre aparece el mismo reproche que denuncia un afectado manierismo, podríamos decir, demasiado marcado para el gusto de algunos comentaristas. Pero qué duda cabe que detrás de cada trabajo de Eggers está la mano de un director (y guionista) apasionado que no se conforma con dar lo justo y que busca enamorar al espectador en cada una de sus imágenes.

Y eso, más allá de cualquier altibajo razonable o de ciertos planteamientos filosóficos –para algunos, problemáticos–, es de agradecer en estos tiempos tan anodinos. Una llamada a gritos para acudir, como veremos, a una sala de cine.

Le tocaba al realizador de New Hampshire darnos su particular visión del famoso vampiro creado por el escritor irlandés Bram Stoker hace ya la friolera de ciento treinta años. La historia, aunque con ciertas variaciones, es conocida. El joven Thomas Hutter es enviado a algún recóndito lugar de los Montes Cárpatos para firmar un contrato de compra de unas propiedades con un extraño conde que vive aislado en un tenebroso castillo oculto entre montañas.

Desde su llegada al castillo, y a pesar de haber sido advertido por los pobladores locales, Thomas no podrá evitar ser sometido por el conde, que lo tendrá retenido bajo su influjo, mientras le extrae, literalmente, la sangre de su cuerpo. Tras varios intentos frustrados, Thomas logrará escapar de su encierro. Pero ya es tarde. El conde se dirige a la ciudad de Wisborg, en Alemania, desde donde partió Thomas, dispuesto a tomar posesión de los terrenos adquiridos y desatar una verdadera plaga de muerte entre sus inocentes habitantes.

Pero los planes del conde tienen otro tenebroso objetivo: poseer el cuerpo y el alma de una mujer, Ellen, recién desposada con Thomas poco antes de su partida. Ellen tendrá que entregarse voluntariamente al conde para cumplir su destino. Pero ante la resistencia de ella por satisfacer sus deseos, este ser perverso y corrupto, maldito, la amenaza con sacrificar a todos aquellos que la rodean y a los que ama.

Nosferatu. Robert Eggers

Creo que es pertinente empezar hablando del argumento de esta nueva versión del monstruo creado por Stoker porque será aquí, precisamente, donde la propuesta de Eggers tropieza con sus mayores escollos. Y no es tanto que el guion de este nuevo ‘Nosferatu’ sea fallido, sino que, a la hora de enfrentarse al espectador contemporáneo, Eggers tiene la desventaja de cargar con una larga tradición de interpretaciones cinematográficas que hacen que el relato en sí recabe pocas sorpresas.

Dejando de lado el enfoque particular y la interpretación personal que hace de los personajes, mal que bien, el público conoce de sobra la secuencia de hechos que componen la trama de la historia, y eso hará que el interés por la película decaiga en ciertos pasajes que, a pesar de los esfuerzos del director por dotarles de un tratamiento visual diferente, no dejan de lastrar una cierta sensación de rutina que, aunque puede que no sea culpa de la película, tampoco puede evitar.

De alguna forma, todo el mundo sabe que, tras salir del castillo, Nosferatu viaja en barco a la ciudad de destino y del trágico desenlace de su tripulación. O del papel que van a jugar ciertos personajes secundarios. Y eso pesa un poco.

Estas dificultades (quizá subjetivas y que puede que vayan cambiando de espectador en espectador) quedan de sobra compensadas por la potencia del cine de Eggers y su desbordante capacidad para crear composiciones realmente inolvidables. El cuidado del realizador estadounidense y su equipo en esta producción es simplemente exquisito. Basta darse una vuelta por el tráiler para saborear un pequeño pero jugoso adelanto de lo que nos espera.

Eggers nos hace sufrir, al mismo tiempo que nos deleitamos con cada plano, lo que nos obliga a mirar para no perdernos nada, aunque a veces no deseemos hacerlo. Cabe destacar, en este apartado, el meticuloso trabajo de los departamentos de vestuario y escenario para esta película, de un detallismo abrumador, pero sin olvidar nunca su función narrativa y de ambientación para la historia.

El trabajo de diseño de los espacios, tanto exteriores como interiores, bebe de la tradición del modelo, aportando su visión particular, convirtiéndose en un elemento más del relato. En ese sentido, resaltar, entre otros muchos ejemplos, el diseño del castillo de Nosferatu. Eggers y sus colaboradores juegan a un despojamiento de elementos que contribuye a esa sensación de soledad delirante en la que se encuentra envuelto el pobre Thomas. Imágenes que parecen sacadas de nuestras propias pesadillas.

Todo ello apoyado por la labor de Jarin Blaschke, colaborador de Eggers en todas sus películas, al frente del apartado de dirección de fotografía. Blaschke y Eggers juegan con dos tipos de tonalidades de grises y azules o rojos, según el caso, creando un ambiente sofocante a la vez que hipnótico y subyugante desde el primer al último plano de la película. Un diálogo entre luces y, sobre todo, sombras que no solo ayuda a establecer esos giros espectrales tan necesarios para la historia, sino que nos trasladan literalmente a una época, un tono determinado, una atmósfera.

Fotograma de ‘Nosferatu’, de Robert Eggers.

Ayuda al desarrollo de todo ello una cámara que se encuentra más suelta que en producciones anteriores, menos encorsetada y que en cada secuencia parece buscar ese algo misterioso y maléfico que se cierne sobre los personajes. Vale la pena prestar atención al sutil trabajo con el fuera de campo con el Eggers manipula al espectador en una constante provocación frente a nuestras expectativas que nos hará hundirnos en la butaca. El mal puede estar en cualquier parte. Su ataque es inesperado y Eggers quiere que no bajemos la guardia en ningún momento.

Pero donde esta nueva versión de ‘Nosferatu’ de Robert Eggers marca una diferencia es en el inteligente trabajo de su capa de sonidos. La combinación entre la aterradora voz del actor Bill Skarsgård junto al inteligente empleo de la banda sonora musical (compuesta por Robin Carolan en su segundo trabajo para el realizador) los convierten en dos elementos narrativos sin los cuales esta propuesta quedaría completamente mutilada.

¿Cómo es el sonido de la maldad? ¿Cómo se escucha la voz de un alma condenada? ¿Cuál es el sonido de lo arcano? Eggers y su supervisor de diseño en este departamento, Damian Volpe, tratan de responderse a estas preguntas y lo logran de manera brillante.

Fotograma de ‘Nosferatu’, de Robert Eggers.

Imagen y sonido se combinan así de forma magistral en un trabajo para el que es imprescindible acudir a una sala de cine. Es imposible apreciar y sumergirnos en la potencia de las imágenes que Eggers nos regala si no es en una sala, rodeados de oscuridad y envueltos por el equipo de audio para disfrutar de una experiencia irreproducible en el entorno doméstico (a menos que quieras que tus vecinos te expulsen del edificio en el que vives). Y todo está justificado.

Eggers no quiere hacerte sentir miedo. Lo que quiere es que sientas el miedo mismo, que compartas con los personajes la presencia y la amenaza de la maldad en estado puro, no como una idea o la posibilidad de un algo que les pueda suceder –no quiere que empatices con ellos a través de la trama–, sino que percibamos el mal a través de nuestros sentidos. El Nosferatu de Eggers no es un ser maligno, es el mal entendido como una impresión adherida a tu piel desde la primera secuencia hasta los títulos de crédito. Y no deja tregua.

Se equivocarán quienes se acerquen a ver esta película como si se tratara de una mera película de terror. Eggers se aferra al género y al personaje de Stoker para interesarse por otras cosas. Ya desde su primera película, ‘La bruja’, su cine iba a poner la atención en ese lugar de nuestra mente donde se mueven todavía los restos de nuestra cultura pagana. Su bruja no era simplemente una víctima del maligno, sino el resultado de una manera de entender el mundo que incluye lo sobrenatural.

Incluso en el caso de una película tan alejada de estas cuestiones como ‘El faro’, Eggers nos introducía en un espacio mental donde la razón se diluye para dar paso a la locura que anida todavía en el interior del hombre moderno. Lo atávico, lo mágico entendido como una manera de relacionarse con el mundo y con la naturaleza –la que implica al reino animal–, pero también a esa naturaleza dual, social y salvaje, al mismo tiempo, del ser humano.

En ‘Nosferatu’, Eggers explora nuevos espacios de esta misma cuestión. No en vano la película y la novela se sitúan en los últimos estertores del siglo XIX, un momento en el que el comercio, el capitalismo y los descubrimientos tecnológicos dejarán atrás, definitivamente, la lógica del mundo antiguo y su relación con lo pagano y la superstición.

El Nosferatu de Eggers es el último resquicio de un mundo entregado a lo oculto, al misterio. Un mundo en declive, el punto de inflexión entre lo antiguo y lo moderno, entre las viejas religiones y una razón científica que, sin embargo, se siente indefensa ante la amenaza de lo incomprensible, lo espiritual, con el lado más oscuro de la creación.

El ‘Nosferatu’ de Eggers bebe tanto de la versión de Murnau, por su clara deuda en lo visual (impecable el juego de siluetas que utiliza en la película) como de la de Coppola, al tratar de dotar al monstruo de una motivación propia. Y, sin embargo, logra darle un giro distinto a esta historia que ya forma parte indisoluble del imaginario colectivo de nuestra civilización.

De alguna forma, la lucha de su monstruo es la lucha de un mundo por sobrevivir a la llegada de un orden nuevo que dejará a las viejas culturas atrás. Y, sin embargo, basta mirar a nuestro alrededor para darnos cuenta de que, aún hoy, algo de aquel viejo paganismo sobrevive todavía en nuestras sociedades. Puede que el monstruo sea derrotado, pero la victoria de la razón no es ni será nunca completa.

“He visto cosas en este mundo que harían a Isaac Newton retornar gateando al vientre de su madre. No solo no somos ahora más ilustrados, sino que hemos sido cegados por la luz de gas de la ciencia. Me he enfrentado al diablo como Jacob se enfrentó al ángel en Peniel y le digo que, para someter a esta oscuridad, debemos aceptar antes que existe”, dirá el Profesor Albin Eberhart von Franz, interpretado por Willem Dafoe. Más claro, el agua.