Encuentro con Óscar Mariné
Aula Magna del MuVIM
Actividad paralela del Premio Internacional de Carteles Makma
Museu Valencià de la Il·lustració i la Modernitat
Quevedo 10, València
Martes 22 de diciembre de 2020
A Óscar Mariné, Premio Nacional de Diseño 2010, le calzan como un guante estas palabras del filósofo Fernando Savater: “Después de tantos años estudiando la ética, he llegado a la conclusión de que toda ella se resume en tres virtudes: coraje para vivir, generosidad para convivir y prudencia para sobrevivir”. Tres virtudes que atesora Mariné a raudales, más allá de los porcentajes de cada una a la hora de configurar su perfil más nítido.
Coraje que se le adivina tras la energía desplegada cada vez que cuenta las anécdotas que han ido conformando su vida, que es tanto como decir su profesión. Prudencia, porque sin ella no hubiera podido salir indemne de aquella movida madrileña en la que participó activa y creativamente, junto a un enorme grupo de artistas de diferentes disciplinas aunados por una excesiva forma de concebir la existencia. Como diría Fernando Poblet, azote de aquella movida, que él definió como una foto mal hecha: participar de aquella “modernidad (pos o pis)” requería tener que llevar “una buena alimentación a base de decibelios y todas esas cosas, amén de unas excelentes bolsas debajo de los ojos para guardar la noche”.
Y generosidad, porque a Óscar Mariné no le cabe mayor placer, quizás siguiendo en esto a su maestro Moncho Alpuente, que compartir sus vivencias, destiladas en sus obras, con el desprendimiento de quien se sabe en posesión de algo inabarcable. Por seguir de nuevo a Poblet, cuando una “progre retro” le pidió que le dijera algo bonito, dejándole sin resuello: “¿Acaso no es más sincero el lenguaje del cuerpo, el de los ojos, el de los dedos?”.
Y así fue, con el lenguaje del cuerpo, de los ojos y de los dedos que salen de sus manos como si fueran la extensión de su inquieto cerebro, como Mariné fue contando anécdotas, en el sentido de relatos brevísimos de su amplia y brillante experiencia profesional en el mundo del diseño, para que el público se hiciera una idea de sus originales trabajos.
La música (con portadas para discos de Bruce Springsteen, Brian Eno, Siniestro Total, Andrés Calamaro, Tomatito), el cine (realizando los carteles de ‘Todo sobre mi madre’ –Almodóvar–, ‘El día de la bestia’ –Álex de la Iglesia–, o ‘Tierra’ –Julio Medem–), la edición de libros y revistas (con Madrid Me Mata a la cabeza), y las innumerables creatividades para productos y marcas como Absolut, Camper, Loewe o Hugo Boss, fueron objeto de su repaso en el MuVIM, adonde acudió para ofrecer una charla, aprovechando su participación como presidente del jurado del Premio Internacional de Carteles MAKMA, cuyas 90 obras finalistas se exhiben en la Sala Parpalló del museo valenciano.
“El primer grupo que permitió que pusiera mis sucias manos en su portada fue Siniestro Total», empezó diciendo Mariné. “Yo simplemente quería ser diseñador y todo esto era un paso para avanzar en ese campo”, añadió. “Hacíamos un par de camisetas al año que reflejaban la mayoría de grupos del momento y una de ellas llevaba trampa porque había un par de grupos que eran inventados. Comentaristas de la radio y aficionados preguntaban por ellos y nos reíamos mucho con eso”, evoca con la mirada del niño que todavía se cuela por debajo de sus palabras.
“También distribuíamos libros, fanzines, cómics y todas las cosas que nos parecían de interés. Éramos gente de diferentes sectores, de la fotografía, de la música, del cine, que hicimos que los grupos se juntaran y se ayudaran. Todos estos trabajos estaban tan bien hechos que logramos enamorar al público”.
La portada de Siniestro Total recordó que fue tomada del cómic de los Dalton, que al grupo gallego le fascinaba. “Al convertir las caras en sus caricaturas, la cosa empezó a coger gracia y el dibujo fue todavía más canalla que el original. Al margen del dibujo, que tiene su potencia, todas las tipografías fueron las más sucias y más feas del momento, pero una vez pasado el tiempo sigue teniendo su gracia y se considera una de las mejores portadas de la historia de la música española”, subrayó Mariné, mientras iba pasando imágenes de sus trabajos, en un carrusel de desbordante imaginación.
“Siempre he dicho que para mí es mucho más complicado acercarme a contar cómo era un disco de Parálisis Permanente o Siniestro Total, que hacer la identidad corporativa de una empresa, porque hace falta una proximidad con el grupo de música y con el producto muy difícil de conseguir”.
Otra portada de Siniestro Total que trajo a colación fue la del coche con el que la banda se estrelló. De hecho, el grupo se llamaba así, recuerda Mariné, porque uno del grupo le pidió el coche a su padre para hacer una actuación, se estamparon contra una pared y el seguro les dio siniestro total. “Era el coche más feo que se ha fabricado nunca en España, un R-12 horrible, y así estampado quedaba mucho más bonito y lo convertimos en el prototipo del grupo”.
“Posiblemente la mejor inversión de mi vida fue la revista Madrid Me Mata”, continuó diciendo. “Todo lo que había ganado esos años, decidí, en lugar de meterlo en un piso, hacerlo en esa revista, lanzándonos a una aventura sin red. Utilizamos el formato apaisado, con fotografías e ilustraciones, además de textos. Y a partir del primer número, que fue soberbio, todo el mundo quería colaborar con la revista. Como no sabíamos nada, hacíamos las páginas fatal: un arte final como si se fuera a acabar el mundo, con miles de cosas pegadas. Poco a poco fuimos aprendiendo y, curiosamente, la revista bajó bastante cuando aprendimos, porque era mucho más bonita cuando no sabíamos nada”.
El segundo número, que denominaron ‘Madrid Mi Moto’, tuvo la peculiaridad de la presencia en sus páginas del Rey Juan Carlos y su hijo. “Llamamos al emérito y al Rey y nos dijeron que fuéramos al día siguiente para hacerles la foto: nada menos que el Rey y su hijo dispuestos a salir en la revista, uno sobre la moto y el otro de pie con casco. Con esto quiero destacar cómo era el mundo cuando hacíamos Madrid Me Mata, que tenías al Rey a tu disposición y encantado de la vida”.
Del escritor y periodista Moncho Alpuente dijo que fue su “absoluto maestro” y el que le enseñó todo sobre la profesión periodística y el diseño. “Bueno, me enseñó muchísimas otras cosas”. Luego señaló que se pasó “del mundo de la música encontrado al mundo del cine heredado” [su padre es el director de fotografía Juan Mariné], para hacer el Festival de Cine San Sebastián, “utilizando la tipografía al lado de la arquitectura, porque pedimos permiso para usar el edificio y pegar un vinilo en la fachada”. “Nos dijeron si estábamos locos, que cómo íbamos a hacer eso, pero al final nos dejaron y ha quedado esa imagen ya icónica del festival con la tipografía, que es real, sobre el edificio”, agregó.
Ha trabajado con muchos directores de cine haciendo los carteles de sus películas: Agustín Díaz Yanes, Daniel Calparsoro, Julio Medem, ”quien me encargó el cartel de ‘Tierra’, después de haber quemado a dos diseñadores, y me lo pidió de un día para otro. Entonces propuse un cartel tipográfico y con una cepa de vino en honor de Saul Bass [diseñador gráfico conocido por sus trabajos en el cine], que se había muerto esa noche”, lo recordó con un atisbo de inocultable emoción.
“‘El día de la bestia’, de Álex de la Iglesia, que cuando trabajas con él sientes su aliento en el cogote, es otra imagen que hemos dejado para el disfrute de todos los aficionados sinvergüenzas de este país. Es el cartel más fusilado del mundo: he visto cantidad de versiones que me han ido enviando, algunas muy divertidas. Recuerdo una que se hizo con motivo de una fiesta en la Facultad de Arquitectura de Madrid, en la que se veía al demonio cayéndose borracho y con el título de ‘El día de la fiesta’”.
De ahí pasó a otro cartel ya mítico. “Con ‘Todo sobre mi madre’, hicimos un cartel muy diferente a lo que había hecho hasta entonces Pedro Almodóvar, pero con el mismo afán de modernidad y de potencia. Pasamos de la imagen de lo que era una madre en España, con esos pañuelos negros en la cabeza, a lo que era una madre española entonces: mujeres de 25 y 30 años, o los que fueran; guapas; en el mejor momento de su vida; con esos ojos muy picassianos; con esa boca tan roja y con ese punto chulón y guerrero”.
“Una imagen que conquistó el mundo entero, porque la propuesta que le hice a Pedro era precisamente ésa: la de una imagen que no pudiera cambiarse en cuanto traspasara nuestra frontera, que era lo habitual con los carteles, sino que se mantuviera tal cual. Fue una de las imágenes más vistas de España en el mundo”, destacó.
Y finalizó con otro trabajo de postín. “Durante seis o siete años, la campaña de Absolut Vodka estuvo en la contraportada del 90% de las revistas que se editaban en Estados Unidos. Fue una promoción absolutamente brutal y que nos llevó muy lejos”, destacando la figura de otro gran diseñador como fue Tibor Kalman: “Me ayudó mucho en Nueva York, tanto a nivel profesional como en mi vida personal”.
Una vida plagada de grandes diseños que no se le han subido a la cabeza, porque han quedado retenidos a la altura del corazón.
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