#MAKMAArte
‘Atchugarry. Hacia el futuro’
Comisariado: Kosme de Barañano
Exteriores de la Ciutat de les Arts i les Ciències
Avda. del Professor López Piñero 7, València
Inauguración: 25 de abril, a las 11.00h
Hasta el 13 de octubre de 2024
Pablo Atchugarry es grande y rotundo como el mármol con el que trabaja, además del acero y del bronce, entre otros materiales. Rotundo y, sin embargo, mullido, dúctil, apacible. Después de tantos años en contacto con pesados y megalíticos bloques, diríase que ha tomado la forma de todos ellos, ocultándose en su interior un corazón infantil que aflora cada vez que hurga en ellos.
Ha venido a València desde el Lago de Como (Italia) donde tiene su estudio, para depositar en los exteriores de la Ciutat de les Arts i les Ciències de València un conjunto de siete esculturas seleccionadas por Kosme de Barañano, comisario de la exposición ‘Hacia el futuro’.
Y es así, a medio camino entre Italia y Uruguay (Punta del Este), donde tiene su residencia y su Museo de Arte Contemporáneo Atchugarry (MACA), como este artista viajero va transmitiendo belleza con sus sólidas esculturas que, paradójicamente, van licuando la mirada del espectador para que un río de sentimientos lo penetren por los resquicios abiertos en su magna obra.
Los títulos de las siete esculturas son elocuentes del lirismo que destilan: ‘Armonía’, ‘La flor’, ‘Estrella de luz’, ‘Energía coralina’, ‘Viaje hacia los sueños’, ‘Tiempo de vivir’ y la propiamente ‘Hacia el futuro’. Por esta última empezamos, anunciando los buenos presagios que, en medio de tanta polarización política y del espanto bélico, nos trae en ocasiones el arte.
‘Hacia el futuro’, pero ¿hacia qué futuro?
Cada contemporaneidad es el futuro, pero pensamos mucho en el pasado. El futuro son nuestros ideales, lo que será, lo que podamos hacer, también hacia dónde irá la humanidad. El futuro ocupa mucho de mi trabajo.
¿Qué ha querido, en definitiva, plantear con su escultura?
Bueno, siempre hay una idea de futuro, porque de alguna manera pensamos que el futuro hay que construirlo también y uno de los grandes puentes es la unión y la comprensión de toda la familia humana. Vivimos en un momento de incomprensión, de guerra. El ser humano se ha separado mucho de la naturaleza, de su lugar de origen.
Entonces, la idea del futuro es mirar un poco hacia un lugar del planeta, sea cual sea en el que estemos, donde vamos a tener un cielo, unas estrellas, una luna, un sol, rodeados, por tanto, de todos estos elementos. El futuro lo debemos mejorar entre todos.
Sin embargo, el futuro parece ahora ensombrecido por la idea del apocalipsis o una mala interpretación de él.
Pero fíjate en toda esa humanidad joven que recién aparece en la vida. No podemos dejarles un planeta contaminado por los problemas de otras generaciones. Hay que ponerse en discusión y que ese futuro se mejore o, por lo menos, dejarles un planeta en el mismo grado en que lo recibimos.
Usted viajó a Europa siendo pintor y regresó a Uruguay siendo escultor, tras descubrir el mármol de Carrara. ¿Qué vio en ese mármol que tanto le sobrecogió?
Bueno, el mármol es un material que ha fascinado a artistas de todas las generaciones. Pensemos en Miguel Ángel, aunque mucho antes que él ya los etruscos y los romanos trabajaban ese mismo mármol. Quiero decir que cuando uno va a las canteras, te están mostrando sus hijos, es decir, los hijos de la montaña. Las esculturas en mármol son bloques que se han desprendido y que siguen su camino como los propios hijos siguen el suyo.
Es famosa la frase de Miguel Ángel que dice: “Vi un ángel en el mármol y escarbé hasta liberarlo”. Es decir, que su obsesión era descubrir la obra que ya estaba dentro de la piedra.
Es una metáfora fascinante, porque viene a significar que no estamos solos, sino que, de alguna manera, estamos dialogando perpetuamente con la naturaleza, con la montaña, con lo que ya ha sido creado. Y, en este sentido, el artista se pone en una situación un poco más pequeña. Ya no es el gran creador, sino el que ayuda a liberar esa criatura.
Entonces, ¿el escultor es un poco arqueólogo?
Se puede decir que sí. Yo cuando descubro un mármol que durante años ha estado escondido en el interior de la montaña me produce una emoción tan grande que me gustaría que todo el mundo pudiera vivir esa misma experiencia. Es como volver al origen de la creación misma.
Le he leído a usted, que el escultor también es una especia de cirujano que una vez que corta, no puede volver a agregar. ¿Trabajar con un material tan fuerte, tan robusto, exige entonces una enorme delicadeza al cortarlo?
Sí, porque el material es duro, pero al mismo tiempo es frágil. De manera que el mismo material hay que conocerlo, entenderlo y dialogar con él. Yo siempre digo que el mármol nos cuenta sus secretos, pero nos los cuenta si le dedicamos toda la vida, porque es muy celoso. Y eso significa que uno puede llegar a hacer cosas muy finas.
Hay dos tipos de esculturas: las que agregan material y las que quitan de algo existente, de forma que ya no puedes volver a añadir nada. De ahí la metáfora del cirujano, que cuando corta, ya cortó y, al igual que el escultor, eso ya no va a formar parte de la obra. Pero gracias a la salida de ese pedazo del bloque, está liberando la obra.
Lo cual implica un gran riesgo, porque se puede llegar a perder la pieza, el material entero.
En mi caso, además, yo esculpo directamente en la materia. No lo mando realizar por máquinas o robots, de manera que todo ese pasaje, esa tensión, ese descubrimiento, pasa por mi mente, mi sensibilidad y mis manos. Para avanzar en la escultura tienes que tomar decisiones y a veces se producen replanteamientos: “Si hubiera dejado ese trozo quizás pudiera haberlo transformado en otra cosa”.
Hay muchas tomas de decisiones, miles en una escultura, mediante los golpes de cincel y de martillo, pero cada una está en consecuencia de la anterior. El próximo camino es el que sigue al precedente.
Alan Turing, padre de las ciencias computacionales, decía que las máquinas con las que trabajaba le sorprendían con cierta frecuencia. ¿Hasta qué punto le sorprende a usted el mármol?
A mí me sorprende siempre. Es como cada día, que es diferente, porque nosotros mismos somos diferentes. Entonces, el material también es distinto y, en este caso, con una realidad muy profunda, porque, aun viniendo de la misma cantera, el bloque cambia de acuerdo a la composición química que tiene; cada vena es diferente. Siempre hay algo irrepetible.
Esos cortes profundos y tan finos que he observado en sus esculturas de mármol, ¿a qué obedecen? ¿Hasta qué punto son importantes en su obra los claroscuros que genera la luz al pasar por esos cortes?
Es algo fundamental. La luz es el elemento que descubre el volumen de la escultura, por eso la tengo en tanta consideración. Y la obra posee un camino que va tratando de jugar con la luz, para crearle de alguna manera una intención. Por eso el claroscuro, por eso los tajos tan profundos que hago en la materia para que la luz tenga un obstáculo y entonces se produzca la sombra. Y esta sombra es la que va a dialogar con la parte iluminada.
¿Cómo se alcanza esa aparente simplicidad en su obra?
Ya lo decía Picasso y tantos otros creadores: aprender a trabajar como un niño le llevó toda una vida. Y lo cierto es que la simplicidad es algo que viene en el camino. Yo en mis primeras pinturas o esculturas necesitaba que la figura humana estuviera presente, con la descripción de los ojos, de la nariz, de la expresión. Ahora ya no la necesito más. Tomo un camino de síntesis.
Yo este año cumplo los 70 y 62 de trabajo en el arte. Entonces, esos 62 años quiere decir que me han ido transmitiendo enseñanzas de vida y una de ellas es que las cosas más grandes son simples. Yo empecé a los ocho años a pintar al lado de mi padre, que había conocido a Torres García. Tuve la suerte de descubrir a tan joven edad lo que era el mundo del arte.
Muchos artistas contemporáneos denigran la belleza en la obra de arte. ¿A qué cree que se debe?
Bueno, yo pienso que la belleza es algo integral de la vida. Cuando vemos un atardecer, decimos que es bello. Aquí mismo tenemos la luz del mediterráneo, ¡qué maravilla! Y tantas otras cosas. El ser humano se nutre de belleza, que está en la naturaleza, en la materia. Por otro lado, tal vez haya artistas que no estén en grado de crear belleza y por eso la denigran.
El también escultor Constantin Brancusi decía que la belleza es la armonía de los opuestos, ¿qué es para usted?
Una de mis obras de aquí se llama ‘Armonía’. Y es que la armonía es fundamental en la vida y en el arte. Se trata de equilibrar las piezas, de crear zonas de sombras y de luz; los volúmenes, los huecos. No podemos llenarlo todo de palabras, sino que debemos tener nuestros espacios de vacío.
¿Qué esculturas suyas verán los espectadores que vengan a este espacio adyacente al Museo de las Ciencias, donde permanecerán instaladas hasta octubre?
El comisario es Kosme de Barañano, que ha estado en mi taller de Italia (Lago de Como) y conoce mi obra. Estas esculturas se han seleccionado para mostrar todos los materiales con los que trabajo: haya acero, hay bronce y hay mármol. Hay una pieza en concreto que ha sido creada ex profeso para esta exposición [‘Viaje hacia los sueños’], porque el impacto de la arquitectura de Santiago Calatrava dialoga con mis esculturas y mediante ese diálogo uno puede ver la arquitectura que la contiene.
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