#MAKMAEntrevistas | Paco Caparrós (artista, gestor cultural e impulsor del Espai d’Art Contemporani El Castell) y Robert Raga (alcalde de Riba-roja de Túria)
MAKMA ISSUE #03 | Los Nuevos Años 20
MAKMA, Revista de Artes Visuales y Cultura Contemporánea, 2020
“No proclaméis la libertad de volar, sino dad alas”. Lo dijo Miguel de Unamuno y a buen seguro que lo firmarían los miles y miles de artistas que ahora, fruto de la pandemia, se han visto con más dificultades, de las que ya arrastraban, para salir adelante.
La libertad, que a todo artista se le supone, se ve así confrontada con la necesidad de poder ejercerla, demandando esas alas que el poder público, y también privado, debería facilitar. La cultura, en boca de todos, tras constatar su ingente demanda durante el confinamiento por culpa de la covid-19, se nos presenta, en el umbral de la nueva década de los años 20, como el mascarón de proa de una comunicación cada vez más digitalizada.
Para hablar de esa libertad artística y de esas alas asociadas al sector público, nada mejor que poner a dialogar a un artista como Paco Caparrós, a su vez gestor cultural, y a un político como Robert Raga, ahora al frente del Ayuntamiento de Riba-roja de Túria (València). Diálogo que, lejos de subrayar las diferencias entre quien enarbola el carácter libertario de la creatividad y quien lo gestiona pragmáticamente, termina arrojando chispas con las que encender el nuevo camino que se le augura a la cultura.
“Lo que ha hecho la covid-19 es que nos ha pellizcado en algunas cosas”, empieza diciendo Raga. “Nos ha devuelto a la realidad en todos los ámbitos”, continúa. “Creo que la cultura va a ser uno de los elementos transformadores y creativos más potentes en esta década de los 20 que ahora arranca. Estoy convencido, porque pienso que cada crisis (y esta es muy dura) provoca que la mente humana le dé una vuelta a todo”, apostilla.
Raga, socialista convencido de la vuelta a los orígenes de una formación que, quizás, dice, haya perdido aquel espíritu utópico de sus inicios, tiene claro que “están pasando cosas, no solo en el ámbito de lo digital, sino también en el de la reflexión”. “Podemos decir, con toda seguridad, que hay un antes y un después de la pandemia, y que, sobre todo en el ámbito de la cultura, se presenta una década interesantísima, porque nuestras sociedades reflexionarán acerca de lo que ha pasado y ahí la cultura va a jugar un papel importante”, añade.
“Bueno”, interviene Caparrós, “la cultura siempre suele reaccionar ante las adversidades de forma mucho más intensa que a los momentos de bondad”. Piensa que, en estos instantes, se está produciendo una metamorfosis a nivel social: “Estamos en un momento de cambio tremendo, donde la cultura debería jugar un papel predominante, al igual que la ciencia, si bien el arte tiene un matiz intrínseco capaz de transformar la sociedad y a los hombres”.
“Lo que hay que ver ahora”, prosigue, “es desde dónde se va a producir esa revolución: si las instituciones están dispuestas a poner la energía suficiente, como para que todo este mecanismo sea fértil, o al final serán otros los movimientos, ya sean individuales, privados, desde el esfuerzo personal o la desesperación, desde donde se van a producir las manifestaciones artísticas para ese ambiente cultural idóneo”.
A juicio de Caparrós, el sector público no está a la altura de esa demanda: “A nivel nacional, se está hablando mucho de la importancia de la cultura, pero, sin embargo, son pocos los gestos que se están haciendo hacia este medio que es tan importante para todos. En general, pienso que hay un grave estancamiento político a la hora de poder enarbolar todo este magma que se está creando, con protestas de artistas, productores o promotores, donde la gente está ansiosa por encontrar caminos alternativos”.
Raga considera difícil, tal y como está estructurada la Administración, impulsar esa cultura al ritmo adecuado. Diríase próximo a las palabras de Winston Churchill, cuando dijo: “El político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene, y de explicar después por qué no ha ocurrido”. Aunque, en su caso, con la voluntad de torcer ese veredicto final: “Es complicado, porque ahora la pandemia lo ocupa todo. Romper ese déficit más estructural que caracteriza al ámbito de la cultura, que solo se puede hacer a base de presupuestos y buenas iniciativas, ha sido ciertamente complejo”.
Y prosigue, insistiendo en esa complicación de generar cultura desde la iniciativa pública, porque la ley de contratos lo dificulta mucho: “Es una barbaridad, y un tanto kafkiana, la burocracia administrativa que hay. Por ejemplo, para que te den una licencia con vistas a abrir un negocio, se tarda más de un año. Son problemas con los que nos encontramos los políticos, al menos en el ámbito municipal”.
Aún así, ese problema estructural no le arredra: “En la Administración tenemos mucho que resolver para poder apoyar, de forma menos encorsetada, a la cultura, de forma que las iniciativas privadas puedan tener financiación pública de una manera más fácil de la que actualmente tenemos. Y la pandemia quizás nos ayude a encarar de una vez por todas ese problema”.
Raga se sincera cuando reconoce que, desde el ámbito público, tampoco están todos preparados para hacer cultura. “Hasta queriéndolo hacer bien, muchas veces no se hace. Ahora, si te nutres bien, si encuentras personas capaces detrás de los grandes y pequeños proyectos, entonces se puede hacer algo. Pienso, y lo repito, que la covid-19 puede ser un acicate para relanzar la cultura. Todo el mundo está jodido, pero a la vez puede servir de revulsivo para que aprendamos de esta lección”.
“Estamos hablando”, tercia Caparrós, “de la influencia que tiene la cultura en la sociedad. Y tenemos ejemplos muy cercanos, como el del Museo Guggenheim en Bilbao, que por el hecho de colocar un edificio de semejantes características culturales y con esa repercusión internacional a través del arte, ha logrado cambiar la fisonomía de la ciudad. También en Nueva York se está produciendo una metamorfosis similar en sus barrios, a partir de la colocación de centros culturales y de arte en una serie de edificios que estaban en ruinas”.
“Todo eso requiere unos tiempos para que fructifique y la política, muchas veces, resulta demasiado cortoplacista. Pero si hay algo que necesita nuestra sociedad, sobre todo en momentos como los que estamos viviendo de transformación social, es cultura”, concluye Caparrós.
Salva Torres
Entrevista publicada en MAKMA ISSUE #03 | Los Nuevos Años 20, en diciembre de 2020.
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