Paja o polvo | MacDiego
MAKMA ISSUE #05 | Diseño
MAKMA, Revista de Artes Visuales y Cultura Contemporánea, 2022
Considero a este grupo editorial como elegante, serio, culturizante y, sobre todo, entretenido. Por lo menos así han sido los números pasados de la revista y eventos que han organizado. Me han pedido un texto relacionado con el diseño. Tarea difícil, pues nunca he sabido si soy artista, diseñador o solo un oficionista. Lo que sí sé es que como escritor soy de suficiente pelao (lo voy avisando) y como opinador, desafortunado. Aún así, intentaré expresarme con cuidado, razonando y el Rotring bien afilado.
A veces, soy artista, egocéntrico, antipático y visto un pijama mezcla chandalero que lo aguanto varios días. Para no aburrirme, paso el tiempo buscando alguna solución creativa que vaya acorde a mi estado de ánimo. Exploro entre respuestas a preguntas que ojalá supiera responder. Suelo estar solo -que para estar mal acompañado no necesito a nadie-, y decido crear para darme gusto a mi mismo. No existe un encargo ni un cliente. Mi mente y yo en busca de un placer infinito. Me encuentro frente a la nada, ahí donde todo está por hacer. El papel en blanco. La situación es tensa, requiere concentración, y, si va bien el resultado, será saludable.
En cuanto a la forma, no sigo un método concreto, me dejo llevar por la imaginación. Estoy excitado. Bajo las luces, preparo un litro de café con leche y buena música para que me haga compañía. El ambiente es perfecto, espeso y cuidado. Busco la relajación y encontrarme a gusto. Palpo el papel, miro la pantalla y juego con el lápiz o meneo el puntero. Aunque suelo estar sentado, a veces lo hago de pie o a veces busco posiciones incómodas, lo de menos son las prisas. Aprieto el lápiz, lo sacudo, paro y vuelvo a empezar. Cuanto más lento, cuanto más tiempo…, mejor será el resultado.
Escucho mi corazón. Parece que me preparo para una dosis de meditación, todo está en sintonía, o es aburrimiento. Para conseguir efectos sorprendentes, dejo de estimular el lápiz y es el papel lo que meneo. Y lo meneo y lo meneo. El resultado es distinto cada vez. Encuentro la excitación, y juego. ¿Por qué no cogerlo con el puño?, o de la punta, o con tres dedos a ver qué pasa, o cambio de mano. ¿Y si la muevo armónicamente en cualquier dirección? Ritmo suave, controlo la respiración, suave.
Cierro los ojos a propósito huyendo del proceso visual, pienso que me la están makmando, el cuerpo se convulsiona, los dientes muerden el labio inferior y el cerebro se humedece. Alcanzo el orgasmo. Otra obra más.
Y otras veces soy diseñador, generoso sin pasarme, visto ropa pija y si es pronto, vermuteo, y si es tarde, gintoneo. Cerca tengo algún cliente que me necesita para un encargo. Da igual que hoy tenga un mal día, que esté triste o cualquier otro estado. Estoy a sus órdenes y debo cumplir; el servicio es lo primero. Sabe lo que quiere, pues es quién mejor conoce sus necesidades y, además, lo quiere pronto y pagará por ello. Pagará mucho por ello. Viene a que lo zarandee. Nunca sé qué espera que le haga.
Le gusta escucharme, que sea empático y que maneje un discurso, sonrisa dentiflor y miradas mariposa. Mi poder es ser sutil, no impertinente y para eso gesticulo con elegancia y, a la vez, modulo y juego con mi voz.
Para llegar al trabajo perfecto no solo tengo que mostrar el resultado final, hay un preámbulo, una búsqueda de información, caricias, bocetos, besos y, como digo, nunca olvido sonreír. Cada pregunta excita un interés. Me tumbo sobre la mesa de trabajo y pienso en él, en su breafing. Le sigo con la mirada. El cliente busca relajarse, no hacer nada mientras le ofrezco soluciones placenteras. Mi cerebro es makma de un volcán. Lo halago, comparto con él algún secreto y lo convierto en cómplice.
Hay un momento donde, de manera suave, hablo de sus errores, percibe que le presto atención, lo empapo de pellizcos y caricias. Se crea un espacio de preguntas y respuestas, de respeto y confianza, de sinceridad, donde no es importante lo que digo, sino cómo se lo digo. Él se abre y yo aprovecho para meterme en su interior, cálido, húmedo, y aprovecho cada poro, cada pliegue. Qué quiero hacer y qué quiere que le haga. Hurgo despacio, con suavidad, en lo más profundo del encargo.
Y comienzan los apuntes, la danza, los esbozos, los gestos. Mis manos dicen y dibujan cosas que la boca calla. Y se deja llevar. Utilizo el sentido del humor. Tomo riesgos que mejoran la relación. Al cliente le gusta que sea atrevido, y a mi me gusta sorprender. Alcanzamos el orgasmo. Otro encargo menos.
Nunca hay horas para esta forma de ver la vida. Siempre tienes excusas para la paja o para el polvo. No hay por qué elegir. Puede ser en el estudio, en el restaurante o en un portal. Somos muchos trabajando en esto. Cuando lo provocas surge el talento. Si estás solo tiras de paja, y si te pilla con un cliente, pues prefieres un buen polvo. Cuando lo pruebas ya nunca puedes parar.
Por cierto, en el jardín de mi casa solo tengo dos árboles: una higuera y un ciruelo.
MacDiego
Farmacéutico gráfico. Diseñador + Ilustrador = Ilusñador
Este artículo fue publicado en MAKMA ISSUE #05 | Diseño (junio de 2022).