#MAKMAArte
‘Pamen Pereira. El final del sueño’
Comisario: Víctor Segrelles
Sala Dormitori
Centre del Carme Cultura Contemporània (CCCC)
Museo 2, València
Hasta el 24 de abril de 2022
Una cama y un par de zapatos ardientes, un lecho con cientos de golondrinas, un pasamanos de madera que conecta el cielo y la tierra, un esqueleto de rodaballo sobre una partitura o una vitrina con diversos objetos, son algunas de las piezas que conforman la exposición ‘El final del sueño’, de Pamen Pereira, en el Centre del Carme. Todo ello envuelto en una atmósfera con aromas de mirra y un sonido de percusión extraído de los latidos del corazón de la propia artista.
Así, con resonancias telúricas y emanaciones flamígeras se adentra uno en la muestra que invita a cierto recogimiento espiritual, para escuchar lo que late bajo la materia de las cosas que, en el fondo, es la materia de los sueños que van tramando el hilo de nuestra existencia. Sigmund Freud interpretó multitud de esos sueños, sin los cuales los seres humanos padecemos el insomnio del que precisamente nos libra esa concatenación de historias incomprensibles que ocurren cuando verdaderamente dormimos.
¿El final del sueño al que alude Pereira es el brusco despertar a la realidad o el comienzo de la aventura que supone haber podido asistir, desde lo más profundo de ese sueño, al relato inconexo, pero tremendamente estimulante, de la vida entregada a uno mismo para ser desvelada?
“El título está abierto a todo eso, pero, además, al hecho de que el final del sueño también es el despertar de la conciencia, que, en realidad, es el despertar de la atención. Asimismo, el final de un sueño siempre es el principio de otro. Calderón decía que la vida es sueño. En el zen se habla igualmente de que estamos soñando y despertamos del sueño para entrar en otro”, apunta la artista.
El zen nos lleva enseguida en dirección a la mística de san Juan de la Cruz, algunos de cuyos poemas sirven de hilo conductor de una exposición rebosante de aliento poético.
“Cuando te pones a leer a san Juan te das cuenta que es la más pura esencia del zen o el zen la pura esencia de san Juan, porque están hablando de lo mismo, de la unión con el todo y de que esta unión se realiza a través del cuerpo, no allá en los cielos”, subraya Pereira.
Ninguna espiritualidad metafísica atraviesa el conjunto expositivo, sino la más llana percepción de una vida intensa que requiere, para ser realmente vivida, ponerse a la escucha en cuerpo y alma. En la Sala Dormitori resuenan los ecos de ese pálpito existencial que las prisas por entenderlo todo al primer vistazo nos escamotean. ‘El final del sueño’ no es el comienzo de ninguna pesadilla, sino la invitación a dejarse llevar por el vértigo de lo desconocido.
“Yo propongo un ejercicio de atención. Cuando traigo una silla a la exposición es para que la gente se siente y se pare a contemplar, de manera que llegue a percibir los múltiples universos que hay dentro de las cosas. Solo así puedes ver más allá de la forma. La imaginación dinámica funciona así, llevándote a una cascada de imágenes que luego se transforman en sensaciones y emociones. Me muevo bien en esa asociación aparentemente irracional de las cosas”, señala Pereira.
Vayamos a esa cama ardiente, por cuyo centro, a modo de herida abierta hacia la mitad del lecho, sale el fuego evocado por san Juan de la Cruz en el poema adjunto a la obra. “Hay una pieza icónica mía que es la cama de piedra -un lecho de granito rotundo y austero-, y ahora tengo también esta de las golondrinas [realizada con 470 cuidadosamente dispuestas sobre hilos colgantes], mientras que en la cama de fuego todo se está transformando constantemente, es pura emoción y al mismo tiempo serena, no hay nada destructivo”.
Del poema ‘Llama de amor viva’, de san Juan, dice que lo descubrió después de haber hecho la pieza: “Parece que yo esté ilustrando el poema, como si hubiera sido escrito para esa pieza o la pieza para ese poema”, destaca la artista como fruto de cierta intuición. El poema en cuestión dice así: “¡Oh llama de amor viva, que tiernamente hieres de mi alma en el más profundo centro! Pues ya no eres esquiva, acaba ya, si quieres; rompe la tela deste dulce encuentro”.
‘El final del sueño’ viene a romper esa misma tela que viene a recubrir las cosas, allí donde estas se nos ofrecen seductoras, para ir al centro mismo de su esencia, sin duda repleta de esencias que, para alcanzar su saber, conviene ir saboreando.
“A mí me emocionaba mucho este espacio y empecé a preparar la exposición investigando sobre la orden de los carmelitas. Previamente, un día, hablando con mis ayudantes, les dije que me gustaría hacer una cama de fuego, poniéndonos a desbarrar sobre ello. Después, ya en plena investigación sobre la orden, descubrí que tiene su origen en el profeta Elías, en el siglo IX antes de Cristo, que es el profeta del fuego. Y entonces algo hizo click al reunir todos los elementos”.
La Sala Dormitori, antiguo refectorio de los carmelitas, está repleto de piezas que aluden al encuentro gozoso con el sueño primordial del origen, tan asociado a la sexualidad, al tiempo que con ese otro inquietante del sujeto viviendo la experiencia de quien se halla perdido en mitad del incomprensible mundo. San Juan, al igual que hace Pamen Pereira, apunta al fondo de la nada, sin duda generador de vértigo, para entregarnos a cambio el goce de la palabra capaz de transformar el caos en sentido. De ahí, pues, palabra que ha de ser sentida.
“La pieza que representa la subida a Monte Carmelo, con los dos senderos -los bienes de la tierra y del cielo, ambos errados-, tiene en su centro el camino correcto que él llama la senda de la perfección y donde no hay nada. Y esa nada es la unión mística, que es la comprensión de lo efímero y de lo eterno. De hecho, solo puedes comprender esa eternidad mediante la compresión y la aceptación de lo efímero”, apunta la artista.
Dice haber trabajado siempre en esta línea, a pesar de que haya gente que pueda recriminar todo este aspecto místico: “Yo no me considero como tal, porque justamente de lo que estoy aquí hablando, y de lo que habla san Juan, es de que donde está todo es aquí en la Tierra, donde todo lo sólido se desvanece en el aire”. Y señala una vitrina llena de cosas que, a su juicio, hablan todo el rato de lo efímero: esqueletos, pieles de serpiente, espinas de pescado, huevos rotos.
Objetos todos ellos aludiendo a los restos mortecinos en los que todos nos convertimos al final de la vida; muerte que no se erige en dadora de sentido, sino precisamente en trasunto que da pie al sentido de la propia vida cuando hay palabras en forma de relato que lo propician. “Mi trabajo es fundamentalmente poético; lo que me mueve a mí es la emoción, pero una emoción destilada. Si hay algo que he mantenido, y me ha mantenido, en mi trabajo, es esa verdad íntima que tú ofreces”, asegura Pamen Pereira, mientras se apresta a conducir una visita guiada por su exposición.
El vapor seco que brota en llamas, tanto de la cama como del par de zapatos (“los he utilizado muchas veces en mis obras y no sé por qué, pero el hecho es que cuando se estropean no los tiro y los guardo para convertirlos en otra cosa; quizás sea eso lo que me une a la tierra”), va dejando paso al sonido de su corazón que envuelve el conjunto expositivo. Un sonido que piensa arropa al espectador, al ser el corazón “la primera percusión que oímos, el sonido que te une a la tierra; es lo primero que escuchamos mientras somos concebidos”, concluye.
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