‘La anguila. Esto es un cuadro, no una opinión’, de Paula Bonet
Comisaria: Cristina Chumillas
Centre Cultural La Nau de la Universitat de València
Universitat 2, València
Del 30 de marzo al 16 de mayo de 2021
Atendiendo al título de la propia exposición, ‘La anguila. Esto es un cuadro, no una opinión’, podríamos establecer dos planos de lectura en la obra de Paula Bonet: la estrictamente artística y la ideológica. Por un lado, el cuadro, también la escritura contenida en la novela homónima ‘La anguila’, ambos trabajos en paralelo, sirviendo de vehículo expresivo de aquello que, como explicó la propia artista, no se hubiera atrevido a exponer sin perderse el respeto a sí misma, para que afloraran todas esas imágenes gestadas con gran energía e intensidad y que acoge La Nau de la Universitat de València.
Por otro lado, a partir de la opinión negada, el discurso ideológico que vendría a cerrar filas en torno a la violencia contra la mujer, sin duda objeto de clamorosa denuncia, pero que, en el terreno del arte, espacio de interrogación por antonomasia, constriñe los sentimientos rebajándolos a la superficie de las más vagas emociones.
De manera que para ir más allá del lugar donde “las mujeres nos sentimos reconocidas”, según explicó la vicerrectora de Cultura, Ester Alba, aludiendo a la exposición, y penetrar en ese otro espacio más amplio del dolor y la angustia que todo sujeto experimenta en su vida, se hace necesario pasar de la estrechez ideológica al más amplio campo, sin duda repleto de incertidumbres, que caracteriza a la práctica artística.
“Estamos ante la pasión de una artista que pone todo su ser en el hecho artístico”, aseguró Alba. Pasión, por tanto, desmedida, con la que ceñir experiencias igualmente inabarcables, fruto de la violencia sentida en un cuerpo de mujer que Bonet presenta en principio lacerado, para alcanzar finalmente la luz que propicia el acto creativo, cuando se halla despojado de los corsés biempensantes. “Yo creo que una obra es mejor cuando la autora no se coloca en lugares complacientes”, destacó la artista, añadiendo poco después: “Me he enfrentado sin protección al proceso artístico”.
Para llegar al núcleo candente de la exposición de Paula Bonet es preciso, por tanto, salirse del redil discursivo que, en buena lógica, pretende reducir su notable trabajo, encabalgado en la plástica y la literatura, a la violencia de género, con el fin de percibir la angustia del cuerpo femenino en su sexualidad más descarnada. Sexualidad, nada más entrar a la exposición, centrada en la maternidad ligada a la muerte, para después incursionar por esa otra sexualidad vinculada con la violencia, no del propio acto sexual, en sí mismo violento, sino en la que conlleva su correlato siniestro del cuerpo forzado contra su voluntad.
A este respecto, cobra todo su sentido que la artista haya acometido las obras de esta parte central de la exposición, de una manera diríamos automática, por seguir los dictados de la escritura automática dictada por los surrealistas. Si el cuerpo allí representado se despliega en diferentes variantes, todas ellas reveladoras de esa voluntad contrariada, nada más coherente que proceder a su creación dejándose llevar por la gestualidad plástica más inconsciente. “Las hice pintando con las manos, sin pinceles”, afirmó Bonet, con relación a esas obras que siguen a las de la maternidad más dolorosa.
“El blanco estaba lleno de impurezas”, señaló en otro momento, leyendo un pasaje de ‘La anguila’. De ese blanco puro van emergiendo determinadas formas y manchas, para dejar atrás cierta figuración inicial, adentrándose en lo real del cuerpo femenino, sin duda caracterizado por esa capacidad reproductiva que supone una alteración violenta de su anatomía. Como diría el poeta Charles Baudelaire, “la mujer es natural y, por tanto, abominable”, refiriéndose a lo que San Agustín expresaría con respecto al origen de la vida: “Nacemos entre heces y orina”.
“De la madre estática, idealizada, impersonal e incorpórea que es la imagen dominante…, pasamos a una maternidad violenta y conflictiva, con cuerpos deformes, sangre, cicatrices, pero también erótica y triunfante, y siempre individualizada”, señala Laura Freixas en una de las citas incluidas en la exposición. Patricia Escalona recogerá este otro dualismo: “Hemos pasado a un blanco calcáreo, un material que ilumina y da brillo, pero con un lado un tanto tenebroso: la purificación va a llegar a través de la descomposición”.
Esa dualidad entre lo real del cuerpo femenino (“hay agresión en el trazo, pinceladas sueltas”, subrayó la comisaria Cristina Chumillas) y esa carnalidad más atenuada, hacia la que se va decantando finalmente la muestra, sin obviar ese agujero central que preside la mayoría de las obras, es lo característico del trabajo que Paula Bonet presenta en la Sala Acadèmia de La Nau.
“Del dolor a la liberación”, precisó Alba, en torno a lo que considera “reflexiones sobre el cuerpo femenino”, expresión más acorde con el trayecto introspectivo de la artista con relación a ese cuerpo que, como la anguila, “caliente y palpitante”, se torna escurridizo.
“Es muy difícil identificar situaciones de maltrato y de abuso”, explicó Bonet, ahora en su faceta más discursiva, refiriéndose a su novela como “un texto que no podía hacerlo enfadada, sino desde la templanza”. La obra plástica, correlato de esa otra narración escrita, muestra los efectos de esa rabia, convirtiendo la exposición en un arrebatado mapa sentimental del cuerpo lacerado. “He necesitado ficcionar la autobiografía para entenderme”, concluyó Bonet, quien ha encontrado refugio en la literatura y lo ha expuesto plásticamente para que, a su través, el espectador-lector pueda, igualmente, acercarse a una angustia existencial más genérica y menos de género.
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