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‘Ballenas invisibles’, de Paula Díaz Altozano
Barlin Libros, 2024
Antes de la palabra, estaban ellas. Quien busca una ballena vive, tal vez, hacia lo imposible. El más descomunal de los seres –el más grande conocido, mitológico, casi bíblico– y, sin embargo, tan difícil de ver. Esas ballenas remotas pero insospechadamente cerca. Las hemos llevado pegadas al cuerpo (sus barbas, la base de los antiguos corsés); su aceite, combustible para iluminar ciudades; su carne, sustento para pueblos enteros, y su presencia, encendiendo obsesiones en la mente de marineros.
Ballenas útiles, “sea su carne destinada a 10 000 bocas / sea su aceite luz para las noches y todas las frituras del verano,” como describe el poeta Antonio Cisneros. Otras son pentimentos, espejismos, artífices de cantos inaudibles para nuestro oído. ¿Son acaso de este mundo? Imperceptibles en el océano, esquivas en los lienzos, apenas registradas en enciclopedias. ¿Las hemos imaginado?
Ballenas. Bautizadas así por Aristóteles, clasificadas como cetáceos y elevadas al cielo convertidas en constelaciones: majestuosas, insondables. En la literatura, encarnan lo sublime y lo total. Son aquello que se escapa a la razón, el fracaso de la percepción humana contra lo que es.
En pinturas, su figura aparece a veces efímera, otras brutal. Ellas son los ‘Monstruos Marinos’ de Turner, diosas varadas en costas, su cuerpo envuelto en bruma se confunde con la luz y niebla, desdibujándose, imposible apresarlas en pintura. Criaturas convertidas en vendettas personales, la más célebre ballena blanca, inmortalizadas así. Ballenas (demasiadas) heridas, atravesadas, capturadas o exhibidas como Hope en el hall del Natural History Museum.
Con el tiempo, nuevos textos y miradas surgen para intentar captar el mito: el híbrido ‘Silent Whale Letters’ (Fitzcarraldo), ‘Los últimos balleneros’ (Asteroide) o el exquisito ‘Ballena’ (Periférica). Ahora, la editorial Barlin Libros las celebra publicando el ensayo ‘Ballenas invisibles’, de la escritora y poeta Paula Díaz Altozano.
En este vibrante libro, la autora se embarca en un lírico y personal periplo hacia el odiseico avistamiento. Una búsqueda incansable que la llevará desde las Azores e Islandia hasta Perú y otras aguas profundas para presenciar a esas deidades elusivas, imaginarias, y fascinantes. Adentrarse en esas marismas implica intuir lo que no se ve.
“El mar es la aventura, la ballena la posibilidad”, escribe Díaz Altozano. Y, en esta exploración perpetua, nos conduce a preguntarnos si, quizás, encontrar una ballena es también tratar de hallar algo en una misma.
¿Qué te empuja a dedicarle un libro a estos seres? ¿Qué desafíos has encontrado en tu investigación y escritura?
Cuando era adolescente, visité varias veces las islas Azores con mi familia, unas islas que pertenecen a Portugal y están en medio del Atlántico. Allí son comunes las excursiones en barco para ver cetáceos, pero, en las dos ocasiones en las que tuve oportunidad de salir al mar a buscarlos, las ballenas no aparecieron. A partir de entonces, me interesé más por ellas. Me parece fascinante pensar que el animal más grande que ha poblado la Tierra sea tan difícil de ver.
Por otra parte, el océano es un lugar realmente misterioso y creo que por eso ha sido buena fuente de inspiración para tantos escritores, por ejemplo ‘Moby Dick’, de Herman Melville, la obra ballenera por excelencia. La novela de Melville me encantó, y esa lectura me llevó a otras relacionadas con el tema. Pensé que sería bonito escribir un libro sobre ballenas, y empecé a descubrir referencias y libros muy interesantes sobre el tema que fueron formando un mapa que empezó a tomar la forma del ensayo.
En el ensayo, escribes sobre ballenas imaginadas, estudiadas, perseguidas, descomunales y también bondadosas. ¿Cuántas contradicciones crees que habitan en ellas y nuestra percepción?
Creo que esas contradicciones dependen en muchos casos de la época y del contexto cultural. Por ejemplo, en los bestiarios medievales las ballenas se representaban como monstruos marinos. Supongo que los marineros que las vieron entonces debieron de pensar que se trataba de seres muy fieros, cuando, a excepción de ciertos cetáceos como el cachalote o las orcas, no suelen serlo. Ni siquiera los que he mencionado lo son, pues el cachalote es un animal esquivo y las orcas, por lo general, no atacan a los humanos.
Por otra parte, hay que considerar que durante el siglo XIX, especialmente, la caza de ballenas hizo que lugares como Nantucket o New England se enriquecieran. La percepción que se tenía de ellas cambió, de una manera más positiva, pues se aprovechaba todo y su aceite iluminaba las ciudades. Creo que, actualmente, cada vez hay más conciencia sobre su vulnerabilidad.
Recoges la reflexión del pintor Stubbs: “La naturaleza fue y siempre será superior al arte” .¿Crees que las ballenas, también y por eso, culturalmente, también se nos escapan?
Sí, para mí, la naturaleza es superior al arte. Lo que hace el arte es representarla mediante distintas técnicas o estilos. Eso no quiere decir que una cosa sea mejor que la otra. Alguien puede emocionarse más viendo el paisaje de un cuadro que el real, o al revés. Con las ballenas pasa lo mismo, el arte las ha representado de muchas maneras: como monstruos marinos en los bestiarios; como seres con los que había que luchar en los grabados balleneros del siglo XIX; como dibujos en libros de ciencia… Depende mucho de la percepción de cada persona.
Como escritora, ¿crees que hay alguna conexión entre la poesía y ellas?
Sí, creo que el mar, en general, y las ballenas, en particular, son motivos muy poéticos. El mar es lo misterioso, y lo que hay en sus aguas aún más. Las ballenas nos emocionan por muchas cosas: por su tamaño; porque son mamíferos como nosotros; porque a veces ayudan a los pescadores; porque migran de un lado al otro del planeta; porque cantan y se comunican en un lenguaje que únicamente entienden ellas.
¿Crees que existe un hilo entre una búsqueda personal y la necesidad de avistar esas ballenas?
Creo que sí. En mi caso, decidí buscar ballenas para encontrarme con estos leviatanes, pero también para entender otras cuestiones más relacionadas con una búsqueda personal. Creo que eso es lo bonito de la literatura y de la vida en general: las historias que sirven como pretexto para entender temas que atañen a la humanidad y para encontrar un sentido. En el caso, por ejemplo, de ‘Moby Dick’, me interesa mucho el tema ballenero, pero aún me interesa más la búsqueda personal del protagonista, Ismael, para quien el mar y las ballenas son una especie de metáfora de la vida.
¿Fue un desafío encontrar el vínculo entre lo que conocemos sobre las ballenas y lo que sigue siendo un misterio?
Fue un desafío y creo que por eso el libro es tan poético. La poesía se adentra un poco más en lo misterioso. La narrativa también puede hacerlo, claro, pero la poesía me parece una manera más directa de escritura en ese sentido. Por este motivo, me interesan mucho los libros que son una mezcla de varios géneros literarios; aquellos en los que está presente la parte ensayística, la novelada, la poética, incluso la científica.
¿Qué papel crees que juegan o podrían jugar las ballenas en la conciencia ecológica actual?
Creo que pueden tener un papel fundamental. Cuanto más se conoce sobre un tema, más beneficioso resulta. Por ejemplo, en el caso de las orcas en cautividad, es posible que se haya avanzado algo, pues ya hay parques que han dicho que no van a volver a introducir nuevas orcas cautivas. Creo que es necesario que se conozcan estos temas, porque, cuando las personas van a un zoológico y ven una actuación de delfines o de orcas, a prácticamente todo el mundo le gusta, pero hay que ahondar un poco más en estas cosas, reflexionar sobre si realmente es justo que estos animales estén en parques haciendo actuaciones, algo que es contrario a su naturaleza.
Comprendo que los zoológicos pueden tener un aspecto beneficioso en las comunidades y que ayudan a concienciar, pero estoy segura de que, poco a poco, estos lugares se reformularán y pasarán a crearse parques naturales y espacios más integrados en la naturaleza, para que las especies que, por ejemplo, no puedan ser puestas en libertad, porque provienen del comercio ilegal, puedan estar es lugares más acordes a su naturaleza.
¿Ha cambiado tu percepción de las ballenas a lo largo de tu viaje y proceso de escritura? ¿Qué es lo que más te ha impactado descubrir?
He aprendido mucho durante la escritura del ensayo. Para mí, lo bonito de la escritura es que me enseñe algo, y si eso lo puedo compartir con alguien más, mucho mejor. Quizá, lo que más me ha sorprendido descubrir es lo parecidas que son las ballenas a nosotros, la importancia que dan a sus comunidades, la manera en que se comunican y sus viajes a lo largo del mundo. Podemos aprender mucho de ellas.
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