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‘Homenaje desobediente. Arquitectura del abrazo. Mujeres antifascistas’, de Paula Valero
Monasterio de San Miguel de los Reyes
Avenida de la Constitución 284, València
El Monasterio de San Miguel de los Reyes, antigua cárcel franquista, acoge en el inicio de 2023 el proyecto de investigación ‘Homenaje desobediente. Arquitectura del abrazo. Mujeres antifascistas’, de Paula Valero.
Durante el mes de enero tendrán lugar unos talleres de mediación con colectivos y plataformas ciudadanas. El resultado de la investigación se plasmará en una acción escénica y una instalación artística que se estrenarán en mayo. Una producción de PRO21 para la Dirección General de Cultura y Patrimonio de la Generalitat Valenciana.
Los ‘Homenajes desobedientes’ tienen por objetivo traer al presente las voces y los gestos de las revoluciones y despertar en nuestros cuerpos el deseo de desobediencia. Una serie de prácticas que se enmarcan en la tendencia del artivismo.
Hasta ahora se ha rendido homenaje a las Silvias (Silvia Rivera y Silvia Reyes), a Rosa Parks, las Rastreadoras en México y a las mujeres antifascistas en el contexto español previo a la Guerra Civil. En esta ocasión, Valero continúa el (des)homenaje que comenzó en 2019 en La Mutant a las mujeres antifascistas, en busca de un vínculo con el movimiento feminista y antifascista actual.
Siempre con las reivindicaciones en primer plano, las prácticas de Valero están llenas de color, abrazos y sonrisas. Es la alegría de vivir y, en consecuencia, un profundo compromiso con la vida, el hilo conductor de los homenajes.
La memoria, que tiende a teñirse de una melancolía densa, se activa por esos gestos de cariño que permanecen en los momentos más crudos de la lucha. El amor es el motor de la desobediencia, y también lo que permanece, aun cuando salimos vencidas.
Hablamos con Paula Valero sobre la necesidad de estimular la lucha desde otros enfoques. Visitamos la potencia de los símbolos como herramienta para la transformación política. Analizamos la reparación de la memoria histórica en el caso español y tomamos como referente los movimientos argentinos de Ni Una Menos y al Grupo de Acción Callejero (GAC).
En tu trabajo, los homenajes se abordan desde un lugar de celebración más que desde el duelo y la nostalgia. Este enfoque puede generar cierta controversia. Se dice que adoptar este tono para tratar temas sociales banaliza el asunto, la lucha se convierte en un festejo y eso le resta potencia política.
Me gusta hablar de la alegría como una potencia política de resistencia. Desde la tristeza no se puede resistir. Esa alegría significa articulación política, ayuda mutua, celebrar la vida, la dignidad, que tu vida es tuya e intentar vivirla a toda costa, y las mujeres antifascistas se sostenían en todo eso. En el proyecto se intenta recuperar la dignidad de no estar victimizada.
A través de la investigación, con colectivos y personas implicadas en la cuestión antifascista y feminista, nos damos cuenta que es muy importante este espacio, verse dignas. Es la obstinación a recuperar tu vida, aunque te vayan a fusilar. Son gestos que hablan de intentar recuperar la vida en cualquier momento. La alegría no es solo diversión. Es una potencia que contagia y es cómplice de la libertad.
¿Qué encontraste en ese taller de La Mutant que te hizo querer seguir indagando en los gestos de las mujeres antifascistas en el contexto español? Hasta ahora, tus homenajes iban alternando sus protagonistas. ¿Por qué volver a ellas?
El campo de investigación es extenso. Me di cuenta que no podía dejarlo en una sola intervención, demandaba continuidad. Se generó una complicidad preciosa con las participantes, con el Cor Dona Veu y con las Asociaciones por la Memoria Democrática del País Valencià, que vuelven a acompañarme en este proceso. Hay un deseo de colaborar, de hacer desde la generosidad. Y es una necesidad ciudadana, la de subsanar la memoria, y para ello proponemos otra articulación del presente.
Mi urgencia también se debe a los nuevos fascismos que se están articulando. Necesitamos recordar lo aprendido y tomar esas herramientas. Aquí hay una doble reparación: recuperar la memoria y que nos sirva en el presente.
Has estado muy en contacto con los movimientos argentinos por la recuperación de la memoria histórica y la reivindicación de los derechos humanos. Siento que la lucha en Argentina se mueve con una simbología más concreta. Las pancartas con rostros en blanco y negro (fotos de carnet, recortes de fotografías de familiares, etc.) son un símbolo utilizado por las Madres de Plaza de Mayo desde 1977 en las rondas, como parte del reclamo por sus hijas e hijos desaparecidos. ¿Crees que hay algún símbolo en el caso español, algo equiparable?
En el caso argentino, han conseguido organizarse gracias a todo el tejido de la sociedad civil, sobre todo gracias a las Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo, junto con la organización de derechos humanos HIJOS. Estas imágenes, las fotos en blanco y negro, han sido absorbidas por el imaginario colectivo. Desde Ni Una Menos y el GAC, veían que estas imágenes estaban perdiendo potencia política precisamente por eso.
Ambos grupos consideran el arte como una herramienta de reivindicación política y quisieron dar una vuelta a las fotografías para desapegarse de la victimización. Siempre desde el respeto, por supuesto. Lucila Quieto y Carolina Golder, vinculadas a los anteriores grupos, impulsaron esta acción, ‘Pancartas’. Lucila, por ejemplo, traviste a su padre. Aquí también entra, recientemente, la cuestión queer, que choca con el simbolismo más nostálgico.
En el caso español, no se ha podido hacer este trabajo porque aún estamos intentando que haya alguna suerte de reparación. En España hubo una Guerra Civil durísima y el peso del dolor, el silencio de las herederas, el agotamiento, han hecho que tengan que pasar 50 años para poder revisitar el trauma.
No tenemos un simbolismo tan claro porque la memoria no ha sido una reivindicación explícita hasta ahora. Allí llevan más de 40 años haciendo actos performativos, además muy vinculados a la representación artística. También podemos preguntarnos si realmente es necesario construir una simbología, pero eso daría para otro seminario.
Por último, ¿qué diagnóstico le harías al movimiento antifascista español en la actualidad?
Yo vivo en Francia, en París, desde hace catorece años, y se me hace complicado hacer un diagnóstico sin pararme a escuchar y ver lo que está sucediendo. En mis acciones eso es lo que hago, escuchar y ver a través de colectivos y plataformas en los que me apoyo.
Creo que el antifascismo no es solo ir a una manifestación con una pancarta. Trabajos como los que se están llevando a cabo con las fosas comunes de Paterna son antifascismo.
Lo que más veo en París es que las manifestaciones las están liderando los grupos queer y ecologistas. Elles están llevando el estandarte de la lucha antifascista y creo que es indispensable generar estas a alianzas.
El proyecto de ‘Homenajes desobedientes’ quiere celebrar las alianzas y la diversidad. Los nuevos fascismos se centran en confrontar el feminismo, la ecología, el racismo. Necesitamos alianzas entre nosotres para hacerles frente y pensar juntes.
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