Faire corps, Hélène Crécent
Trentatres Gallery
Calle Sueca 33, Valencia
Inauguración: jueves 4 de abril de 2013
Faire corps avec des corps, à contre-corps, faire corps avec des objets. Faire corps
et corpus. Faire corps avec le crayon, la force et l’émotion, mais aussi à mi-corps. Se
défaire. Bien avant, le corps.
Cuando observamos las obras de Hélène Crécent imaginamos un cuerpo que está siendo desarticulado para hacer de él un “algo nuevo”. “Se quitó el brazo derecho desde el hombro y, con la mano izquierda, lo colocó sobre mi rodilla”. No sabemos bien de qué se trata. Pero seguidamente, los órganos y las partes del cuerpo despedazado son abrazadas amorosamente, se recolocan como piezas de un nuevo cuerpo. Habituados a la representación que Crécent desarrolla de un torbellino de pasiones que se envuelven en la violencia del abrazo, ahora es este el que se vuelve tierno y mimoso como en la serie Corps et Objets. El abrazo acoge con su fuerza los zapatos que parecen haberle sido arrojados, introduce los dedos en esas bocas llenas de dientes. Te croquer à pleines dents! O pequeños mordiscos.
Podríamos hablar de un cuerpo donante, puesto que dona las bondades y las perversiones de la carne. Ofrece sus miembros a una ceremonia subrepticia en la que quedan unidos. Los cuerpos de Crécent entran en una mitopoiesis donde se sacralizan en un acto ritual de creación de la artista. El cuerpo hecho jirones no puede compararse con la cultura del cuerpo-templo, sino que gira en una danza litúrgica en la que se practica un sortilegio de empoderamiento. Órganos diseminados, semillas orgánicas de las que nace un brazo, una pierna, o un seno como una rama, una raíz o un fruto. Y de nuevo, caricias y deseo, misterio y autoerotización (Corps à Corps), porque una mujer es otra mujer. Y una mujer es, también, un cuerpo de mujeres.
En ocasiones estos pedazos de cuerpo u objetos parecen sugerirnos un uso protésico de estos: un órgano ajeno sustituye a uno de origen que perdimos. Sin embargo, la repetición de ese brazo, de ese seno, las bocas o las “manospies” se entenderían como una suerte de suplemento à la manière derridiana: un órgano a medio camino entre lo interno y lo externo. La juntura de unos órganos-símbolo que ya no se identifican con el miembro que anteceden, sino que se superponen o añaden complementándolo (Serie Connections). Por eso, los cuerpos de Crécent son transhistóricos: mezclan figuras reales y mitológicas enriqueciendo los niveles de lectura. Y además, puesto que el cuerpo es lenguaje y el lenguaje es cuerpo, inviste a este un alfabeto híbrido. Cuerpos y objetos, conexiones encriptadas. El cuerpo, todo.
¡Se abre a mí! De esta manera, el lenguaje de los dibujos de Crécent atraviesa el cuerpo mudo, in-fans/enfance, para dotar a cada parte, a cada objeto de un símbolo polifónico. La danza delirante de pedazos de mí, de ti, de ella. El posicionamiento alterado de las articulaciones corporales se aprecia en las obras donde contrasta la fuerza del trazo y el color con lo frágil o efímero del papel. Contraste que observamos de nuevo en L’esprit des mâles: machos que son niños. El cuerpo, signo abierto; la fuerza del espíritu y la sensibilidad del vínculo de todos ellos.
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