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‘Extraña forma de vida’, de Pedro Almodóvar
Con Pedro Pascal y Ethan Hawke, entre otros
31′, España- Francia | El Deseo y Saint Laurent, 2023
En un Oeste más cercano de lo que estamos acostumbrados a cabalgar, Pedro Almodóvar nos presenta su último trabajo: el mediometraje ‘Extraña forma de vida’. Una historia en el tiempo, un viaje por separado de dos viejos expistoleros, otrora compañeros de trifulcas, donde lo que menos importa son las balas que vacían sus cargadores, pues los sentimientos del uno contra el otro son más dolorosos que cualquier herida provocada por ellas.
Presentada en el pasado Festival de Cannes fuera de concurso, la cinta de Almodóvar nos muestra a un Pedro Pascal en el papel del ranchero de caballos que aparece en un pueblo, donde el sheriff (interpretado por Ethan Hawke) trata de dar caza al asesino de la mujer de su hermano.
La historia nos cuenta ese tórrido gran secreto de juventud que ambos protagonistas esconden. No hablan de ello, tan solo hacen pequeñas referencias a lo ocurrido en México, hace ya 25 años, y que ninguno de los dos ha podido (y no ha querido) olvidar.
A pesar del tiempo transcurrido, sus caminos se vuelven a cruzar, aunque es más intencionado que fortuito, puesto que el asesino al que persigue el sheriff no es otro que el hijo del ranchero. Esto hará que ambos, después de su ineludible reencuentro sexual, tengan un enfrentamiento en el que las palabras disparadas tengan mayor repercusión y hagan más daño al otro de lo que sus intenciones albergan.
En un final esperado, Almodóvar nos enseña que no todo aquello que reluce es oro, y nos muestra cómo esos sentimientos tan enterrados durante años afloran, para dejarnos con la fotografía de un rancho de caballos en un atardecer que refleja algo más que la llegada de la noche.
El tema tratado en este mediometraje no brilla por su originalidad, puesto que no hace mucho tiempo pudimos disfrutar en pantalla grande de la oscarizada película ‘El poder del perro’ (Jane Campion, 2021), donde vemos a un Benedict Cumberbatch escondiendo su verdadero ser, haciéndose pasar por un auténtico cowboy; un tipo duro que no le teme a nada y no necesita a nadie.
Otro largometraje que trata el tema de la homosexualidad entre los vaqueros es la aclamadísima película de Ang Lee, ‘Brokeback Mountain’ (2005), donde dos jóvenes cowboys entablan una amistad que trasciende las convenciones. Un fime que recibió ocho nominaciones a los Óscar y se acabó llevando tres galardones: mejor director, guion adaptado y banda sonora original.
Con el formato reducido, el guion de ‘Extraña forma de vida’ queda tan enfrascado y resumido que deja fuera todo aquello superfluo y que, en ocasiones, en el cine de Almodóvar parece anclar la película a un estado de aletargamiento durante minutos, hasta que, por lo que parece un deus exmachina, la trama vuelve a su cauce y el segundo acto concluye dando entrada a la parte final.
Aunque sea un mediometraje por un escaso minuto en la duración, si obviamos los títulos de crédito, la diégesis se queda por debajo de los 30 minutos que se consideran para la duración de un corto, formato que no es ajeno para el director manchego.
En su primer trabajo, ‘Salomé’ (1978), nos mostró las ganas que tenía de ponerse detrás de la cámara. Desde entonces, el cineasta manchego ha realizado a lo largo de su extensa carrera varios cortometrajes más: ‘Pastas Ardilla’ (1996), con las actrices Chus Lampreave y Rossy de Palma; ‘La concejala antropófaga’ (2009), con la colaboración de Carmen Machi y Penélope Cruz, con la que también trabajó ese mismo año en ‘Los abrazos rotos’; y ‘La voz humana’ (2020), una adaptación libre del monólogo teatral homónimo del heterodoxo Jean Cocteau, protagonizada por Tilda Swinton.
Con este filme, Pedro Almodóvar pone su rúbrica entre los nombres imprescindibles del western, como el sempiterno John Ford (1894-1973) o el genial Sergio Leone (1929-1989), al que debemos el subgénero del spaghetti western y que tantas veces nos ha mostrado los desiertos de esa Almería (en el que también se ha rodado ‘Extraña forma de vida’) erigida en frontera entre México y los Estados sureños de Texas y California.
En esa misma línea, tenemos al longevo Clint Eastwood, que nos recordó que el western aún tenía cabida a finales del siglo XX con ‘Sin Perdón’ (1992); o, más recientemente, directores como James Mangold y ese ‘Tren de las 3:10’ que, aun siendo un remake de la película de Delmer Daves de 1957, vuelve a cautivarnos con el traslado de un fugitivo en Arizona que se va complicando, mientras las balas silban a nuestro alrededor.
Más recientemente, nos encontramos al hombre capaz de ser odiado y amado por la misma película, Quentin Tarantino, cuya pasión enfermiza por el séptimo arte lo llevó a rodar un par de westerns: ‘Django desencadenado’ (2012) y ‘Los odiosos ocho’ (2015).
Sin olvidar, claro está, a quienes hicieron de este género algo mayúsculo, como Sam Peckinpah, Howard Hawks, Anthony Mann, Raoul Walsh, John Wayne o Fred Zinnemann, que tantos duelos bajo el sol, tantas persecuciones a caballo y tantas balas arrojaron para que el espectador las esquivara en su butaca.
Entre todos estos nombres se moverá ya para siempre Almodóvar gracias a esta ‘Extraña forma de vida’, en la que los caballos sustituyen a los vehículos motorizados y los caminos pedregosos a ese asfalto que nos rodea, mientras desayunamos alubias en un plato de cerámica con un cucharón de madera y contamos las balas o minutos que nos quedan antes de salir de casa.
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