#MAKMAEntrevistas
Pepe Gimeno, Premio Nacional de Diseño 2020
Estudio Gimeno Gràfic
Cadirers, 3, Godella (València)
Entrevista realizada por Jose Ramón Alarcón, Merche Medina y Salva Torres
A Pepe Gimeno, reciente Premio Nacional de Diseño 2020, le enerva la escasa formación cultural de la sociedad, sobre todo ahora que la posverdad, cuya distorsión de la realidad está siendo objeto de sus más recientes trabajos, parece invadirlo todo. Diseñador y artista a tiempo completo, sin disquisiciones entre una y otra área, que él ve como el haz y el envés de una misma inquietud creativa, Gimeno lleva cinco décadas ejerciendo de “solucionador”, palabra que le gusta especialmente para definir su profesión.
Lamenta que los políticos y la sociedad en la que se insertan desconozcan la capacidad que tiene el diseño para cambiar las cosas. Confía que el otorgamiento de València como Capital Mundial del Diseño 2022 pueda, al menos, ir sembrando en la dirección de establecer un mayor cauce comunicativo entre el mundo del diseño, la Administración pública, las empresas y la sociedad, de cara a esa formación todavía en mantillas. Al igual que lamenta que aún se asocie el diseño con la moda: “El diseño no es una cosa de tendencia, sino algo que permanece”.
¿Cómo has recibido el premio?
La verdad es que ha sido una alegría, aunque hayan tardado un poco en dármelo porque ya no soy un jovencito [risas]. Sabes lo que pasa, que cuando tú tienes sobre la mesa diez candidatos y a cualquiera de ellos se lo darías, lo cual estaría bien porque hay muchos criterios para premiar y con perfiles diferentes, pues la verdad es que resulta muy difícil. Hay una parte de lotería. Yo siempre digo que todos los premios son injustos, porque siempre hay algo que no está reflejado ahí.
¿Aunque todos los premios son injustos, el tuyo es el menos injusto?
Para mí, desde luego que sí [carcajada].
Óscar Mariné nos dijo que, cuando le concedieron a él su premio en 2010, lo recibió como una losa por las circunstancias en que tuvo lugar, dada la crisis económica que sufríamos en aquellos años. ¿En tu caso, cómo lo percibes?
Pues tampoco son las mejores, desde luego, pero el mercado, para nosotros, no está funcionando mal. Ha funcionado peor en otros momentos. Ahora hemos podido teletrabajar y, aunque no sea lo mismo, no es cero. Y para el mundo del diseño, en general, tampoco está siendo especialmente malo. Por otro lado, también es verdad que aquí es muy raro que alguien te haga un encargo por el premio alcanzado, que, en todo caso, es una influencia a largo plazo, fruto del poso que vas dejando.
Además, está lo que se llama la maldición de los premios nacionales, que consiste en que la gente deja de encargarte trabajos porque piensa que la tarifa la has triplicado, y no es verdad. Tengo un conocido en Madrid que me decía que cada vez que salía en televisión, por alguna entrevista, perdía cinco clientes. De manera que es un arma de doble filo.
¿Cómo has ido forjando tu devenir?
La formación que yo he recibido ha sido pésima. Yo estudié Artes y Oficios en los años 60 y la palabra diseño no la escuché durante todo el tiempo que estuve allí. Se estudiaba decoración, dibujo publicitario y moda. No tuve jamás un profesor de tipografía y lo máximo que hicimos fue dibujar letras, que no era tipografía. De manera que la formación que recibí era muy artística.
El botones de la agencia donde empecé luego a trabajar sabía más que yo, lo que obligó a tener que forjarme la profesión, que la íbamos inventando, porque tampoco teníamos referentes, a base de intercambios entre los que entonces empezábamos en el diseño. He aprendido más de mis compañeros de escuela que de mis profesores, porque nos motivábamos yendo a ver exposiciones y compartiendo charlas. Es un ejercicio muy duro, pero donde aprendes todo con mucha profundidad debido a las dificultades.
Yo siempre he tenido un perfil de doble actividad, de compaginar lo que es la gráfica con lo que es la cosa más artística. Yo no me planto en el arte porque quiero hacer una cosa superior a la gráfica, pero hay artistas que sí, que tienen un trabajo importante en gráfico, del que se avergüenzan, y lo que quieren es ser artistas. Ese no es mi caso: la gráfica es la gráfica y tiene su valor, y la parte artística y de investigación es otra. Trabajo en arte porque no me encargan cosas que me gustaría hacer.
Y qué referentes has tenido desde el punto de vista del arte, puesto que no los tenías en el ámbito del diseño.
Para mí ha sido un maestro [Piet] Mondrian a la hora de distribuir los espacios de una publicación, porque es un artista que trabaja con residuos cero. En sus piezas, todos los espacios están compactados, no hay sobra. Yo he entendido la maquetación y a ordenar una página con Mondrian.
¿Trabajas por igual con lo manual que con lo tecnológico?
Mi formación es analógica, siempre parto de lo manual, lo que pasa es que lo digital tiene unas ventajas que lo manual no tiene, y es el comando Z, con el que puedes tirar hacia atrás. Hay cosas manuales que yo me planteo en las que, llegado a cierto punto, no me atrevo a seguir por miedo a estropearlo todo. Y es ahí donde recurro a lo digital, porque puedes aproximarte a lo que quieres y ver si funciona según te lo estás imaginando, y, si no, pues le das al ‘Cmd+Z ‘y vuelves a probar. En el otro caso, pues tendrías que tirarlo todo.
¿Cómo ves el diseño desde la amplitud de tu larga trayectoria?
El diseño ahora está menos valorado económicamente que hace unos años. Yo cobro muchísimo menos que hace 15 años, pero no solo yo, sino en general. Hay trabajos que nosotros hemos hecho en los 90 o en 2000, que ahora no podríamos hacer, porque los presupuestos no lo contemplan. Y esa dedicación que hemos tenido en algunos trabajos, ahora no la puedes tener. Y eso se nota, porque el resultado ahora es muy superficial. Todo es muy rápido.
¿El alto nivel del diseño valenciano sigue sin tener una correspondencia en su reflejo social?
Claro, sigue sin reflejarse. Primero, porque los políticos no se enteran de la capacidad que tiene el diseño para cambiar las cosas; no lo saben y, si lo saben, no les interesa. Y, segundo, a la sociedad le pasa lo mismo, que tampoco sabe lo que el diseño puede aportar en su desarrollo. Si una ciudad tuviera un proyecto de verdad y siguiera la máxima del diseño que es racionalizar las cosas, algo cambiaría, pero yo no veo proyecto alguno, ni en Valencia ni en España, y cuando no lo hay pues no se va a ninguna parte; se están poniendo parches.
Hay un error enorme de pensar que el diseño está ligado única y exclusivamente a la estética. Por eso yo soy tan reacio a que el diseño se asocie con la moda y con la tendencia. El diseño no tiene nada que ver con la moda ni con la tendencia. La tendencia actúa sobre todo, pero el diseño no es una cosa de tendencia, sino algo que permanece; una estrategia. La moda no tiene rigor, tiene flash y sorpresa.
¿Qué falta para que nos demos cuenta de esa importancia del diseño en nuestra sociedad?
Educación desde el colegio. El problema de este país, y de todo, es la educación.
¿Y València Capital Mundial del Diseño 2022 puede ayudar a enfatizar esa necesidad?
Yo confío que sirva para dar pasos en esa dirección. No podemos esperar que después de la capitalidad esto haya cambiado de la noche a la mañana, porque es muy difícil modificar la sinergia de las cosas. Lo que sí creo que es muy importante, y se va a conseguir, es que se establezca una relación entre el mundo del diseño, la Administración pública, las empresas y la sociedad. Que se establezcan esos canales entre instituciones públicas y privadas, de manera que con el tiempo se mantengan e incrementen. Y eso ya sería muy importante.
Algunos diseñadores han apuntado que, por ejemplo, Mercadona y Á Punt adolecen de buen diseño en sus respectivas prácticas empresariales.
Sabes lo que pasa, que quienes dirigen no tienen ningún criterio y esa falta de criterio es algo que tienes que ir supliendo desde que somos pequeños. Cuando el que está arriba no lo tiene, ya no lo vas a conseguir. Por ejemplo: si alguien te pide un traje a medida, tú no le puedes enseñar cómo va a quedar ese traje, porque todavía no lo has hecho. Entonces, tendrá que elegir entre dos propuestas, una más barata y otra más cara, y para ello deberá tener un cierto criterio para saber lo que está comprando; puede optar por el más barato, pero sabiendo lo que te van a dar. Hay que tener criterio.
¿En qué sentido el diseño mejora la vida de las personas?
A mí me gustaría llamar al diseñador un solucionador, porque el diseño lo que hace es buscar soluciones. La diferencia entre el arte y el diseño es que el diseño busca soluciones y el arte se hace preguntas. El trabajo del artista no tiene una utilidad inmediata que se aplica, al igual que sucede con la investigación, mientras que el diseño sí está pensado para solucionar cosas de todo tipo. El diseñador, en este sentido, racionaliza y da respuestas a problemas reales, no a problemas estéticos.
Ahora estás trabajando la posverdad. ¿Qué te ha llevado a esa temática?
La posverdad me da vértigo. Con el nivel que tenemos en la población, que es un nivel cultural realmente bajo, se puede hacer mucho daño, ya que con los medios que tenemos ahora se producen bulos que me dan pavor. Durante el confinamiento, a partir de ese concepto de posverdad, empecé a coger revistas, a recortarlas y después a remontarlas. Luego lo hice con libros y con carteles. Y eso me ha producido un flash, que es con lo que ahora estoy.
¿Y cuál es el peligro que observas con respecto a esa posverdad?
Pues que nos van a llevar como borregos, porque nos están engañando. Por eso estoy tan alucinado con la escasa formación. Hay que tener una buena formación, para tener criterio sobre diseño, sobre estética y sobre todo lo que está pasando, porque sin ese criterio van a hacer lo que quieran con nosotros.
¿Cuáles son tus liturgias cotidianas?
Soy una persona muy normal. Desayuno sencillo: leche con Kellogg’s y yogur, y un café. Me vengo al estudio, almuerzo, estoy toda la mañana aquí y luego me voy a comer. Como, duermo un cuarto de hora y vuelvo al estudio, donde estoy hasta las ocho, para regresar después a casa. Ese es mi día a día.
Aprovechando ese día a día, ¿sería conveniente establecer una analogía entre el asunto gastronómico, que ha adquirido una gran relevancia en nuestro país, y el diseño?
Volvemos a lo mismo, a la formación. Es verdad que están los cocineros estrella, que salen en los medios, pero luego ha habido una labor en turismo, de formación de camareros, en restaurantes, y ese trabajo de base ha ido dando sus frutos. Es lo que pasaba antes con los pueblos y las ciudades. Yo recuerdo, cuando iba a Alemania en los años 70, que veías una diferencia inconmensurable entre los pueblos alemanes y los españoles, al margen de las grandes ciudades. Allí había un nivel acojonante en cualquier pueblo. Y eso ha cambiado también mucho aquí. Y en relación con la gastronomía, es difícil encontrar un sitio donde se coma mal. Eso mismo habría que aplicarlo al diseño.
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