#MAKMAArte
‘La distancia justa’, de Pepe Guinea
19 fotografías de gran formato
Librería Railowsky
Grabador Esteve 34, València
Del 9 de junio al 9 de septiembre de 2022
Lo relacionado con la enfermedad y las estancias hospitalarias no es fácil de representar artística y visualmente sin caer en el morbo o el patetismo. Sobre todo, después de una pandemia universal durante la que hemos sido bombardeados con imágenes de mascarillas, camillas, salas asépticas, batas blancas y verdes.
Cualquier enfermedad, bien sea una simple gripe o un trastorno grave simboliza la sempiterna lucha entre el bien y el mal, la vida y la muerte, poniendo de manifiesto la fragilidad de la salud, una fortaleza acechada por un sinfín de invasores que atacan tanto desde dentro como desde el exterior. Cuando se trata de alguna modalidad de cáncer y las enemigas son nuestras propias células desencadenadas sin control, la batalla es especialmente cruenta.
Una batalla que logró superar Pepe Guinea y que él mismo relata a través de una veintena de fotografías de gran formato (100 x 60 centímetros) que se pueden ver en la Galería Railowsky hasta el 9 de septiembre. ‘La distancia justa’ es el título de las memorias íntimas de una curación, un proyecto ganador de la beca DKV del Seminario de Fotografía y Periodismo de Albarracín 2019, que ha recorrido varias ciudades -Zaragoza, Albarracín, Igualada y Madrid-, hasta recalar en València. Guinea es informático, ha estudiado diversos cursos la escuelas EFTI y LENS de Madrid y realizó el Master Photoespaña en teorías y proyectos artísticos.
Guinea, apellido de origen vasco, se inició en la fotografía a través del cine que conoció desde dentro junto al director Francisco Rodríguez, autor entre otros filmes de un documental sobre la productora valenciana Cifesa.
“En los rodajes ejercía de chico para todo y aprendí mucho”, recuerda. “Por entonces hacía fotos de mi entorno cercano, la familia, los amigos, los partidos de baloncesto, pero lo que más me gustaba era el proceso de revelado y positivado en el cuarto oscuro, que me parecía algo mágico”.
Consciente de que con la fotografía no iba a ganarse el sustento y siguiendo los pasos de su padre, estudió informática y emprendió un brillante carrera como desarrollador de software que se detuvo en seco cuando le diagnosticaron un tumor cerebral.
“Acudí al médico porque sufría acúfenos, un zumbido continuo en los oidos, y la resonancia mostró el tumor”. Pasaron varios años hasta que fue posible iniciar el tratamiento con quimio y radioterapia.
Guinea retomó entonces la fotografía para mitigar el miedo y el malestar que sentía, el sentimiento de perplejidad y de rebeldía ante el infortunio, y comenzó a documentar el proceso de forma realista y también simbólica. Armado con una pequeña cámara Reflex se enfrentó a su enemigo invisible y logró poner cierta distancia: ‘La distancia justa’.
Unas simples peladuras de naranja, restos del sobrio menú hospitalario, el pastillero con su dosis química dividida en cuatro tomas, los pies enfundados en calcetines, un primer plano de su cabeza parcialmente rapada y grapada. Entre el deseo de compartir su experiencia y cierto pudor ante el temor de dar pábulo a algún medio sensacionalista, prefiere que algunas de esas imágenes no se difundan.
“El día siguiente a mi primer diagnóstico, en 2010, comencé la búsqueda de algún rastro que alguien hubiera podido dejar acerca de su proceso”, escribe Guinea en la presentación de su obra. “Algo que me señalara el camino y me indicara cuáles eran las pautas a seguir para sobrevivir a esta situación que se avecinaba terrible y compleja. A finales del 2015, tuve que afrontar una biopsia muy compleja que se demoró todo lo posible por las secuelas que podía implicar. Tras la confirmación de la malignidad de mi tumor, el año 2016 quedó cubierto por los tratamientos de radioterapia y quimioterapia”.
“A lo largo de este trayecto, la fotografía me ha acompañado acercándome y alejándome de las diferentes situaciones que han ido aconteciendo según he ido necesitando. En momentos de incertidumbre, se convirtió en un lugar donde refugiarme. Una puerta que me permitió cruzar a un mundo donde podía ser fotógrafo en lugar de enfermo, tomando cierta distancia del desánimo y la ansiedad”, añade.
Al principio tituló la exposición, ‘La vida en suspenso’, porque, a causa de la enfermedad y el tratamiento, se encontraba aislado en una especie de limbo. “Luego decidí llamarla ‘La distancia justa’ porque la fotografía me había ayudado a guardar distancias, me permitía aproximarme a los pequeños detalles de lo que estaba viviendo y, al mismo tiempo tener una visión global”.
La enfermedad y todo lo relacionada con ella es difícil de plasmar en imágenes, como decía al principio, pero encuentra en la palabra la mejor forma de expresarse. Infinidad de enfermos tanto reales como imaginarios han reflexionado sobre ella aportando su visión personal. Guinea también recurre a las palabras para completar su trabajo introspectivo: un texto titulado ‘Dale duro’ del que reproducimos algunos frgamentos.
“Dale duro, no es pegar al cáncer. El cáncer es siempre el que te pega a ti. Dale duro es sostener. Sostener no es ser un héroe, es no saltar la cuerda que te une con la vida mientras haya un ápice de fuerza para agarrarte a ella. Dale duro es continuar con tu vida sin que te la robe el cáncer. Discapacitado, avergonzado al comienzo, más débil y frágil que antes. Ilusionado por crear, por aportar algo al mundo, por abrazar un día más a tus seres queridos y hablar con tus amigos. Dando gracias por vivir hoy y con ilusión de vivir mañana”.
Guinea reside en un pueblo cercano a Madrid preparando futuros proyectos, aunque con calma, pues las secuelas del tratamiento han ralentizado, lógicamente su ritmo vital. Su historia contada en imágenes es una llamada a la esperanza, un testimonio de cómo la resiliencia ante la adversidad nos hace más fuertes.
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