Perder el control en seis relatos salvajes.
No están nada mal los “Relatos salvajes” del guionista y director argentino de cine Damián Szifron. Tampoco es que sean para tirar cohetes en una mascletà o celebrarlos con fuegos artificiales nocturnos pero vista la mediocridad que impera en la comercial cartelera de cine actual resulta un producto bastante por encima de la media y que se puede recomendar.
El conjunto de los seis relatos que la componen proporcionan como resultado una película bastante entretenida. Y no me refiero solamente a un entretenimiento desde el punto de vista de distracción o de para pasar un rato de ocio con buenas dosis de humor sino que además se le pueden extraer reflexiones interesantes a partir del nexo común que une todas las historias.
¿Y cuál es ese vínculo? Simple y llanamente la posibilidad de perder el control o las formas ante una serie de situaciones cotidianas y los consecuentes impulsos violentos que puede generar. Hasta ahí todo normal teniendo en cuenta que en el ser humano se esconde un animal bárbaro y a veces la bestia asoma hasta perder el dominio de sus actos. Ahora bien, la exageración intencionada de esta comedia negra lleva a situaciones con un alto grado de inverosimilitud como por ejemplo en los dos primeros relatos, el del avión titulado “Pasternak” con Darío Grandinetti como principal protagonista, o el del bar de comidas titulado “Las ratas”. Pero ¿por qué no? Cosas más raras se han visto.
La historia de “El más fuerte” me parece la más extravagante pero al mismo tiempo también la más interesante por la forma que tiene al reproducir la respuesta en el exceso de los límites. Además cada escena de este relato consigue inquietar y al mismo tiempo divertir con esa implícita violencia que lleva consigo, Y eso, en cierto modo, me parece que tiene su mérito. Para mí no hay duda, el mejor de los “relatos salvajes” y muy bien en sus papeles Leonardo Sbaraglia y Walter Dorado.
“Bombita”, el cuarto relato, en el que el apreciado actor Ricardo Darín es el protagonista, es el que probablemente más congeniará y hará gracia a los espectadores. ¿A quién no se le ha pasado por la cabeza en alguna ocasión una respuesta violenta ante el simple hecho de que la grúa se lleve su coche por estar mal estacionado? Si a ello se suman una serie de circunstancias negativas originadas por esa situación el grado de furor se incrementa.
El quinto, “La propuesta”, es probablemente la que mejor describe la indignidad y degradación humana, la hipocresía moral o el cinismo social pero al mismo tiempo resulta curioso que sea también la que contiene más posibilidades de convertirse en real entre los seis relatos. Y es que no creo que sea el primero ni el último que utilice artimañas económicas para escapar de la justicia.
El último, “Hasta que la muerte nos separe” es una historia tan insólita como creible, tan escabrosa como jocosa. Pudiese parecer el perfecto colofón a los seis relatos pero a mí me parece un desfase demasiado desfasado aunque tengan su gracia algunos sketchs y sea especialmente destacable el papel de Erika Rivas. Eso sí, que en la recta final sonara Bobby Womack cantando “Fly me to the moon” me pareció fantástico.
Pues eso, ahí están conviviendo con nosotros cada día la violencia, la locura y la obsesión, agazapadas esperando el instante para salir al exterior. Que fulanito o fulanita se conviertan en víctima o en verdugo no es tan difícil, a veces una simple casualidad. Cada causa tiene un efecto y la vida puede, sin quererlo, cambiar radicalmente en un momento determinado hasta convertirse en el guión de un relato salvaje.
JJ Mestre
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