El Caballero de la Blanca Luna
X Aniversario
Determinadas premisas y presupuestos de la inquietud intelectual alumbran un objetivo último de existencia de acción y producción cuyas redes de manifestación y permanencia atesoran, en el caso que nos ocupa, un inmediato vínculo con aquellas estrategias orientadas al servicio del progreso de los individuos en términos de virtud y excelencia.
Paradigma de perfectum officium, Vicente Chambó (Valencia, 1961) rubrica en el presente un ideario deontológico a través de la consumación y celebración -en forma de decenio- de su “centro de producción y gestión de patrimonio cultural” ‘El Caballero de la Blanca Luna’, presupuesto de excelsas intenciones cuyo denominatio -recuérdese aquí al singular personaje Sansón Carrasco- hubo germinado al calor del IV Centenario de la I Edición de ‘El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha’ (1605) -primera parte del conspicuo título cervantino- en modo y forma de aproximación y reinterpretación plástica de esta primera novela polifónica, a través de la perspectiva de una veintena de artistas valencianos que exhibieron sus trabajos en la sede en la que aún prosigue su director, en pleno corazón de Ciutat Vella.
No se antoja errática ni estocástica la deriva que ‘El Caballero de la Blanca Luna’ ha tomado desde su alumbramiento una década atrás. Lo que Vicente Chambó incoa como “proyecto integral”, en cuanto a la recuperación de un espacio arquitectónico depauperado y reconvertido en epicentro de creación, debe entenderse a través de lo que supone para la ecología política el productivismo, huyendo así, como incólume homo ecologicus, de la teleológica producción de bienes materiales -de inherente pervivencia finita- como exclusivo sinónimo de progreso económico y social. Es a partir de este precepto como más notablemente puede comprenderse la metodología de trabajo que emprende a continuación y logra consumarse como un proyecto de diagnóstico, diseño, ejecución y evaluación materializado a través de un sello editorial indubitablemente mirífico.
La singularísima reedición de ‘Fábulas literarias’ -del neoclásico poeta tinerfeño Tomás de Iriarte, con ilustraciones de María Balibrea y Xus Bueno- y ‘Fábulas y Cuentos del Viejo Tibet’ -compilados por el propio Chambó, quien rubrica, además, un decisivo relato/exordio en «voz femenina» para perfilar la deriva de sus protagonistas, e ilustrado por Carlos Domingo- (Premio Nacional de Edición 2008 y 2012, respectivamente, en la modalidad de Libros de Bibliofilia), no sólo permiten al editor valenciano recuperar ecuménicamente el prosopopéyico género literario y didáctico de la fábula, como cáustico hontanar de aprendizaje, sino que sitúan a ‘El Caballero de la Blanca Luna’ como referente inexcusable en el campo de la edición de “Libro de artista” (atendiendo a un sentido primigenio de universalización y acercamiento pedagógico del arte al ámbito consuetudinario de los ciudadanos) y para el estudio de los procesos metodológicos de cada edición que el propio Chambó exhorta a descubrir en cada una de sus manifestaciones o ensayos, como en el reciente opúsculo ‘El libro debe superar al árbol’, publicado por la Societat Bibliogràfica Valenciana Jerònima Galés en el volumen conmemorativo ‘Pasiones Bibliográficas’, fruto de su vigésimo aniversario.
En éste último, el editor valenciano pormenoriza cuantas vicisitudes y detalles técnicos hubieron sido decisivos para la constitución de ‘Fábulas y Cuentos del Viejo Tibet’ (estampación de los ejemplares en una superviviente imprenta del Berlín Este de la extinta RDA, “juegos de apreciación” vinculados con el empleo de la tipografía móvil, sellos de fantasía, etc), sino que brinda al lector -y a quien goza del placer de su conversación- el confín de sus motivaciones últimas a la hora de emprender un proyecto editorial, subrayando “al libro como soporte de comunicación y transmisión de conocimientos, pero también como espacio de creación e investigación”, y dibuja un mapa de responsabilidades que asume como editor -y traslada a sus homólogos- en pos del “problema ecológico, el problema energético y el problema humanitario”.
A lo largo de los dos últimos lustros ‘El Caballero de la Blanca Luna’ no se ha distinguido únicamente como lacre editorial, sino que enarbola una de sus extremidades en labores de comisariado artístico a través de la consumación de diversos proyectos, como ‘1808-2008. La Revisión’ -una aproximación reinterpretativa de la iconografía vinculada con la Guerra de la Independencia Española en su II Centenario a través del trabajo de diversos artistas plásticos, erigiéndose en un precedente para el ulterior volumen ‘Fábulas literarias’- y ‘Fabularte’, senda de “mensaje didáctico de las fábulas y los cuentos populares y tradicionales interpretado en artes plásticas”, cuya última exhibición, emparentada con las fábulas del ínclito Esopo a través del grafito de Carlos Mondriá, puede visitarse en el vestíbulo y sala central del Hotel del Carmen de Valencia, generosamente familiarizado con la trayectoria de ‘Fabularte’ durante el último lustro.
De este modo y con pedagógica voluntad contemporaneizante, ‘El Caballero de la Blanca Luna’ se polariza, desde sus orígenes, en torno de la producción de nuevo patrimonio cultural, decisiva determinación que debe reseñarse por lo que supone de conciencia ulterior en materia de significancia y testimonio, preservación y trascendencia para un horizonte endocultural de frágiles cimientos presentes.
Jose Ramón Alarcón
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