‘Nocturnas. Historias vampíricas’, de Pilar Pedraza
Editorial Valdemar, 2021
El universo vampírico incluye muchos niveles –de lectura y de todo lo demás–. Se podría representar como un rascacielos que, en vez de apuntar a las estrellas, se abisma en las profundidades. Una colmena de chupasangres que duerme de día y bulle de noche. En las primeras plantas funcionan unos grandes almacenes, donde los mortales pueden adquirir artículos de merchandising y souvenirs a precios populares. Allí todo es de pega y de cartón piedra.
Si se quiere sumergirse de verdad en la esencia del vampirismo hay que bajar al ático. Un viaje peligroso que no se debe emprender sin la guía de este libro de Pilar Pedraza, ‘Nocturnas. Historias vampíricas‘ (Valdemar, 2021). Quince relatos de prosa exquisita que dibujan con sangre el mapa de las damas de la noche.
Por sus páginas desfilan dhampiras, gulís, vaivodinas y otras criaturas terribles que viven entre nosotros pasando desapercibidas. El último relato, ‘Pobres zombis’, es posiblemente una de las visiones más espeluznantes y estremecedoras de la experiencia del confinamiento. Pasen, lean y se les erizarán los vellos de la nuca.
A la vista de tu prolífica creatividad, se ha corrido la voz de que alojas a un gólem o duende que escribe tus relatos. ¿Lo confirmas o lo desmientes?
Lo confirmo. No hay mejor definición para expresar mi método de trabajo. También se llama ‘currárselo’, pero es más vulgar.
¿Cuándo surge tu fascinación por la mitología vampírica?
Desde que leí ‘Carmilla’, de Joseph Sheridan Le Fanu, y vi la película ‘Vampyr’, de Carl Theodor Dreyer, supe que en un pliegue de la cultura residía una especie maravillosa, fronteriza y semihumana, y fui a por ella. Es más rica de lo que suele parecer a los puritanos literarios y a los fans de la Hammer. Ya le di algún mordisco heterodoxo en ‘Espectra. Descenso a las criptas de la literatura y el cine’ (Valdemar), al estudiar el rico mundo de la mujer muerta, explorado también por Julia Kristeva y Elisabeth Bronfen.
El universo vampírico estaba hasta ahora presidido por machos alfa. En ‘Nocturnas’ muestras la otra mitad del firmamento nocturno. ¿Qué luz proyectan tus personajes sobre las zonas de penumbra?
Las vampiras han sido relegadas –aunque no siempre. Ahí está Carmilla– por los fetichistas del género a favor de figuras patriarcales y feudales, que a estas alturas resultan un tanto hilarantes. No me dejaría morder por Drácula, pero le tengo un especial afecto a Nadja y a otras nocturnas menos conocidas que pueblan la cultura dejando una estela de perfume y un frufrú de sedas a su paso, o a veces una melancolía irresistible.
El libro ofrece una cartografía del vampirismo con relatos ambientados en distintas épocas y lugares. ¿Existe por su parte la voluntad de dibujar el mapa vampírico en clave femenina y feminista?
Puede que sí. Como feminista no sexista, me interesa ahondar en los tesoros de la cultura patriarcal –y saquearla, si es preciso– para recuperar o sacar a la luz lo que esta ha tratado de ocultar con su prepotencia política y religiosa. Con su monopolio masculino del libro –ya sea la Biblia o el Corán–, la cultura patriarcal ha borrado huellas que hay que desenterrar con los finos instrumentos de la arqueología y el arte, y gozar con los hallazgos.
Esta filosofía está en la base tanto de las historias vampíricas de ‘Nocturnas’ como del paseo por el cementerio lunar que es ‘Espectra’ y, en general, de todo lo que he escrito hasta ahora. Y amenazo con seguir en esta línea, en la que me encuentro a gusto y muy libre, poco condicionada por los tópicos y las ideologías caducas.
El último relato del libro, ‘Pobres zombis’, se basa en sus breves paseos por las calles del centro histórico de València durante el confinamiento. ¿Qué impresiones guarda de aquellos momentos?
Todas mis impresiones sobre la anomalía de contemplar una gran ciudad aparentemente vacía están expresadas y confesadas en el cuento que mencionas. No suelo callarme nada, pero lo que yo piense o sienta, sin escribirlo, no interesa a nadie. Todo está en los textos. Yo, como sujeto o autora, no soy nada.
Los vampiros se han infiltrado en las plataformas audiovisuales. ¿Tiene alguna serie preferida?
En las plataformas y fuera de ellas hay todo tipo de basura comercial, pero también diamantes del tamaño de catedrales, como la genial serie’ Lo que hacemos en las sombras’ (‘What We Do in the Shadows’, Jemaine Clement, 2019-2021), donde hay vampirismo en estado puro y un humor de suma elegancia que se buscará en vano, por lo general, en productos de gran audiencia y mero entretenimiento. La recomiendo encarecidamente siempre que tengo ocasión. Es una obra de arte muy pícara y sumamente golosa. De hecho, vampiriza al espectador (al menos, a una servidora).
Conoces a fondo el ambiente universitario, el político y el literario. ¿Dónde te has tropezado con más chupasangres?
El vampiro psíquico es el más común, se encuentra en todas partes, te da la lata con su discurso vacío y hasta letal, te chupa las energías y, encima, soporta la luz diurna. Es conocido también con el nombre de ‘pelmazo’. Frente a él, aquí va un consejo de vampirólatra: mantener la boca cerrada y huir a toda velocidad.
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