#MAKMAArte
‘El paisaje en la pintura de Porcar, Lahuerta y Lozano’
Comisariado: Eduardo Alcalde y Sofía Barrón
Fundación Bancaja
Plaza Tetuán 23, València
Del 11 de febrero al 12 de junio de 2022
La relación entre la madre, el cuerpo materno del que procedemos todos, y la madre naturaleza, objeto unas veces de cautivante admiración y otras de inquietud, cuando no de horror, por sus destructivas convulsiones climáticas, está en el origen del interés humano por el paisaje. Los artistas no han dejado de acercarse al mismo, con afán de aprehender la emoción que les suscita su contemplación. Diríase que, en el fondo, lo que tratan es de evocar aquella pretérita fusión materna, a través de la madre naturaleza que ejerce, por extensión, idéntica atracción por los orígenes y lo telúrico.
Fundación Bancaja reúne, por primera vez juntos, a tres artistas valencianos cautivados por el paisaje: Juan Bautista Porcar (1889-1974), Genaro Lahuerta (1905-1985) y Francisco Lozano (1912-2000). Los tres cautivados por una tierra impregnada de ciertas voces ancestrales, que cada cual interpretó a su manera, y por una orografía que dio lugar a un trabajo con la luz y el color de primerísimo orden plástico.
“Todos los buenos pintores poseen una tierra que es exclusivamente suya, propia; su tierra de nadie”, resaltó el poeta Gerardo Diego, en una cita recogida por Eduardo Alcalde, comisario junto a Sofía Barrón de la muestra ‘El paisaje en la pintura de Porcar, Lahuerta y Lozano’, que permanecerá en la Fundación Bancaja hasta el 12 de junio. Una tierra que los tres artistas trabajaron plásticamente para dotarla de una visión alejada del clasicismo, lo que los llevó a formar parte del diverso grupo conocido como los “renovadores del paisaje de la segunda mitad del siglo XX”, según precisaron los comisarios.
De Porcar, Alcalde dijo que, tras sufrir de cataratas y pasar por cirugía, “se libró de las formas para expresarse con los colores vibrantes aplicados con trazo violento”. Sus paisajes, incluso los más ceñidos a esa figuración formal, destilan un misterio que luego, producto del accidente en los ojos, adquirirá esa dimensión colorista diríase que rayana con las visiones que produce la ingesta de opiáceos.
Las pinturas, dibujos y esculturas de Porcar forman un conjunto multidisciplinar de quien, según Alcalde, “supo combinar lo humano con lo místico, y sin cuya formación religiosa, reconocía [el propio artista], le hubiera sido imposible crear los paisajes que ahora se exhiben”. “Para el artista, Castellón [su Castellón natal] significó el terreno virgen, la orografía inédita en pintura”, señala Barrón, destacando la elección de Porcar hacia “la geología poco elevada”, de manera que “el cielo se convierte en protagonista compositivo absoluto”.
Lahuerta, en su discurso de recepción pública en la Academia de San Fernando de Madrid, en palabras recogidas por Alcalde, habla de la preeminencia del color para vestir la naturaleza hasta convertirla “en un hecho que nos abraza y persuade amorosamente: conjugación del orden menos preestablecido, y, libre, en aras a un hecho trascendente y vivo”. Trascendencia de un hecho ligado al acto físico, material, constitutivo de esa naturaleza, sin perder jamás pie con ella, al tiempo que vinculado con cierta metafísica del pensamiento que va por libre, una vez desatado de su anclaje con el lenguaje más estrecho de los signos archiconocidos.
“En los paisajes más característicos de Lahuerta es difícil no advertir un gusto por tierra de secano, adusta y pedregosa, aunque su visible gesto sensorial de matiz mediteráneo suaviza ciertas hosquedades”, explica Barrón. “Lahuerta descubre la autonomía pura del paisaje. Sintetiza la pintura”, precisó la comisaria durante su presentación.
Lozano es, para el pintor Francisco Baños, aludido por Alcalde en el texto del catálogo que acompaña a la exposición, “un humanista del paisaje, un humanista que nos descubre en su obra nuevas valoraciones del color y de las formas, en las cuales se refunden, en unidad purificadora, las ideas y las emociones que las sustantivan y dan sentido existencial a su paisaje”.
Barrón apunta las referencias de Azorín y de Eugenio d’Ors en la trayectoria pictórica de Lozano, sintiendo este, como aquél, las ligazones del paisaje con el “alma de las cosas”. “He tenido que emplear severidad y rigor frente a una geografía pictóricamente tan vilipendiada como la levantina. Tuve que buscar, después del tropel de imitadores de Sorolla, una esencialidad y establecer una razón de cautela, hallar lo que podía haber de azoriniano”, destaca el artista en una entrevista de 1974 al periódico ABC, recogida en el catálogo.
Estos “innovadores del paisajismo”, según Rafael Alcón, presidente de la Fundación Bancaja, han sido reunidos por primera vez en una exposición que consta de medio centenar de obras, algunas de ellas inéditas y otras, como una decena de la propia colección del ente organizador, “que no se veían desde hace más de 20 años”, subrayó Alcón.
Porcar, Lahuerta y Lozano hermanados, pues, por la singularidad de sus paisajes e incluso por la diversa manera que tuvieron de alumbrar una naturaleza que, sin huir de la tradición, mostraba descaradamente los efluvios de las vanguardias. Paisajes físicos y metafísicos, telúricos y espirituales, evocando una tierra ligada a cierto origen, suscitador de una plástica que, en ocasiones, diríase que suena bajo el tejido formal y el uso vivaz de los colores.
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