Manolo Millán

La pregunta del arte, la respuesta del diseño | Manolo Millán
MAKMA ISSUE #05 | Diseño
MAKMA, Revista de Artes Visuales y Cultura Contemporánea, 2022

En un momento de hibridaciones y confluencias, y coincidiendo con la capitalidad mundial del diseño que se celebra este año en Valencia, vuelve a ser pertinente la eterna cuestión: ¿el diseño es arte?

Somos conscientes de la existencia de museos de diseño, específicamente construidos para exhibir objetos de fabricación industrial o artesanal, diseño gráfico publicitario o distinguidas prendas de alta costura, por ejemplo. Pero cabe apuntar que, con la celebración de tan magno evento, vamos a poder disfrutar de una nutrida cantidad de exposiciones en todo tipo de museos y espacios expositivos, algunos de ellos considerados sagrados recintos, ideados originalmente para exponer exclusivamente propuestas artísticas puras.

Volviendo a la cuestión planteada al inicio, e incluso sin tener en cuenta la presencia de artefactos de diseño en los citados templos, no son pocos los que responderían rotundamente que sí, que efectivamente el diseño es un arte más, y seguramente tendríamos otros tantos que negarían la mayor. No cabe duda de que se han producido interminables discusiones, en foros más o menos elevados, que han tenido como objeto arrojar luz sobre este excitante interrogante.

Diseño
Portada de MAKMA ISSUE #05 | Diseño realizada por Pepe Gimeno, Premio Nacional de Diseño 2020.

Procedería entonces preguntarse qué es el arte, o qué puede llegar a serlo. Para ello, dejaremos a un lado el clásico golpe de efecto que dio hace más de un siglo Marcel Duchamp, con su primer readymade, pues fue el germen de otro debate, en torno al concepto y la intención del creador, ya superado. No obstante, podemos tomarlo como una primera excusa, ya que una de las lecciones más elementales aprendidas de ‘La Fuente’ (1917) es que el arte es lo que está en los museos. 

Por tanto, si encontramos en las galerías el diseño, podría considerarse directamente como tal. Esta sencilla estrategia funcionaría eficazmente, por ejemplo, con los carteles publicitarios de Toulouse-Lautrec, o con los afiches de películas que realizó Josep Renau en su etapa mexicana. El diseño gráfico lo tiene fácil, y más si usamos una lógica que podríamos calificar de tramposa, o al menos de simplista. Claro, el diseño gráfico comparte gran parte de sus elementos más básicos con la pintura, por ejemplo. Además, en muchas ocasiones, se apropia de lenguajes específicos del mundo del arte. 

Pero hay excepciones: en oposición a la tranquilidad con la que, en ocasiones, consideramos objetos artísticos algunos carteles, padecemos ansiedad cuando tratamos de catalogar en el mismo apartado una silla, un vestido o incluso un pequeño electrodoméstico. El mundo de los objetos cotidianos producidos en serie, con una función práctica, es un ámbito mucho más difuso. Y además se trata de bienes de consumo, eso sí, muy bellos en algunas ocasiones, cuyo comercio sustenta la religión capitalista.

Intentémoslo entonces por otra vía. Cuando pensamos en el arte, todavía muchos tendemos a pensar en la clasificación hegeliana de principios del siglo XIX: arquitectura, escultura, pintura, música y poesía, las consideradas bellas artes. A estas cinco se unió la danza, pero fue con la entrada del cine, el séptimo, cuando el statu quo de las bellas artes empezó a temblar.

La irrupción de esta última propició que incluso hoy se considere dentro de esta selecta lista a la novela gráfica, por obra y gracia del lobby franco-belga, o el videojuego, que resulta cada vez más sospechosamente parecido al cine, pero con el componente de la interactividad. Además, el cine y los nuevos medios impulsaron un cambio en la nomenclatura: ahora las artes plásticas eran visuales. Ahí vuelve a caber el diseño gráfico, pero difícilmente lo hace el diseño industrial o el de interiores.

Un último camino podría ser analizar la función del arte y la del diseño. Si ya no hablamos de bellas artes, sino de artes visuales, la original misión estética de este podría haber quedado desactivada. No cabe duda, pues la contemplación de la supuesta belleza intrínseca del objeto artístico no es ahora un cometido necesario, especialmente desde la posmodernidad.

El arte tiene hoy una función reflexiva, debe generar cuestiones. Aunque cuando funciona, lo hace trabajando con la emoción. El diseño también debe emocionar, pero debe ser comprensible y útil para propósitos mundanos. Esto es quizá lo que de verdad separe el arte del diseño, pues a pesar de que ambos conmueven, el arte plantea preguntas y el diseño ofrece respuestas. 

Ilustración de Manolo Millán.

Entonces, parece que considerar el diseño como arte, al menos si nos referimos a todas sus disciplinas, se nos antoja difícil. Su función práctica, que ofrece soluciones a problemas cotidianos, y su lógica inscrita en la producción industrial capitalista se opone a la función contemporánea del arte, que a través de plantear cuestiones debería modelar un hombre ilustrado, abierto a la razón y la emoción.

No fueron del todo en vano los intentos que rozaban la utopía, como el de Gropius y la Bauhaus de Weimar, con la intención de poner el arte al servicio del pueblo, equiparando artistas, diseñadores y artesanos. Pero la realidad es que hoy seguimos diferenciando claramente entre los objetos de diseño y los objetos artísticos que allí se produjeron.

No obstante, hay esperanza. Es posible que solo sea una cuestión de tiempo. Nos falta perspectiva histórica para mirar el diseño como un arte más. Hoy consideramos elevada y emocionante la producción artística de pintores y escultores de antes del siglo XV, grandes artesanos equiparables socialmente en aquel tiempo a un buen carpintero o sastre.

No dudamos de que es arte con mayúsculas. Así llegará, seguramente, un día en que la misma idea de arte cambie, como lo ha ido haciendo a lo largo de la historia. En ese momento la humanidad dejará de sentirse acomplejada por contemplar en los sagrados museos de arte, sin necesidad de justificar su presencia con ingeniosas argucias duchampianas, por ejemplo, una cuchara.

Manolo Millán
Profesor de la Universidad CEU Cardenal Herrera, diseñador y fotográfo

Este artículo fue publicado en MAKMA ISSUE #05 | Diseño (junio de 2022).