‘Qué bello es vivir’, de Frank Capra
Con James Stewart y Donna Reed
130, Estados Unidos | Liberty Films Inc, Rastar, 1946
En Filmin
Siempre que se acerca la Navidad es inevitable ver alguna de esas películas pensadas para tocarnos la fibra sensible. Si bien la mayoría de las películas de temática navideña dejan bastante que desear, existe un puñado de ellas que merece la pena ver.
La madre de todas las películas navideñas es ‘Qué bello es vivir’. Todos tenemos un hueco en nuestro corazoncito para ella. Hasta hace unos años, podíamos verla por estas fechas en la televisión, y se la hiciera caso o no, siempre estaba de fondo en el salón de cada casa. Cada Navidad lo mismo. Se convirtió en tradición sin pretenderlo. Por esta razón, cuando dejaron de reponerla, una servidora no pudo evitar sentir un pequeño vacío, al fin y al cabo había pasado toda mi infancia viendo la evolución de George Bailey, desde su energía e ilusión hasta su más profunda desesperación. Año tras año.
A estas alturas, todos sabemos de qué va la película. No es más que un cuento de Navidad: George Bailey (James Stewart) es un buen chico de pueblo que quiere vivir aventuras, pero que tras la muerte de su padre no quiere abandonar el banco familiar.
El personaje malvado lo encarna el señor Potter (Lionel Barrymore), un viejo avaro que solo le interesa el dinero –una versión poco disimulada del Señor Scrooge de Dickens– y que quiere hacerse con el banco de Bailey. El día de Nochebuena se extravía una gran suma de dinero y Bailey se encuentra en una situación tan desesperada que plantea suicidarse. En ese instante, aparece Clarence, un ángel que muestra a George qué pasaría si se cumpliese su deseo de no haber nacido.
Me gustaría centrarme precisamente en este deseo. No es mal ejercicio esto de imaginar qué pasaría si no hubiéramos nacido. Qué sería de nuestra familia, conocidos y amigos si nosotros no existiésemos. ¿Estarían mejor o peor? La respuesta puede ser del todo reveladora. Pensar en la huella que dejamos en los demás es algo que debería importarnos. La mayoría dirá que no, pero importa.
Nadie quiere ser un Potter, nadie quiere ser un viejo solitario amargado, nadie quiere estar solo. Es precisamente lo que más miedo nos produce ¿verdad? ¿Por qué querríamos ser Potter? Al final de la película lo que queremos ser es un Bailey, pobre pero con amigos, porque tal y como le escribe Clarence: “Ningún hombre con amigos es un fracasado”. Puede ser una visión muy simplista de la vida, pero qué más da, al fin y al cabo es Navidad.
¿Por qué verla? Para empezar, por James Stewart cuya interpretación es sobresaliente, porque es una película extraordinaria y porque ‘Qué bello es vivir’ es mucho más que un título, es una afirmación en toda regla. Un recordatorio de lo que verdaderamente importa.
Puede que ahora sea un buen momento para volver a verla, para conectar con lo más sencillo de la vida que, en realidad, es lo único que merece la pena. ‘Qué bello vivir’ es esperanza, de la más pura e infantil, la que nos dice que por muy mal que vayan las cosas, todo va a salir bien. Por esta vez, creamos en ello.
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