Las fosas del olvido. Eloy Alonso
Centre Cultural La Nau
C/ Universidad, 2. Valencia
Hasta el 1 de septiembre
El sociólogo Zygmunt Bauman se pregunta, en su libro Modernidad y Holocausto, “¿cómo fue posible tal horror?”. Y dedica las casi 300 páginas del libro a intentar explicarlo. Para ello, lo primero que hace es sortear un primer, y a veces insalvable, obstáculo: “Todo sucedió ‘allí’, en otro tiempo” y “cuanto más culpables sean ‘ellos’, más a salvo estará el resto de ‘nosotros”. Se refiere, claro está, al horror nazi, pero el fondo de la cuestión también afecta a nuestra guerra civil. Bauman se mete de lleno en un asunto que, más allá de la ideología en cuestión, sin duda potenciadora de ese horror, se centra en la pregunta esencial: “¿cómo fue posible tal horror?”
Y lo primero que deja traslucir Bauman es que el odio se fomenta por el cierre estricto en torno a una bandera, a una férrea adscripción identitaria, que tienen, como reverso, un chivo expiatorio al que arrojar toda esa violencia generada por cierta pureza de raza, de genética, de esencias patrias. Una vez inoculado ese virus, lo demás viene solo: explicaciones supuestamente racionales que motiven el odio al otro, cierta legalidad que permita ajusticiar al oponente, y un aparato burocrático que transforme los crímenes en rutina administrativa. “El departamento de la oficina central de las SS encargado de la destrucción de los judíos europeos se denominaba oficialmente ‘Sección de Administración y Economía”, subraya Bauman.
Con algo parecido se encontró el fotógrafo Eloy Alonso, cuando al pasado año acudió al Archivo Militar de El Ferrol: “Entre más de cuarenta mil viejos y húmedos expedientes, encontré la huella dactilar [de su abuelo] firmando su pena de muerte”. Por eso dice que jamás ha visto su rostro en una fotografía. A su abuelo Gerardo González Iglesias lo fusilaron en las tapias del cementerio civil de Oviedo el 5 de marzo de 1938. Y esa huella dactilar representaba su último acto de resistencia y dignidad. “A veces”, cuenta Alonso, “los condenados a muerte se negaban a firmar sus condenas como última protesta y les obligaban a untar de tinta su dedo pulgar para dejar constancia legal de serles leída su sentencia”.
Cerca de una veintena de imágenes y un video, elocuentemente titulado Contra la impunidad, vienen a rescatar del olvido ese horror producto de la violencia ejercida contra muchas personas en la guerra civil, sin duda formando parte de la alargada sombra que recorrió Europa próximos al ecuador del pasado siglo. Eloy Alonso titula su exposición de La Nau, en el marco del III Festival Internacional de Fotoperiodismo PhotOn, Las fosas del olvido. Un conjunto de imágenes que contienen huellas indelebles de esos crímenes justificados por una causa ¿justa?
Porque lo que se deduce de toda esa violencia guerrera, es que se desencadena siempre detonada por argumentos indubitables, que el otro jamás llegará a comprender. He ahí tan obtuso enfrentamiento. Eloy Alonso no sólo da fe de esa terquedad con imágenes repletas de fosas, muertes, cráneos, balas y descubrimientos telúricos, sino con pertenencias personales de desaparecidos durante la guerra, postales y periódicos que aluden a tan sangrante periodo bélico. En el video Contra la impunidad, personajes de la cultura prestan su voz y su rostro como testimonio vivo de buena parte de aquella memoria sepultada: Juan José Millás, Pilar y Javier Bardem, Pedro Almodóvar, Miguel Ríos, Juan Diego y Aitana Sánchez Gijón, entre otros. Más allá de su escorada representación izquierdista, sin duda lógica si tenemos en cuenta la mayor saña nacional, lo interesante de Las fosas del olvido radica en su fondo telúrico, necrófilo, siniestro: “¿cómo fue posible tal horror?” Responder a esta pregunta exige ir más allá de las pasiones ideológicas, para adentrarse en la pulsión de muerte que anida en todos nosotros. De lo contrario, esas fosas del olvido que muestra Eloy Alonso seguirán siendo pasto de encendidos y rabiosos comentarios.
Salva Torres
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