‘Qué sabe nadie o les cançons de Penèlope’, de La Peydro
Con Lara Salvador Peydro y Jesús Salvador Chapi
Sala Russafa
Dénia 55, València
Hasta el domingo 18 de abril
“Un gran reto que me ha hecho valorar todavía más el trabajo que conlleva crear y poner en pie un espectáculo”. Con estas palabras, Lara Salvador se refiere a su debú como creadora y productora teatral con ‘Qué sabe nadie o les cançons de Penèlope‘, que se representa en su versión extendida de más de una hora en Sala Russafa hasta el 18 de abril. Ganadora del Premio de Dramaturgia Russafa Escènica 2020, otorgado por el festival en colaboración con la SGAE, esta pieza se incluye dentro del ’10é Cicle de Companyies Valencianes’.
Un montaje peculiar en el que la narración oral, la poesía, la música y el teatro conviven en una fórmula híbrida, que se acerca al cabaré para trasladarlo a una esfera íntima y narrar en clave femenina las consecuencias de la ausencia, de la desaparición, de las distancias obligadas. La abuela de Salvador, su madre y sus tías afloran en estas historias que entretejen sentimientos de pérdida, la duda, la soledad y la espera para conformar los hilos de una trama que, cual Penélope, va tejiendo en escenas que alternan monólogos, canciones, anécdotas y confesiones.
Lara Salvador, que usa su segundo apellido como nombre artístico, La Peydro, recibió, en 2015, el premio a la actriz revelación concedido por la Associació d’Actors i Actrius Professionals Valencians, y su trayectoria incluye teatro, cine y televisión.
Durante el confinamiento empezó a escribir el texto en castellano, pero “a medida que avanzaba e iba profundizando, me reencontraba con mi lengua materna”, dice. “Muchos fragmentos están escritos en valenciano porque me conecta con los temas más íntimos. Para mí, como para muchos, es un tránsito natural reflejado en la obra”. También ha sido fluido el tránsito del lenguaje teatral al musical en un espectáculo en el que colabora con su padre, Jesús Salvador Chapi, compositor e intérprete de percusión, cofundador de Amores Grup de Percussió.
“Estudié seis años de piano y uno de percusión, pero desde niña tenía claro que quería ser actriz. Mi abuelo formaba parte del teatro amateur del pueblo, mi tía fue intérprete profesional durante algunos años y mi madre vestuarista», comenta La Peydro sobre la convergencia de ambas disciplinas artísticas en su vida. Buscó la colaboración de su padre por dos motivos: “Porque, musicalmente, le admiro muchísimo y es la persona en la que más confío, y porque, por amor, es la única capaz de dedicarme tantas horas”.
Invirtiendo los roles, la hija ha dirigido al padre, que aporta la mágica sonoridad del vibráfono. Aunque ha seguido sus consejos en la faceta musical porque “todavía tengo mucho que aprender de su experiencia”. Un proceso creativo en el que la música le ha ayudado a desatar muchos nudos: “Mi abuela tenía una congoja en la garganta que le hacía apretar los labios. En este espectáculo canto las canciones que ella no se atrevió a cantar y siento una liberación que ojalá hubiera tenido ella”.
Con el asesoramiento de la dramaturga Begoña Tena y de Mónica Almirall, además de la residencia creativa en Sala Russafa, la obra ha crecido, pasando de una duración de treinta minutos a más de una hora.
“Cuando hicimos las funciones de la pieza corta en Russafa Escénica veías la emoción en los ojos del público porque estábamos en una pequeña floristería, con ocho espectadores por pase. Ahora la experiencia va a ser diferente. Añadimos la belleza de la iluminación de Mingo Albir y la escenografía de Luis Crespo, también el hecho de tener un escenario que hace crecer el espectáculo en todos los sentidos. Pero conservamos esa sensación de contacto por la proximidad del patio de butacas, tan característica de Sala Russafa”, concluye Lara Salvador.
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