Casa de muñecas, de Henrik Ibsen, bajo la dirección de Ximo Flores
Versión y adaptación: Jerónimo Cornelles y Ximo Flores
Intérpretes: Rebeca Valls, Jerónimo Cornelles, Teresa Crespo, Albert Forner, Miquel Mars y María Minaya
Teatro Rialto
Plaza del Ayuntamiento, 17. Valencia
Estreno: Viernes 18 de octubre, a las 20.30h
Hasta el 10 de noviembre
Un café cerca del Teatro Rialto nos acompaña a la valenciana Rebeca Valls y a mí cuando hablamos de su último trabajo. Tras una temporada encima de las tablas madrileñas, la actriz vuelve a su tierra natal para interpretar uno de los papeles más importantes de su carrera, o al menos eso afirma ella. Rebeca Valls dará vida a Nora Helmer, protagonista de la obra teatral Casa de muñecas escrita por el dramaturgo Henrik Ibsen, que cambió el teatro y su contenido. El trabajo más famoso y reconocido de Ibsen es precisamente éste que desde un primer momento negó que fuese feminista, a pesar de que muchos críticos lo considerasen así, algo que vuelve a recalcar Rebeca Valls, que afirma sentirse orgullosa de interpretar a este personaje y que para ella ha sido todo un reto.
¿Qué significa para ti interpretar a Nora Helmer, uno de los iconos del teatro?
Hay un paralelismo entre Nora y yo. El secreto de Nora es su miedo y su orgullo para ella misma y es casi lo mismo que sentí yo cuando me ofrecieron el papel. Por un lado es la oportunidad de mi vida, porque es una suerte que a una actriz de mi edad le den este personaje y, a la vez, está el miedo porque hay que hacerlo bien y meterse en el mundo de Nora y en el de los Helmer.
¿Cuál es el mundo de los Helmer?
Me refiero al mundo de Henrik Ibsen, aunque no es el mismo que hemos planteado nosotros que lo hacemos desde la actualidad. El papel de la mujer en la sociedad de aquel entonces es muy diferente al que vivimos ahora. En ese momento la frase: “Torvaldo, siéntate aquí, tenemos que hablar”, fue una revolución. La gente se levantó del teatro, se paró la función porque que una mujer se plantara a su marido y le dijese eso, no se concebía. Ahora esto ya no es así, pero sí que es verdad que no está del todo normalizado. Sigue existiendo violencia de género, desigualdad en el trabajo, en algunas familias e incluso en nosotras mismas está instaurado por educación. El director de nuestra obra se ha centrado más en la lucha por esos roles que siguen existiendo, incluso en el masculino, que para algunos hombres también es difícil de asumir.
Entonces se plantea que la igualdad es buena tanto para los hombres como para las mujeres.
Nosotros hablamos del individuo y no le ponemos sexo. Es ir hacia la libertad del ser humano, sin ser hombre o mujer, y completamente fuera de los roles que marca la sociedad.
El no estar obligado a tener un rol sino crearte el tuyo propio.
Exacto. Muchas veces se nos instaura uno, el cual asumimos, y construimos nuestro mundo en base a ese rol. Nosotros intentamos romper con todo esto y lo que hacemos es llevarlo hacia la espiritualidad y la pureza, porque a partir de ello nos enfrentaremos a un mundo sin tener prejuicios y podremos tener otras visiones que no sean las que nos marcan los demás.
El interpretar una obra con tanto trasfondo, ¿qué te ha aportado como actriz y como persona?
Si no me involucrase en Nora a nivel personal no valdría de nada y esta es la lucha que tengo que hacer cada segundo en el escenario. A pesar de que me meta en el mundo de Nora desde el principio, también tengo que ver lo que pienso yo para que mi personaje pueda liberarse de su rol y llegar al público.
¿Cómo definirías a Nora Helmer?
Tiene ingenuidad e inocencia pero también cosas vanidosas, a veces dice lo primero que se le viene a la cabeza porque no tiene algunos filtros por no pensar por sí misma y los que tiene se los han impuesto. Desde que ella oculta una cosa aprende a mentir y no le da importancia. Al hacerlo se oculta parte de lo que ella es en realidad y en el final se enfrenta a esa verdad. Es una mezcla rara y difícil pero muy rica porque tienes muchos matices. Por otra parte, el viaje que vive Nora a lo largo de la obra es radical porque empieza en un punto y termina en otro completamente diferente y el motivo de ese trayecto es el amor, sin él no tendría sentido. Lo bueno de Nora es que todo pasa en presente y en el escenario y no tienes que inventarte absolutamente nada.
¿Qué diferencia hay entre la Nora del siglo XIX y la del XXI?
Una de las partes es que no hay nadie bueno ni malo. Todos son víctimas y tienen un rol contra el que tienen que luchar desde la individualidad. En un principio no hay mucha diferencia porque la Nora nuestra también está encerrada en esa casa de muñecas, no es una Nora moderna que mire Internet ni el móvil. Ella hace y piensa lo que le dicen y actúa como una muñeca, dando placer, haciendo reír y teniendo un protocolo. Tiene que mostrar siempre felicidad y, por otro lado, no tiene ningún valor porque no ha hecho nada por sí misma. Por eso su secreto es a la vez su orgullo, porque es la primera vez que hizo algo sola, pero es algo que no puede contar.
Es fácil sentirse identificada con este personaje, ¿no?
Es muy fácil. Nora tiene un punto más espiritual o supersticioso y más fe que yo, por ejemplo, pero todas nos hemos visto en el rol de esposa y madre, porque casi va unido, pero no debería ser así, deberíamos sentirnos seres humanos. Deberíamos ser lo que queramos y no lo que nos impongan.
¿Cuál es la evolución que veremos de Nora?
La evolución ocurre en tan sólo tres días y en este tiempo ella es capaz de cambiar mucho. Esta es otra complicación que se añade y que realmente es un reto. El espectador vive el vía crucis con Nora. La transformación, la angustia y el miedo; el enfrentarse con uno mismo que es de lo que habla Ibsen. Este cambio llega en un momento que es necesario, porque la angustia casi es insoportable y es, o cortar esto, o suicidarte: hay dos caminos posibles y decide vivir marchándose. Me gustaría dar en esa última escena algo realmente auténtico, que cualquier mujer pueda sentir las palabras que está sintiendo Nora y las pudiera decir.
A mí la obra, en un principio, me recuerda un poco a Shirley Valentine, una mujer que vive en un rol y decide liberarse.
Puede haber semejanzas, pero la diferencia es el secreto inconfesable de Nora que es enfrentarse a sí misma. El modo de transcurrir y el motor va a ser diferente.
¿Qué opinaría Nora del asalto de las feministas que hubo en el Congreso de los Diputados hace unos días?
Es tan difícil eso. En el punto en el que acaba la obra, ella va a empezar a aprender por sí misma y se va a liberar de lo que tenía para no juzgar y no tener filtros. Esa pregunta se la tendrías que hacer a Nora tiempo después, porque al principio de la obra ella está, seguramente, en contra del aborto. Al final de la obra ella se enfrenta a sí misma y se va dándole igual la sociedad y eso es muy valiente.
¿Cómo crees que revolucionó Henrik Ibsen el teatro?
Ibsen a partir de Los pilares de la sociedad, que es una obra que escribió antes de Casa de muñecas, cambió el modo de escritura y modificó el teatro de cinco actos a tres. Transformó el modo de escribir, las historias que contaba no hablaban de héroes clásicos sino que empezó a mirar desde la introspección, lo que tenía delante y darle opinión a eso que veía. Ibsen decía que un espíritu de rebeldía verdadero es aquel que busca la felicidad en esta vida. Por eso creo que debíamos cambiar a la hora de interpretar esta obra, porque si Ibsen quería que fueran los problemas de aquí y del ahora, debíamos mostrarlos en el escenario. Por ello tengo que unirme tanto a Nora y pensar en lo que siento con respecto a lo que estamos hablando y sobre qué quiero luchar y cambiar.
¿Cómo es volver a actuar en tu tierra después de estar trabajando tanto tiempo en Madrid?
A mí me encanta volver aquí y me gustaría que se hicieran más cosas. Creo que se están esforzando para que sobreviva aquí el teatro. Si se fomentase, Valencia podría ser muy rica culturalmente. Para que la gente vaya más al teatro hay que darle más importancia, tanta como a la educación, aunque se debería dar más, como se hace en Francia o en otros países europeos. Si desde arriba no se le da esa importancia, nosotros también le iremos dando menos.
Has trabajado en muchas obras de teatro en Madrid, ¿qué diferencia ves de Madrid a Valencia con respecto al público?
En Madrid todo el mundo va a al teatro y aquí no hay placer ni ganas por ver cosas diferentes. No hablo sólo de teatro comercial, hablo de todo tipo como El Matadero, Microteatro, El Teatro Español… que siempre están llenos. Como actriz me encantaría hacer más teatro, pero como espectador creo que también gusta ver la sala llena y compartir ese viaje, de ver al actor en directo y disfrutar.
Laura Alfaro
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