#MAKMAMúsica
Rafael Riqueni
Presentación de su último disco, ‘Herencia’
Panorama flamenco
Teatro Talía
Caballeros 31, València
2 de mayo de 2022
Horas antes de los 100 minutazos de recital que ofreció Rafael Riqueni en el Teatro Talía llovía tanto que en las paredes de Valencia se podían adivinar caras de Bélmez. El guitarrista fue niño prodigio y nació en uno de los barrios más flamencos del mundo, en Triana, en 1962. Ganó los concursos nacionales de Córdoba y Jerez. Hoy en día su garrotín es obra obligada en el último curso del Conservatorio Superior de guitarra.
Fue el disco ‘Fuente y caudal’, de Paco de Lucía, el que le hizo coger el instrumento y no separarse de él en más de 40 años. En sus ratos libres pinta el puente de su vecindario y otros de Sevilla a la témpera por afición y por poco no tuvo que sacar un boli para trazar uno, como en los dibujos animados, que le permitiese subir al arca y conservar la especie. Llegó al hotel, sin embargo, solo. Es decir, sin su guitarra.
“Con la humedad que hace no la puedo sacar del estuche. Este tiempo es malísimo. Las fotos las podemos hacer en el teatro”. Es allí, en los teatros y en las salas, donde confiesa Riqueni que no puede ser más feliz ni durante más tiempo, aunque le concede más importancia al futuro que al pasado. Sus ojos y sus dedos formaron un equipo formidable para presentar cada minuto como un acontecimiento trascendente. Cuando ya lo ha hecho todo, Rafael Riqueni trae expectativas de refundación en la presentación de ‘Herencia’, su último trabajo.
“Este concierto lo llevaré mucho tiempo en mi cabeza”, repetía como podía por encima del estruendo en forma de ovaciones. Puso fin a la velada con ‘Ímpetu’, las bulerías del maestro alicantino de la guitarra Mario Escudero, con una sonrisa en esbozo, fija, como conservada en permafrost, desde que el momento en que pisó el escenario.
¿Sigue alguna rutina fija con la guitarra antes de los conciertos?
El día antes intento pasarlo entero practicando. El mismo día del concierto hago ejercicios con el instrumento por la mañana y me gusta llegar temprano a los sitios en los que voy a tocar. Me quedo solo, en el camerino, tocando.
Comentaba antes cómo las condiciones ambientales, los cambios bruscos de humedad y temperatura, pueden destemplar la guitarra.
Recuerdo un concierto en Londres en el que me sorprendí mucho porque cuando saqué la guitarra de la funda después de un viaje de Madrid a Reino Unido estaba como una piedra. Había cambiado la pulsación totalmente.
¿Hasta el punto de que si le vendaran los ojos y pusieran la guitarra en sus manos no la reconocería?
Efectivamente. Estás acostumbrado a una tensión determinada y si cambia tienes dificultades para tocar. Es algo extraño al tacto.
Hablemos de su octavo álbum, ‘Herencia’. Junto al anterior, ‘Parque de María Luisa’, da la impresión de suponer un testimonio, un repaso del arte flamenco y también biográfico, con sus lugares y autores de mayor importancia. ¿Se siente renacido?
Me encuentro muy bien. Si no me siento renacido, por lo menos resurgido, por poder volver a mis conciertos, a mis discos. Ha sido casi un milagro. Sé que hay mucha gente que se alegra de mi vuelta a la música y yo también me alegro por haberlo hecho con los discos que tú mencionabas. Estás en lo cierto de plantearlo como una mirada atrás.
‘Herencia’ es una manufactura a la sombra de los guitarristas Enrique de Melchor, Joaquín Amador, Serranito, Tomatito, Paco de Lucía, del bailaor Mario Maya y del cantaor Enrique Morente, de quien fuiste escudero en infinidad de conciertos y algunos discos. ¿En qué se parece y se diferencia de ‘Maestros’(1994)? A parte de que los homenajeados sean otros.
En ‘Maestros’ hago una interpelación a los toques de los nombres que aparecen en el disco y en ‘Herencia’ aparecen falsetas de algunos de ellos, pero pasadas por mi filtro. La inspiración que me suscitan es la base que da coherencia a todo el trabajo.
¿En lo personal, acusa el peso de esas ausencias? ¿Se siente como un ejemplar de fin de especie? Un maestro de maestros que queda en pie en mitad del vacío.
La verdad es que sí. Han sido unos años difíciles en los que estaba perdido, había perdido la confianza en mí mismo. Ahora estoy en una fase muy diferente. Si me dieran a elegir me quedaría con la forma de tocar que tengo ahora, más despacio, disfrutando de la guitarra en el estudio y en el escenario. Creo que toco con más peso.
¿Con unas composiciones más redondas, menos virtuosas?
El virtuosismo lo tengo aparcado. Prefiero tocar con reposo, con menos florituras. Diferente.
La guitarra flamenca empezó a mostrar interés en la armonía a partir de Sanlúcar, Paco de Lucía y Serranito. Entre el cante, el baile y la guitarra, ¿es la disciplina que ha despuntado y creado un repertorio inmenso y nuevo por su riqueza creativa?
Desde la época de Borrull, Niño Ricardo, pasando por los maestros citados y llegando a las nuevas generaciones, sin ninguna duda lo que más ha evolucionado ha sido la guitarra flamenca. Hay muy buena cantera y la guitarra sigue llegando por derecho propio donde nunca había estado. Ahora hay muchos guitarristas que tocan con más técnica y sabiduría que nosotros en nuestra época. Tienen mucha más información y recursos disponibles. Nosotros pasábamos más fatigas para tocar.
¿A qué guitarristas sigue? Por interés.
Sigo escuchando mucho a Paco de Lucía. Digamos que es la guitarra que me inspira para tocar y componer. Y también para aprender. Adapto falsetas de Paco a mi manera y las llevo a mi terreno. También escucho mucho a Manolo Sanlúcar, un artista enorme y un pedazo de músico.
Le comentó en una entrevista al crítico Manuel Bohórquez que no desea acartonarse encima de un escenario. En lo que llevamos de conversación se aprecian proyectos e ideas que no llevan a pensar en que se vaya a jubilar pronto.
De momento estoy muy activo. Es la época que más conciertos estoy haciendo en mi vida. Tengo muchas ideas aún por materializar y creo que cuando cumpla 70, si la salud me lo permite, habrá llegado mi momento. Me dedicaré a otras cosas.
Montará una tienda de guitarra en Sevilla, como ha dicho alguna vez.
Sí, sí.
¿Se ve detrás del mostrador, vendiendo cuerdas, anotando encargos…?
Sí. Lo único que quiero es tener una madurez tranquila. Vivir tranquilo los años que me queden, que espero que sean muchos, pero sin la presión de los conciertos, las grabaciones…
El flamenco siempre se ha analizado desde un punto de vista emocional y sentimental. Hasta el punto de que Manolo Sanlúcar dice que el flamenco lo han contado los poetas y los aficionados, pero no los músicos. Por eso, a su memoria del género le falta rigor y le sobra leyenda. De hecho, él mismo ha trabajado durante 15 años para publicar una enciclopedia monumental sobre el asunto. ¿Se ha superado esa consideración del flamenco como un trance místico más que como música? Es decir, como algo que se puede aprender y perfeccionar y no como un don exclusivo de cuna.
Ha habido durante mucho tiempo guitarristas que pensaban que era una música que no se podía escribir y es posible que todo lo que tiene que ver con la improvisación no se pueda meter en un pentagrama, pero sí el grueso de las falsetas para estudiarlas. Yo he escrito mucha música de guitarra. Cuando compongo sé dónde voy y por qué lo hago. Solo me tengo que preocupar de darles forma y armonizarlas, pero esa sabiduría me viene del estudio de la música. Me da una libertad para expresarme muy grande. En cuanto a la labor del maestro Sanlúcar, creo que ha sido muy importante para que las nuevas generaciones puedan aprender el flamenco de otra forma.
Decía que tenía muchos proyectos e ideas en la cabeza. Díganos alguno.
Una casa de discos americana, de Los Ángeles, nos ha propuesto grabar un disco de versiones de canciones románticas estadounidenses, como las de Michael Jackson, Whitney Houston… en esa línea.
La copla americana, vamos.
Eso, eso.
¿Le ilusiona ese proyecto?
Mucho.
¿Tiene ya un borrador de ese trabajo pensado?
Creo que van a ser solo dos guitarras, una de acompañamiento y otra punteando. Quiero darle una vuelta a mi forma de tocar. Esa es la intención, tocar, pero reinventarme con otro sonido. Estoy pensando en un listado de posibles canciones para versionar.
Nos han contado que le gusta mucho pintar. ¿En qué estilo se ubica?
En la pintura no soy nada, pero me entretiene y me gusta. Suelo pintar en témpera y casi siempre puentes de Triana, con mucho colorido.
Hemos empezado la entrevista hablando de ‘Herencia’, su disco. ¿Cuál cree que es la herencia que va a dejar Rafael Riqueni?
Me gustaría que mi obra fuera una respuesta a lo que todos los guitarristas me preguntan, que cómo compongo, cómo construyo las falsetas… Se interesan mucho por mi forma de componer, mis armonías, y quizás sea eso lo que deje para la posteridad tras mi paso por la música.
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