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‘Untdelemn’, de Rebeca Plana
Fundación Chirivella Soriano y Consorci de Museus de la Comunitat Valenciana (CMCV)
Comisariado: Álvaro Alcázar
Fundación Chirivella Soriano
Palau de Valeriola
Valeriola 13, València
Hasta el 23 de junio de 2024
“La pintura es un estado del ser. Todo buen artista pinta lo que es”. Y Rebeca Plana, siguiendo esa máxima del pintor expresionista Jackson Pollock, se deja arrebatar por los diferentes estados de ánimo que le provoca la naturaleza, para pintar como si en ello le fuera la vida. “Me llaman terratrèmol, porque soy un terremoto”, reconoció la artista de Albalat de la Ribera, municipio valenciano del que se nutre para dar rienda suelta a su imaginación desbordante.
“La pintura es un palacio sin puerta, un espacio mágico”, prosiguió, una vez abierta la espita del cerebro que acumula años de dedicación pertinaz a la pintura. “Llevo 25 años trabajando contra viento y marea”. El viento y la marea de un entorno paisajístico que recoge en su obra a paladas, dejándose llevar por una fuerza interior que despliega para que toda esa energía aflore en la superficie del lienzo.
“La pintura tiene una vida propia. Yo trato de dejar que aflore”, decía Pollock, representante de una pintura expresionista que Plana reconoce como una de sus tantas influencias. Por eso ella, al hilo de lo apuntado, va tejiendo, o mejor, descosiendo, la tupida vegetación que aflora en sus trabajos como si fueran relámpagos.
“Es pura fuerza, energía, vitalidad, tristeza”, resumió Álvaro Alcázar, comisario de ‘Untdelemn’, la exposición que permanecerá en la Fundación Chirivella Soriano hasta el 23 de junio, tratando de caracterizar el genio de la artista. Una fuerza que Rebeca Plana emplea para crear obras de arte sanadoras: “La pintura cura, primero a mí y luego se la ofrezco a los demás”.
Rodeada de naranjos, limoneros y del río Xúqer de su localidad natal, como describió Manuel Chirivella, presidente de la Fundación que acoge la muestra, Rebeca Plana hace una “interpretación emocional del paisaje”, para llenar de trazos y gestos una pintura que “del intelecto va al soporte” de una forma “vertiginosa, rápida, pero reflexionada”, subrayó Chirivella.
Las 60 obras que integran la exposición ‘Untdelemn’ convierten el Palau de Valeriola en ese “palacio sin puerta”, aludido por la artista, que se halla ahora desbordado por naranjas, amarillos, rojos, verdes e incluso azules: “Es un azul más infantil”, precisó Plana, que no sabe de medias tintas, porque toda esa gama de colores contundentes le salen de las entrañas.
“Esto es un trabajo de constancia”, destacó, a impulsos del corazón, pero sobre todo del estómago, “que es donde aparecen las mariposas”. “¿Y dónde se nos hace un nudo? Pues en el estómago”, apostilló. De manera que es a base de mariposas y de nudos que conviene desatar, mientras sobrevuelan los misterios de la naturaleza por su estudio en Albalat, como Rebeca Plana ha ido en esta ocasión destilando el aceite purificador al que alude el título expositivo.
“Untdelemn es una palabra rumana cuyo significado tiene que ver con el aceite de la primera prensada y que sirve para curar no solo el físico, sino también el alma”, explicó la artista, quien antes ya había insinuado que “la pintura es un acto de fe”, aunque luego aclaró que “no es el aceite sacramental, de ungir, sino el que se utiliza para celebrar, como la propia pintura”.
“La pintura es pintura y la escultura, escultura. Y eso es lo eterno”, agregó, quien dijo celebrar todos los días el acto de pintar poniéndose cada mañana buena música en su estudio. Por ejemplo, Franco Battiato: “La estación de los amores viene y va. Y los deseos no envejecen, a pesar de la edad”, cantó el italiano en el tema precisamente titulado ‘La estación de los amores’.
La propia Rebeca Plana se refirió en cierto momento a esa cualidad siempre renovada del deseo para explicar su fe en la pintura, cuya sacralidad descartó, si bien el destilado de su obra tiene el mismo carácter mágico de la naturaleza que sobrecoge, en tanto produce lo que el psicoanalista Sigmund Freud recogió como “sentimiento oceánico”. Un sentimiento que va más allá de los límites cognitivos, para abrirse a esa otra dimensión subjetiva que caracteriza a los sueños.
“Hay que saltarse las normas porque si no, no es divertido”, resaltó Plana. Ni divertido, ni en consonancia con un acto creativo que hurga en las entrañas de la naturaleza, desde las suyas propias. “La pintura debe estar viva”, insistió, trayendo a colación “la alegría del dibujo que un niño pinta para dárselo a su madre”.
Y es así, desde el amor y la alegría, como Rebeca Plana, paradójicamente, transforma el fondo oscuro y enigmático de la naturaleza en un mapa de color que asaetea los oídos a base de latigazos gestuales, de un salpicón de trazos. “El lienzo es un campo de batalla interminable”, sentenció Antonio Saura. Y como queriéndole dar la razón, Rebeca Plana diríamos que concluye su exposición con una obra “muy de Saura”, dejó caer el escritor y periodista Martí Domínguez. Un torbellino de aspavientos negros para cerrar su balsámico ‘Untdelemn’.
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