Llenos de Gracia. Rober Bueso

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‘Llenos de gracia’, de Roberto Bueso
Con Carmen Machi, Paula Usero, Pablo Chiapella, Manolo Solo, Nuria González, Dairon Tallon y Anis Doroftei, entre otros
109′, España | Mod Producciones, Misent Producciones, RTVE, À Punt Media, Movistar Plus+, 2022
37 Cinema Jove
Estreno: viernes 24 de junio de 2022

Uno de los rasgos definitorios sobre los que cabe sustentar la inestable condición de los individuos –atomizados, exaltados y turbulentos– en el enardecido contexto contemporáneo (y occidental) descansa sobre el manejo de las emociones, en torno a cuya convulsa naturaleza, a caballo sempiterno entre el dramatismo y la ataraxia, se encauza el norte de nuestras acciones.

De este modo, dispuestos y (des)orientados, se antoja tarea cada vez más compleja el empleo de la razón para dar respuesta y discernimiento al control de los sentimientos bajo el contexto de lo que la psicóloga deportiva Inma Puig define como contabilidad emocional. La autora del popularizado ensayo ‘La revolución emocional‘ (Conecta, 2019) recurre al sociólogo Zygmunt Bauman para alumbrar una certeza con la que conjugar todas las vacilaciones posibles: “El PIB lo mide todo, excepto lo que hace que valga la pena vivir”.

Una infalible apreciación siempre necesitada de ejemplos con los que dar refrendo a ese espacio en el que se consuman los hehos prodigiosos revestidos de sencillez. Tal vez, por ello, Puig culmine su recorrido a través de una coda irresistible: la emotiva y pedagógica relación entre el futbolista profesional Valmiro López Rocha ‘Valdo’ y la hermana Marina, monja de la orden de las Esclavas que axulió al joven hispano-caboverdiano a dar forma a su talento deportivo durante su estancia tutelada en la Casa de Caridad de Cáritas de Aravaca, a mediados de los años 90.

Llenos de gracia. Roberto Bueso

Un relato de afectos, perseverancia y superación al que el cineasta valenciano Roberto Bueso da forma desde la ficción con su segundo largometraje, ‘Llenos de gracia’, valiéndose de ese ejercicio de inspiración para alumbrar la historia de un internado religioso en decadencia, El Parral, cuyo precario horizonte económico viene a secundar el frágil porvenir de un heteróclito grupo niños y adolescentes excomulgados por el sistema.

“Una historia que tenía mucho espíritu, un corazón que merecía la pena contarse y que nos servía de premisa para contar la película de una manera bastante libre”, afirmaba Bueso tras el preestreno del filme en el marco del festival Cinema Jove, antes de irrumpir en salas el viernes 24 de junio.

“’Llenos de gracia’ tenía el reto de ser un proyecto muy respetuoso con el que acercarnos con elegancia a este caso real de las monjas y chicos que vivieron aquel fenómeno de El Parral auténtico”.

Un episodio que a través de la película “nos habla de poner todos los recursos al servicio de una defensa de estos chicos más vulnerables que requieren toda nuestra atención y afecto como sociedad. El argumento cuenta que esa perseverancia que hay que tener como sistema y como sociedad, al final, lo tiene que equilibrar una sola mujer”, la madre Marina, interpretada por Carmen Machi.

Una monja, de presumible pasado heterodoxo, que recala en El Parral tras una incontable y preceptiva itinerancia por otros centros de su orden religiosa, con la inopinada tarea de reconducir las precarias espectavivas de unos jóvenes “perversamente condenados al fracaso”, que encuentran en la organización de un equipo de fútbol todas las razones armónicas con las que apuntalar su desasistida sustantividad emocional.

Y Roberto Bueso lo procura axuliado por los ortodoxos mimbres de la comedia y el subgénero educativo, que ha encontrado en la relación entre docentes y alumnos un vasto campo de exploración social a través de la narrativa cinematográfica.

Así, todo en ‘Llenos de gracia’ se antoja consabido, previsible, acaso como una de esas derivas argumentales por las que hemos paseado decenas de veces y de las que conocemos bien sus giros, argucias y desenlaces. Personajes arquetípicos a los que insuflan oxígeno Paula Usero, Pablo Chiapella o Manolo Solo, en constante simetría entre aparentes bondadosos y malvados con los que alimentar la inquietud de una diégesis afable, distraída y bienintencionada.

Sin embargo, Bueso encuentra y mantiene siempre el tono y el filme nunca abandona su ritmo prescrito, logrando un muy digno arco final –emotivo y entretenido (quizás el mayor halago que pueda recibir siempre una comedia de estas características)–, respaldado por el hallazgo de un reparto de infantes que doblegan cualquier ejercicio de impostura actoral y que rubrican todo el sentido y pulsión del proyecto.