#MAKMALibros
Entrevista a Rosa Ribas
‘Nuestros muertos’
Editorial Tusquets
Rosa Ribas es esquiadora de fondo, senderista de largo recorrido. Sus relatos se extienden en forma de trilogías, como el protagonizado por la reportera Ana Martí, escrito a cuatro manos con Sabine Hofmann, o la saga de Cornelia Weber-Tejedor.
Acaba de aparecer en Tusquets el tercer título de su serie sobre la agencia de detectives de la familia Hernández del barrio barcelonés de Sant Andreu, ‘Nuestros muertos’ que, según confiesa la autora a MAKMA, posiblemente, no será el último.
Los Hernández podrían ser una familia normal y corriente del barrio barcelonés de Sant Andreu, salvo por un pequeño detalle: todos su miembros, con excepción de la madre, Lola, persona de excepcional inteligencia que sufre un trastorno mental, son detectives en una misma agencia, circunstancia que aporta a sus vidas una buena dosis de riesgo y emoción.
Los Hernández viven en la cabeza de la escritora Rosa Ribas, muy dada a las sagas como narradora de largo recorrido. Les ha dedicado tres novelas todas ellas editadas por Tusquets: ‘Un asunto demasido familia’ (2016) y ‘Los buenos hijos’ (2019). En la tercera y hasta ahora última, ‘Nuestros muertos’, encontramos a la familia superando todavía la muerte traumática de uno de los hijos y trabajando cada uno por su lado.
El caso que investiga el padre, Mateo, la desaparición de un joven y emprendedor empresario, hace que él, sus hijas Nora y Amalia junto con el indispensable Ayala vuelvan a trabajar juntos bajo la mirada ora ausente, ora perspicaz de Lola, la matriarca de la familia.
¿’Nuestros muertos’ es un adiós a los Hernández, o sólo un hasta luego?
Creo que hay que cerrar las series cuando los personajes están en alto, no me parece correcto ni para los lectores ni para los propios personajes continuar las series si ya no queda nada que contar, si notas que el personaje está agotado o tú estás cansada de él. Cuando empecé a escribir la novela, estaba convencida de que era el momento de cerrar la serie y pensé que ‘Nuestros muertos’ sería un adiós definitivo.
Tenía incluso otro final pensado, mucho más radical. Pero a medida que iba avanzando y volvía a entrar en el mundo de los Hernández, me di cuenta de que esta familia todavía tiene recorrido narrativo, que quedan muchas cosas por contar y quiero reservarme la opción de volver a encontrármelos.
¿Por qué un apellido tan español en vez de uno catalán?
Lo de los apellidos tiene que ver con los diferentes orígenes de Mateo y Lola. Mateo es hijo de emigrantes andaluces, de ahí su apellido Hernández. Mateo se crio primero en un barrio de chabolas y después llegó al barrio cuando sus padres pudieron por fin tener una casa. Lola, en cambio, es descendiente de una familia de indianos catalanes venida a menos, por eso el apellido Obiols. Me gusta que en ambos confluya lo que es Barcelona, la Barcelona mestiza que tanto aprecio.
Además de thrillers tus libros de los Hernández son radiografías sobre las relaciones paternofiliales y fraternales.
Esto fue el punto de partida de la serie: quería escribir sobre la familia. En cuanto lo pensé, así en abstracto, me vino de inmediato a la mente la idea de los secretos de familia. Y detrás, como si fuera un encadenamiento natural, la idea de que los protagonistas fueran una familia de detectives, personas especializadas en descubrir los secretos que los demás ocultan y que se diera la paradoja de que ellos mismos no saben los secretos que se ocultan unos a otros.
En realidad, muchas familias funcionan como agencias de detectives en las que se investigan secretos. ¿La familia es la fuente de todos los bienes y males?
Me encanta esta observación sobre las familias como agencias de detectives. Es, además, una relación cambiante, en la que a veces eres el detective y a veces el investigado. No diría que la familia es la fuente de todos los bienes y males, pero sí una de las más importantes.
Nos marca de forma indeleble, nos condiciona, nos puede proteger del mismo modo que nos puede destruir. Es un territorio de enorme intimidad, de convivencia y a la vez nos puede hacer sentir muy solos e incomprendidos. Es el mundo en miniatura.
Las fotos de familia tienen un papel en tu historia incluso desde la portada. ¿Tienes muchas en tu álbum?
Tengo que confesar que he ‘robado’ de los álbumes de mis padres aquellas que más me gustaban. No son muchas, pero las considero uno de mis bienes más valiosos, hasta el punto de que cuando me mudé de Alemania a Barcelona las llevé conmigo en el equipaje de mano del avión, no quería confiarlas a la maleta que iba en bodega y mucho menos al camión de la mudanza.
«Cataluña es hoy una especie de sándwich entre los indepes y todos esos moros y panchitos», dice uno de los personajes. ¿Crees que muchos piensan así?
Sí, por eso lo puse en boca de uno de los personajes, que, además, se lo dice a Mateo Hernández con el desparpajo con que lo sueltan todos los que están convencidos de que la mayoría comparte sus opiniones.
«La gente de la periferia se siente siempre algo incómoda en todas partes». Tú naciste en ella, en El Prat, pero te has adaptado muy bien a distintos entornos.
Tal vez porque en mi infancia cambié muchas veces de escuela y esto me otorgó dos cualidades que creo que me han sido muy útiles en la vida: la facilidad de adaptación y la capacidad de convivir con la sensación de estar siempre algo descolocada, que, por otra parte, te hace, creo yo, más observadora.
He sido la ‘nueva’ en tantas ocasiones que creo que he aprendido a mirar y a entender rápido cómo funcionan las cosas en el lugar en el que acabas de caer. Si a esto le sumamos el sentimiento imborrable de proceder de la periferia, vas desarrollando una mirada propia. Escribir es darle salida a esa forma de ver el mundo.
Parece que te salen las historias en forma de sagas: la de Cordelia Weber-Tejedor, la de Ana Martí y la de la familia Hernández. ¿A qué crees que se debe?
Antes de contestar, querría destacar lo acertado de la formulación ‘te salen’, porque es así, no planifico trilogías, me salen trilogías. Como te decía, cuando empecé a escribir ‘Un asuntodemasiado familiar’, la primera de esta serie, pensaba que sería una novela suelta.
Cuando me di cuenta de que iba a darles más recorrido a los personajes, pensé que una trilogía era una buena medida. Ahora, sinceramente, me lo estoy replanteando. Los Hernández siguen muy vivos en mi cabeza y yo no estoy ni cansada ni aburrida de ellos. Veremos.
¿Sigues escribiendo en lápiz y encuadernando tus borradores para corregirlos sobre papel?
Sí. No sé trabajar de otra manera. Siempre llevo una libreta conmigo y un estuche con varios lápices, entre ellos uno rojo. Paso lo que escribo a mano al ordenador y cuando tengo ya cierta cantidad de texto lo imprimo y lo encuaderno. Entonces, releo ese texto que parecía tan hecho, tan acabado en la pantalla y empiezo a hacer cambios, a tachar, a completar… Es en el papel y con el lápiz en la mano cuando pasan cosas.
¿Cómo influyó tu exilio voluntario en Alemania en tu evolución literaria? En Frankfurt deberías de echar de menos la vida de barrio.
La experiencia de vivir fuera ha sido determinante. Me ha dado una perspectiva diferente, me ha dado una mirada propia, al reforzar esa ‘exterioridad’ que ya traía de casa por el hecho de venir de la periferia.
En Frankfurt tenía más vida de barrio que en El Prat. Vivía en un barrio, Nordend, que conservaba este carácter. Allí tenía mis cafés a los que iba a escribir, mis vecinos, mis paseos, mis tiendas…
¿Resides ahora en Sant Andreu?
No, no vivo en Sant Andreu, sino en Sants, también muy barrio, aunque en el otro extremo de Barcelona, más cerca del Llobregat, más cerca del Prat de Llobregat, de donde soy y donde tengo a buena parte de mi familia.
Elegí Sant Andreu para mis novelas porque es el barrio más pueblo de Barcelona y eso era muy importante, porque se trata de que sean detectives de barrio. Sobre todo, el padre, Mateo, saca mucho partido del hecho de que Sant Andreu, a pesar de que lleva un siglo siendo parte de Barcelona, siga siendo un pueblo, un lugar donde la gente se conoce y donde él conoce a todo el mundo y sabe mucho de todos.
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