La felicidad. Russafa Escénica
Diversos espacios del barrio de Russafa. Valencia
Balance del festival concluido el 29 de septiembre
Parecía una premonición. ‘La felicidad’ que se utilizó como lema para la tercera edición de Russafa Escènica significó de entrada una visión optimista del teatro, el arte y la cultura, en tiempos de crisis, para terminar siendo una película con final feliz. Según los datos facilitados por la organización del festival, 10.000 han sido los pases repartidos para ver los 25 estrenos absolutos programados durante los diez días del festival, lo que significa un incremento de público del 60% con respecto a la edición del pasado año. Y todo eso con una fórmula bien sencilla, que anima y mucho en medio de tanto recorte y tanto proyecto de hojarasca: un festival hecho con escasos recursos económicos, pero con una enorme voluntad, sacrificio y creatividad.
A buen seguro que CulturArts y AISGE, la asociación que gestiona los derechos de los actores, habrán tomado buena nota. Su primera colaboración en Russafa Escènica ha coincidido con los mejores resultados de un festival que crece año tras año, merced a ese trabajo cooperativo de cuantos participan en su organización, con Jerónimo Cornelles a la cabeza. La donación desinteresada de los espectadores ha permitido, según explican sus organizadores en una nota, una recaudación de 40.000 euros. Y para que se vea el carácter cooperativo de Russafa Escènica, sin duda uno de los pilares de su éxito, esa cantidad se repartirá entre los espacios colaboradores, los artistas y la organización. Pero no nos llevemos a engaño: esa dotación apenas cubre los gastos de producción de las compañías, tal y como precisan los responsables del festival.
¿Felicidad? Sin duda. Ahí están los resultados, que se han traducido en diez días de gran efervescencia teatral en los diferentes espacios del barrio de Russafa. Pero felicidad que para resultar del todo gozosa necesita de ese pequeño salto que permita a las compañías, no sólo recuperar el gasto producido, sino obtener los lógicos beneficios por su trabajo creativo. Troya: la conquista de la felicidad ha reunido a un millar de espectadores en la Sala Russafa, donde se produjo esta obra dirigida por Chema Cardeña con la participación de jóvenes actores valencianos. Al experimento se le llamó Invernadero y no ha podido dar mejores frutos.
Russafa Escènica ha consolidado su apuesta, de la que deberían tirar en próximas ediciones con más dotación económica las instituciones públicas y privadas sabedoras del potencial de un festival sin techo. El mal tiempo de la crisis no es que amaine, pero, como Russafa Escènica demuestra, se puede capear el temporal con imaginación, talento y una voluntad cooperativa a prueba de políticas con estrechez de miras. La cuarta edición, una vez comprobados los efectos de la felicidad, invita a la proclamación del deseo como fuente de poderosa energía.
Salva Torres
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