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Salomé Cuesta, vicerrectora de Arte, Ciencia, Tecnología y Sociedad de la Universitat Politècnica de València
Entrevista realizada por Jose Ramón Alarcón, Merche Medina y Salva Torres
Salomé Cuesta defendió su tesis doctoral en 1992 con una propuesta, según consta en su biografía, “teórico-práctica sobre el vacío y el tiempo, donde el objeto escultórico reducía su apariencia física en el mínimo estado de materialidad a través de la luz y la transparencia”. Diríase que, como nueva vicerrectora de Arte, Ciencia, Tecnología y Sociedad de la Universitat Politècnica de València (UPV), llega con la intención de extender esas premisas a su mandato.
De hecho, la experimentación (“me gusta ir a los espacios y que me sorprendan”) y la conexión entre las diferentes disciplinas académicas que conforman la UPV, forman parte de sus prioridades en el programa que pretende desarrollar. Nada de compartimentos estancos, sino la Universidad al servicio del conocimiento que fluye entre vasos comunicantes. “Tenemos que potenciar”, dice,” el talento y la innovación”.
El Vicerrectorado de Alumnado, Cultura y Deporte se ha transformado ahora en Vicerrectorado de Arte, Ciencia, Tecnología y Sociedad. ¿A qué se debe este cambio?
Llamó mucho la atención, cuando estábamos en campaña, utilizar arte, ciencia, tecnología y sociedad. De hecho, algún compañero del Departamento de Arquitectura mencionó que cómo desaparecía la palabra cultura de un Vicerrectorado. Sin embargo, no es la primera vez que desaparece, puesto que en otros momentos ya se llamó, por ejemplo, de Alumnado y Extensión Universitaria. Lo que ocurre es que queríamos introducir como novedad el hecho de que en los tres campus del Politécnico hay áreas de conocimiento que tienen que ver con el arte, la ciencia y la tecnología.
De manera que era un modo de reconocer que hay distintos modos de aproximarnos al mundo, de aprender y de relacionarnos. Y acompañarlo de sociedad, porque en estos tres ámbitos lo que hacemos no es solo entre nosotros, sino que es para todo el conjunto social. En este sentido, es muy importante también el concepto de “ciencia ciudadana”, que tiene que ver con el hecho de incorporar a las personas en los procesos de investigación. No esperar a sacar el producto y luego evaluar si sirve o no. Estamos en un mundo donde tenemos que colaborar y compartir, lo cual es cada día más evidente.
En todo caso, ¿qué es para ti cultura?
Cultura es lo que nos hace como personas. Nacemos en una familia, en un contexto, que nos configura. No podemos pensar ya en alta y en baja cultura, sino en modos de hacer y de ser en momentos y contextos determinados. Pensando ya en ese mismo concepto dentro de la Universidad, se suele hacer vinculándolo con exposiciones y cosas ancladas en el pasado. Si somos realistas, en la calle no ocurre eso; en las empresas se trabaja de un modo interdisciplinar y los artistas utilizan la tecnología. Incluso el que pinta cuadros con óleo, usa la tecnología que tiene a su disposición para estudiar los colores, las paletas. De modo que la cultura es algo por lo que tenemos que apostar, pero abiertos a los nuevos modos de crearla.
Esa guerra entre la cultura científica y la cultura humanista, que surge en los 60, tal vez haya dado lugar a la tercera cultura, que es, valga la expresión, la que debemos cultivar, por aquello de la proximidad entre cultivo y cultura. Vivimos en un mundo muy compartimentado, donde cada uno es especialista de lo suyo y no dialoga, cuando lo que se requiere es justamente lo contrario: tenemos que hablar y trabajar juntos, buscando esas sinergias.
Del legado de José Luis Cueto, anterior vicerrector de Cultura, ¿qué quieres mantener y qué piensas que conviene modificar o darle otro enfoque?
La novedad que introducimos como equipo rectoral es el hecho paritario: somos seis vicerrectoras y cinco vicerrectores. Esto ya da una idea de que vamos a trabajar mucho los conceptos de igualdad, los ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible), la Agenda 2030, o la conciencia ciudadana. Todo ese enfoque lo queremos trabajar desde esa tercera cultura, en el sentido de que los vicerrectorados nos comunicamos bastante en las acciones que llevamos a cabo. Estamos así haciendo visible esa ‘Cultura Politécnica’, que quizás [José Luis] Cueto, en su etapa y en aquella exposición que montó, ya anunciaba: una cultura participativa, colaborativa e interdisciplinar que se proyecta hacia la sociedad.
En este sentido, la Sala de Rectorado se cierra para que cumpla otras funciones y se traslada al Ágora, donde se están remodelando los bajos de la biblioteca. Así como la Sala de Rectorado se asociaba con los de Bellas Artes, que iban a poner sus exposiciones, el nuevo espacio de la biblioteca queremos que surja con el enfoque de que sea un espacio de todos. Una especie de Media Art.
¿Se sabe ya algo de su cronograma expositivo?
Tenemos algunos hitos ya colocados en el calendario. Vamos a participar en la Valencia Capital del Diseño con algunos actos, en relación con los materiales sostenibles para los embalajes, mediante un banco de materiales novedosos que ni siquiera llegan a los diseñadores. Y queremos insertarlo en el tejido valenciano, para que sea un trabajo efectivo, porque la Universidad tiene que ser un lugar más experimental, donde más se arriesgue. Queremos cosas que no se hayan visto antes, que nos rompan la cabeza, porque para lo otro ya están los museos y las galerías, que cumplen otras funciones, mientras que nuestra labor es experimental. Tenemos que potenciar el talento y la innovación en todos los ámbitos del conocimiento.
Siempre se ha dicho que la Universitat Politècnica de València, por aquello de hallarse en el extrarradio de Valencia, necesita de políticas culturales que la conecten con la ciudad. ¿Forma parte de vuestro programa?
Efectivamente, tenemos que conectarnos con la ciudad. En este sentido, me he puesto en contacto con el director del Centre del Carme, José Luis Pérez Pont, para que los investigadores que tenemos, todo el potencial que atesoramos, sean parte de un programa de ciencia ciudadana, de forma que la experiencia universitaria se traslade a un espacio cultural. Queremos ser interlocutores con esos ámbitos, pero también con instituciones y asociaciones concretas, con el fin de realizar actividades todavía por desarrollar.
Es muy interesante el diálogo, pero tenemos que aprender a hablar, porque en ocasiones hablamos con lenguajes que tenemos que saber lo que significan las palabras. El científico está acostumbrado a estar en su laboratorio o el tecnólogo en su taller y hay que saber cómo se traslada ese conocimiento al espacio cultural. Hay que adecuar ese lenguaje experto a la sociedad, lo cual es una tarea laboriosa. Nuestro objetivo es que todo lo que se produzca en el Politécnico se pueda disfrutar en Valencia, empezando por el Centre del Carme, por ese pasado que nos unía, porque allí estuvo en su día la Escuela de Bellas Artes.
¿Cómo ha evolucionado la relación del conocimiento con la profesionalidad? ¿Qué puede ofrecer la universidad ahora, teniendo en cuenta que en su día quizás ha estado escorada hacia un ámbito más elitista?
El hecho de haber crecido en el Campus de Vera como estudiante de Bellas Artes marcó mucho la carrera, donde nos codeábamos con ingenieros, informáticos, gente del departamento de motores. De modo que siempre entendimos ese diálogo entre arte, ciencia y tecnología. En la UPV se da una formación integrada a los estudiantes, que es el valor añadido que podemos ofrecer. No se viene solo al Campus a estudiar las asignaturas de tu carrera, sino que te apuntas a las actividades que se hacen en cultura, deporte o voluntariado social.
En ese diálogo entre arte y ciencia, ¿por parte de quién hay más resistencia?
Hay mucha proximidad entre el artista y el científico, más de la que pensamos, lo que ocurre es que a nivel disciplinar en nuestro sistema educativo se los ha separado. En realidad, tenemos mucho en común en los procesos. Muchas veces la ciencia necesita de las metáforas para explicar cosas y, en este sentido, quién mejor que los artistas para construir esas metáforas. Para impulsar ese diálogo, hemos lanzado dos convocatorias: una para que la comunidad universitaria trabaje de modo interdisciplinar con asociaciones de fuera, y otra de artistas que vengan a hacer residencias en laboratorios. Y cuando acaben ambas te podré decir cómo va ese diálogo y quién opone más resistencia. (risas)
¿Qué diferencias observas entre el alumnado de ahora y el de hace unos años?
El alumnado de los años 80 estaba muy determinado por los concursos. Había un apoyo de las artes plásticas desde el Ayuntamiento y todos los estudiantes de mi generación nos presentábamos para darte a conocer. ¿Qué es lo que ocurre ahora? La proyección a nivel de concursos no es tan grande, puesto que ahora tienen algo que nosotros no teníamos, como son las redes sociales, los colectivos: se relacionan de otro modo. Hay que acompañarlos en las nuevas formas de hacer. No podemos implantarles nuestro modo de ver el mundo.
¿El consumo a un click, rápido e instantáneo, hasta qué punto condiciona la forma de establecer la programación cultural de tu Vicerrectorado?
Tantos años dando clase, digamos que le vas tomando el pulso a los cambios de las distintas generaciones. Y, en cierto modo, eres un interlocutor de todas esas transformaciones. No podemos pensar la Universidad de espaldas a quienes la componen. A la hora de hacer la programación tenemos que pensar en quién es nuestro público objetivo, pero sin pensar tampoco únicamente en aquellas cosas que les van a dar satisfacción. La Universidad es un lugar de conocimiento y debemos hacer que la gente piense a través de espacios de experimentación.
¿Con qué presupuesto cuentas para llevar a cabo tu programa?
De presupuesto no he hablado todavía con el gerente. Es una reunión que tendré dentro de 15 días. He visto los presupuestos anteriores, las actividades que han realizado y hemos tratado de mantener algunas que ya se vienen haciendo, como, por ejemplo, el Festival de Jazz, que es en noviembre y que tiene bastante tradición. Luego hay otras, como Poliniza o el Festival Prime The Animation, que estaban en presupuesto y se van a seguir haciendo. Pero queremos conseguir recursos, para hacer esas otras cosas nuevas como las residencias de artistas en laboratorio o ciencia ciudadana.
¿Cuáles son tus inquietudes culturales?
Con lo de los gustos me va a salir la profesora. Me gusta ir a los espacios y que me sorprendan, que te rompan los esquemas. Siempre pongo el foco en lo que es más experimental. De hecho, la práctica artística que yo desarrollaba en los 90 tenía que ver con la luz, con instalaciones, con cosas que eran difíciles de montar. Los artistas que han trabajado con la percepción, con la desconexión que supone entrar en una nueva experiencia, son los que me atraen. Leo bastante ciencia ficción, en esa línea de interés por lo desconocido.
Y, por citar un libro, mencionaré ‘La utilidad de lo inútil’, de Nuccio Ordine, porque ahora que estamos abocados a la especialización, a la compartimentación y al ‘esto para qué sirve’, es un texto fantástico. Hay que actuar a corto, medio y largo plazo, que es lo que hacemos también en la Universidad. No buscar tanto la representación de lo que hay, sino la experimentación del presente.
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