Samson et Dalila, de Camille Saint-Saëns
Dirección musical: Roberto Abbado. Escenografía: Carlus Padrissa, La Fura dels Baus
Palau de Les Arts
Avenida del Professor López Piñero, 1. Valencia
Días 12, 14, 17, 20 y 23 de enero de 2016
Sansón posee la fuerza que Dios le concedió al nacer. Pero esa fuerza divina se ve comprometida por esa otra fuerza más terrenal y seductora que posee la tentadora Dalila. Esa tensión entre lo metafísico y lo telúrico, al igual que entre el orden del relato místico y el desorden pulsional está en el núcleo de la ópera de Saint-Saëns. Carlus Padrissa (La Fura dels Baus) lo dijo desde Chile, en conexión vía skype con Les Arts: “Es una relectura del Samson et Dalila que se estrenó en Roma en 2013”. Relectura de la ópera de Saint-Saëns, con hasta ocho mandalas de dos metros cada uno que sirven para ir transformando la escena, un anillo de luz “valenciana, muy clara” y, “cada vez más” (subrayó Padrissa) “con el arte de la entropía”. Y se explicó: “Lo que está arriba, está para caer”, concluyendo que “la destrucción nos mantiene fascinados”.
Fue su explicación al poder que todavía hoy posee la historia mítica de Sansón y Dalila, relato bíblico contenido en el Libro de los Jueces del Antiguo Testamento. Con esos mimbres, Camille Saint-Saëns compuso la ópera estrenada en Weimar en 1877, “no en Francia”, subrayó Roberto Abbado, director musical que cederá su batuta a Plácido Domingo en la representación del día 20 para celebrar el 75 cumpleaños del tenor. “Es una ópera compleja que en tiempo de Saint-Saëns no fue entendida en Francia”. No sólo por las reticencias a que un tema bíblico fuera llevado a escena, sino “por su dificultad”.
Samson et Dalila, una vez recuperado a bombo y platillo el eco de la saga Star Wars, hurga también en ese lado oscuro de la fuerza. Y lo hace con una “producción minimal de bajo presupuesto, adaptado a los tiempos de crisis, pero con mucha imaginación”, destacó Padrissa. Zamira Pasceri, que colabora con La Fura dels Baus en la escenografía, apuntó que les había interesado el tema de la guerra, pero desde un punto de vista más personal. “Es un viaje del concepto histórico a lo individual”.
De manera que el “conflicto entre pueblos [filisteos y judíos] y religiones”, que indicó Davide Livermore, intendente de Les Arts, queda absorbido por el más penetrante conflicto interior de los propios Samson (Gregory Kunde) y Dalila (Varduhi Abrahamyan). “Siempre son bienvenidas obras que nos hacen reflexionar sobre la génesis de la guerra”, que Padrissa recordó al mencionar los 18 conflictos bélicos más recientes, el medio millón de muertos y los 13 millones de refugiados. Pasceri subrayó que aunque el tema central de Samson et Dalila sea la ceguera como castigo, en realidad este castigo “es una oportunidad para que Sansón mire en su interior enfrentándose a la verdad, a nosotros mismos”.
Es la doble faz del poder de la fuerza: constructiva y destructiva a un tiempo. “Sansón es un semi dios, que tiene tentaciones que no puede evitar”, de las cuales se da cuenta en el tercer acto y por las que “pido perdón a Dios”, explicó Gregory Kunde, cuyo papel de Sansón ha tenido que ejercer incluso fuera de escena: “Tuve un cáncer hace unos años y ahora estoy de vuelta”. Ni siquiera un accidente durante los ensayos, por el que aún cojea, ha podido quitarle el protagonismo: “Hace 35 años hice de segundo filisteo en Chicago”.
La gran fuerza de Sansón contenida en su larga cabellera Kunde la resumió así: “Es la historia de un hombre con una gran responsabilidad sobre sus hombros”. Falla debido a las tentaciones y pide “que le den una segunda oportunidad”. La rima entre sus cabellos y las cuerdas que luego le atan a las columnas del templo, Pasceri la derivó hacia el bondage: “Son las ataduras o condicionamientos de nuestra propia cultura”, algo que ata y tan pronto puede ser placentero como doloroso. El mismo diálogo que Roberto Abbado explicó entre la música asociada a los judíos y a los filisteos: “La judía es más profunda, asociada a Dios mismo, y la filistea más superficial, ligada a los placeres más terrenales”. Todo ello, como recordó Livermore, “al servicio de la partitura”, del 12 al 23 de enero en Les Arts.
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Salva Torres
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