#MAKMAEntrevistas | Sandra Guimarães, directora de Bombas Gens
Bombas Gens Centre d’Art
Avda. de Burjassot 54, València
Entrevista realizada por Jose Ramón Alarcón, Merche Medina y Salva Torres
Sandra Guimarães ha tomado las riendas de Bombas Gens, en sustitución de Nuria Enguita, ahora al frente del IVAM. Las ha tomado con vitalidad, según se desprende del modo en que encara su nueva etapa en València, tras su paso por el Museo Serralves (Oporto, Portugal) y el Remai Modern (Saskatoon, Canadá). Una vitalidad que aflora en el brillo de sus ojos, cada vez que habla de su propuesta, y en las palabras que, dulcemente, destilan su pasión por el arte.
Quiere abrir Bombas Gens de par en par, de manera que el público sienta el centro como una casa o un refugio donde encontrarse con ese arte que nos confronta con otras personas y donde ponemos entredicho lo que ya sabemos. Quiere conectarlo con otros espacios culturales de València y más allá de nuestras fronteras. Quiere también, sobre todo, que sea un lugar (he ahí cierto espíritu utópico) para la esperanza en tiempos de incerteza por la pandemia, y siempre, siempre, mediante el poder transformador que, dice, tiene el arte.
¿Cómo pretende abordar la colección de Bombas Gens?
Los modos de hacer, de pensar, de reflexionar, a partir de la obra de arte, es lo que me apasiona y lo que está en el centro de mi trabajo. Hay algunas líneas que para mí son fundamentales en todos los sitios en los que he trabajado: no se trata de los movimientos, sino de las voces singulares dentro de esos movimientos. Me gusta trabajar con artistas que tienen una voz más radical, que no son los vencedores dentro de la historia del arte, sino los vencidos con ganas de proponer, de confrontar.
Tanto en Serralves como en Remai Modern, las colecciones eran muy singulares, como sucede también aquí. Es una fuerza y un reto. La colección de la Fundació Per Amor a l’Art tiene dos hechos muy claros, como son la fotografía y el arte abstracto, desde el inicio del siglo XX hasta nuestros días. Me gusta investigar esta colección, porque el corazón de un museo es su colección, y, en estos momentos, estamos trabajando con el equipo una muestra que inauguraremos en mayo y que se sitúa en el ámbito de la investigación.
La revisitación de colecciones o de determinadas exposiciones proporcionan una lectura contemporánea de semánticas pretéritas que adquieren nueva relevancia. ¿Cómo ha sido su experiencia al respecto?
Mi manera de trabajar, precisamente en Canadá [en el Remai Modern de Saskatoon], ha sido la de crear las condiciones para que obras de diferentes temporalidades puedan ser experimentadas desde el ahora. Los artistas y los temas que me interesan son universales y atraviesan el tiempo.
Trabajo los programas de una forma muy orgánica, desde el lugar en el que estoy, pero pensando ese lugar como parte del mundo. Pienso que el arte no es local, puede hablar en cualquier lugar. Claro que hay líneas para desarrollar a partir de donde estás, porque hay cuestiones más urgentes para nosotros que para un canadiense, por ejemplo, pero siempre pensando en abrirlas al mundo.
Cuando proponemos una exposición, después de investigar o de hacer un proyecto único con un artista (artistas a quienes apoyamos, porque estamos aquí para eso), lo hacemos para compartirla luego con los demás. El museo, en este sentido, lo veo como un lugar de encuentros, donde se establecen luego relaciones que proporcionan una experiencia. Mi objetivo es proporcionar esas experiencias a los demás, a través de las obras de arte.
Una experiencia más allá de lo intelectual, porque el museo se suele erigir como el espacio donde se concita cierto elitismo cultural, sin tono peyorativo.
Bueno, hay varias maneras de hacer la experiencia del arte. A mí me interesa la experiencia del arte que se puede hacer con mucha gente, pero al mismo tiempo desde tu propia experiencia. El arte es una manera de confrontar todas esas diferencias. Es lo mismo que pasa cuando estás en el cine, en un concierto, donde la experiencia es la misma para todos, pero la sentimos de manera diferente. Y eso es algo que a mí me emociona: esa confrontación entre lo que ha sentido uno y el otro, y que puede llegar a ser una experiencia transformadora.
El museo para mí es una herramienta que proporciona diferentes mundos, que son los que los artistas nos proponen. Y en este momento, más que nunca, es necesario estar aquí y ahora, con las puertas abiertas, porque el arte hace reflexionar, viajar y puede ser además una manera de oxigenar el cerebro y hacer pensar de otra forma.
¿Cómo acercar el museo al público?
No hay fórmulas, es una lucha constante (risas). No quiero que el museo sea una visita obligada, sino un lugar de encuentro y que estuviera abierto, ese es mi sueño, las 24 horas. Que el museo sea un refugio, una casa, donde te sientes bien y donde puedes experimentar diferentes cosas en cualquier momento. Me gustaría que fuera un museo inclusivo, con vida, activo, centrado en el arte y que ofrece la bienvenida a toda la gente.
Qué diferencias advierte entre el público de la ciudad de Oporto o de Saskatoon y el que estás todavía por descubrir aquí en València.
En Saskatoon había una gran sensibilidad para todas las propuestas artísticas y una gran apertura de mente para descubrir y confrontar la obra de arte. Y una ciudad donde había muchos artistas que manifestaban serlo con orgullo. Los contextos son, por tanto, diferentes, pero la dificultad de las personas para entender una obra de arte, eso es algo transversal y universal.
A mí lo que me interesa del arte es, precisamente, que no da respuestas, pero sí levanta cuestiones. Cuando no entiendes una obra, es el riesgo que tienes que correr y hay que persistir en eso que te resulta desconocido. Mi objetivo es crear las condiciones para que las personas puedan tener una experiencia emancipadora, siempre a través del arte.
Habló, durante su presentación como directora de Bombas Gens, de conectar este centro cultural con otros espacios de València, al tiempo que se expande más allá de nuestras fronteras.
Hay que desarrollar sinergias con la ciudad y, a partir de ese tejido cultural, establecer puentes, por ejemplo, con las universidades, para que los licenciados tengan una primera experiencia de trabajo, de prácticas, de investigación. También con instituciones más allá de València, para dar a conocer la colección. Tenemos firmado ya un convenio con el Museo Reina Sofía y la idea es firmar otros convenios, porque ahora es más necesario que nunca trabajar en red y compartir recursos.
¿Cuáles son sus intereses más allá del arte?
Soy muy aficionada al cine, pero también me interesa la literatura, la filosofía. En este momento, por ejemplo, estoy leyendo mucho a Simone Weil, que descubrí hace poco tiempo. Y a Édouard Glissant, que me hace sentir bien cuando lo leo, al igual que me pasa con Weil. Es un tipo de pensamiento que me gusta, porque no es único, queda abierto, no es fragmentario, establece relaciones y encuentros.
Cuando hablamos, en este sentido, de museo, me acuerdo de Glissant, que decía que el museo no es un continente, sino un archipiélago: islas que se pueden tocar, relacionar, mezclar. También me gusta la idea de opacidad, que es lo que yo veo en las personas que se confrontan con la obra de arte y no la entienden. No se puede querer entender todo; hay que aceptar que hay cosas que no se terminan de comprender.
El arte es importante porque no es algo que se explica. Hay algo de misterioso que nos trasciende y ahí está su fuerza, que no lo podemos explicar todo. Las obras que más me interesan son aquellas en las que me confronto una vez, tengo una primera experiencia, me hace reflexionar, después puedo verla más tarde y ya me da otra cosa. La obra de arte no es algo estable o fijo, sino que tiene vida y energía.
Hablando del continente y el archipiélago, el sociólogo Jesús Ibáñez decía que habíamos pasado de los grandes relatos a su fragmentación y que ahora tocaba ver la forma de conectar todos esos archipiélagos dispersos. ¿Qué le parece?
Si al final del día, por ejemplo, dos personas que no se conocían y que veían al otro como alguien raro, a través del arte se produce cierto encuentro o empiezan a pensar de una manera más abierta, esa es para mí la misión del museo, mi filosofía de trabajo. Es un museo que puede parecer utópico, porque yo también lo veo así, pero hay que trabajarlo todos los días.
Damos por terminada la entrevista, salvo que quiera añadir algo.
Pues sí, porque con esta situación sanitaria, la verdad es que hay que hacer un esfuerzo para proporcionar la experiencia directa del arte. Mi objetivo es construir en estos momentos una esperanza, en cuanto principio de acción, para continuar apasionándonos por la vida y nuestro entorno. Veo el museo como una posibilidad de construir, a través del arte, esa esperanza.
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