#MAKMAEntrevistas | Sara Olivas, Blanca Férriz y Elsa Moreno (poetas)
Las poetas pedimos paso, pero, sobre todo, que se nos escuche de verdad. El pasado martes 16 de febrero se publicaba en Las Provincias un reportaje sobre las poetas jóvenes valencianas. Las entrevistadas fuimos Sara Olivas, Blanca Férriz y yo misma, Elsa Moreno. Las tres hicimos la entrevista ilusionadas porque un medio hubiese reparado en nosotras y quisiera darnos voz, pero nuestra decepción llega al ver el reportaje publicado y el retrato irreal que se construye. Afirmaciones sacadas de contexto para reafirmar una historia que la periodista tenía en mente, pero que no concuerda con la realidad.
Se nos dibuja como tres chicas ajenas a la política que escriben desde sus sentimientos. Un retrato que les conviene, para hacernos parecer tiernas e inofensivas. A través de las redes sociales desmentimos el discurso que se había dado a entender en dicho artículo, pero, aún así, quise volver a reunirme con mis compañeras para que fuésemos nosotras mismas quienes contamos nuestra historia. ¿Quiénes son las poetas jóvenes valencianas?
Elsa Moreno (EM): “Autoras que se encuentran en la veintena y que han renovado un género, el de la poesía, con el que piden paso en el sector editorial”. Así comienza el artículo de Las Provincias y creo que es de lo poco con lo que estábamos de acuerdo. Me gustaría empezar preguntándonos ¿a dónde pedimos paso?
Sara Olivas (SO): No estamos pidiendo paso en el sector editorial, sino en todos los sectores. Nosotras no abogamos porque no haya hombres poetas, simplemente decimos: “Somos y existimos”.
Blanca Férriz (BF): Pedimos paso, pero no a un lugar concreto. Queremos tener el mismo reconocimiento y ya está.
(SO): Pedimos paso también a ser portada y ser importantes más allá del mes de marzo. Las poetas existimos y trabajamos todo el año. Y solo se nos llama en marzo cuando necesitan mujeres que reciten.
(EM): Es cierto que últimamente se ven muchos más nombres de mujeres en las estanterías y más aún en el género poético. Pero me da la sensación de que solo se nos escucha cuando hablamos de feminismo. Que está genial y es necesario, pero las mujeres hablamos de todo. Y si tu libro no tiene la portada de color morado parece que no llama tanto.
(BF): El feminismo está de moda. Pero el feminismo no es una moda, es una lucha. Está bien escuchar a una mujer hablar de feminismo, pero cuando hablamos de otros temas se nos infravalora y se nos ignora.
(SO): Parece que se habla de empoderamiento femenino, pero cuando una mujer señala a aquellos hombres que han sido maltratadores, a esta mujer se le arrincona. El poder es tan fuerte que, cuando hablas, tienes miedo de que no te vuelvan a llamar, y esto sucede. En nuestro espectáculo ‘Las Sin Rostro’ ya hemos vivido la censura. Somos seis mujeres, vestidas de negro y hablando de temas que atañen directamente al patriarcado. ¡Y se nos ha llegado a pedir que hiciésemos un espectáculo más alegre y menos pesimista!
(EM): El artículo continúa diciendo: “No pertenece a partidos políticos ni a causas sociales”. Aquí se empieza a dibujar esa caricatura apolítica que se intenta hacer de nosotras. ¿Por qué han querido contar esta historia que para nada nos representa? ¿Qué se espera de nosotras al plantear que solo nos preocupamos por lo emocional y que somos ajenas a lo político, como si no fuesen de la mano?
(BF): Este artículo lo que ha querido, y lo que ha hecho, es volver a dejarnos a las mujeres como chiquillas monas que únicamente saben hablar de sentimentalismos, pero que se apartan de lo demás.
(EM): Es la imagen de la mujer relegada al plano emocional y sin voluntad de opinión sobre el resto de aspectos de la vida pública.
(BF): El hecho de que yo, en mis poemas, no hable directamente de lo político no significa que sea una inepta que no tiene claros sus principios. Yo los tengo muy claros y sé con qué me identifico. No me gusta escribir sobre política directamente porque no me inspira, me genera rabia y yo no escribo desde la rabia, pero eso no significa que no tenga ni idea de dónde vivo.
(EM): Yo entiendo que, además de mostrarnos como un ejemplo de mujer sumisa sin voluntad de criticar, detrás también se esconde una estrategia de despolitizar las luchas. Esto es algo que sucede mucho con el feminismo. De esta manera, lo que se consigue es que ese mismo sistema que nos oprime se reapropie de nuestros lemas, negando cualquier tipo de responsabilidad. Entonces, nos encontramos con una masa de gente, cogidita de la mano del sistema, gritándole a la nada. Ahí deja de ser una amenaza y pierde su capacidad revolucionaria. Eso es lo que buscan al despolitizar las luchas, que se conviertan en una simple imagen.
(SO): Decidir no hablar de ciertos temas también es político. Todo es político. Vende decir que las jóvenes tontas pedimos paso, eso es lo que le ha hecho gracia a la gente. Cómo vais a pedir paso si sois imbéciles. Quien lea mi poemario (‘Las manos’, Valparaíso, 2021) verá que hay mucha crítica al sistema patriarcal y de desigualdad.
(EM): Yo, en mi vida diaria, soy una persona bastante crítica, pero aun así, cuando paso al plano artístico, me cuesta sacarlo. Tal vez sea por falta de referentes. Pero cuando lo he intentado me quedan poemas muy planos, con mensajes muy obvios y que no generan las imágenes que a mí me gusta crear en mi obra. En vuestro caso, ¿cómo es esto?
(BF): Hablar directamente de política a mí no me llama, no me apetece, y es tan simple como eso. Todo es político, pero igual no lo remarcamos deliberadamente. Hay que aprender a leer e interpretar. Hablo de cosas que siento y eso también es un reflejo de cómo funciona el sistema. Al final, parece que no hablo de política si no dejo claro a quién voto.
(SO): Todas las poetas que nos preceden han hablado de política, aunque dijesen de ellas que hablaban de la cotidianidad. Que esa es otra: los hombres hablan de temas universales pero nosotras de la cotidianidad o de confesiones. Hay una frase muy representativa de Ana Pérez Cañamares que dice: “Yo hablo desde mí pero hablo para todas”. Para mí, la poesía es hablar de algo universal pero hacerlo tuyo. Y eso es lo bonito, que cada una tenemos una visión del mundo.
(EM): Para finalizar, me gustaría que cada una pudiese rebatir su parte correspondiente al artículo de Las Provincias. En mi caso, se puso en mi boca que “el activismo y el arte son cosas diferentes, se puede hacer poesía que no sea activista”. Con esta afirmación, que aparece completamente fuera de contexto, se da a entender que abogo por un arte vacío de política cuando para nada es así. Yo comentaba que tildar todo mensaje de revolucionario hace que se simplifiquen los discursos que son realmente críticos contra un sistema que nos oprime. Hoy en día, veo mucha obra de crítica social que el propio sistema abandera. Y si el sistema no se siente incómodo con nuestro mensaje, tan revolucionario no será. Hay poesía que es un “copia y pega” de frases simplonas, fáciles de repostear por Instagram y que Zara te haría una camiseta con ellas. Y eso no es activismo.
(SO): Yo quisiera explicar la afirmación de que mi poesía “no es feminista”. Desde un primer momento, yo he sabido que mi poesía no es vendible, como producto superventas, porque toco ciertos temas que son complicados de digerir y señalo con el dedo; hace sentir incómoda a la gente. Lo que dije es que a mí no me gustan las etiquetas. Soy feminista porque soy mujer. No me gusta que se etiquete mi poesía de feminista porque el feminismo de moda que utiliza el patriarcado no me gusta, porque quiero abrir las miras. Mi poesía habla de todo. Habla de feminismo porque hablo de las mujeres de mi familia, denuncio la violencia sexual y el machismo. No me gusta etiquetar mi poesía porque puede ser tan grande como yo quiero que sea. Mi poesía es poesía. Yo te dejo entrar, lo lees y luego me dices.
(BF): Yo también salí muy frustrada al leer lo que se decía de mí, porque todo se reduce a que mi poesía se inspira en el hecho de haber padecido bulimia, como si no hubiese hecho otra cosa en mi vida que ser bulímica. Mi libro (‘Al borde del ruido’, Vivelibro, 2020) no va de bulimia, sino que refleja mi experiencia, mi vida. Me inspira hablar sobre mi relación con Galicia, mi familia, a la que llevo un año sin poder ver; también hablo de relaciones sentimentales. En definitiva, de ese tema en concreto hablo en dos o tres poemas. Además, los trastornos alimenticios parecen ser otro tema de mujer, como si los TCA en hombres no existieran.
Nos dijeron durante mucho tiempo que meterse en política solo traía problemas. Pero las nuevas generaciones venimos con mucha conciencia y somos exigentes. Tampoco vamos a dejar que se utilice nuestro nombre para crear personajes de ficción que solo le interesan al status quo. Escribimos desde la experiencia y la sensibilidad, pero estas las reivindicamos como un acto político. Pedimos paso, y si no nos lo dan, avanzaremos a empujones.
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