#MAKMAArte I Entrevista
‘White + Violaceous + Negative’, de Sergio Barrera
Set Espai d’Art
Plaça del Miracle del Mocadoret 4, València
Hasta el 20 de mayo de 2023
“Haced rizoma y no raíz, ¡no plantéis jamás! ¡No seáis uno ni múltiple, sed multiplicidades! ¡Haced la línea y jamás el punto!” Esto es lo que proclaman Gilles Deleuze y Felix Guattari en su ‘Rizoma (introducción)’, a modo de manifiesto contra el inmovilismo de las certezas indubitables, aunque en su proclamación no deje de haber una orden explícita bajo la aparente multiplicidad.
Como apunta Félix de Azúa, hablando de estos filósofos de la deconstrucción, su máxima consistía en criticar el logocentrismo basado en la búsqueda de significados unitarios, porque eso era “como rodar a toda velocidad sobre un charco de aceite”, precisamente en el que iban patinando los propios deconstructivos amantes de “acuñar conceptos a la misma velocidad que los destruyen”.
Sergio Barrera muestra en la galería Set Espai d’Art de València una serie de trabajos en torno a esa idea de rizoma -de hecho, la mayoría de las obras llevan por título ‘Rhizomes’-, si bien precisa que, más que una aproximación literal, hay una cierta insinuación que le ha servido de motor para realizar el proyecto expositivo ‘White + Violaceous + Negative’.
“Aunque me parece muy interesante lo del rizoma de Deleuze y Guattari, yo no hago una alusión directa a ello, sino que a mí siempre me ha interesado esa idea del crecimiento horizontal de la pintura vinculado con el action painting, por aquello de situar los lienzos en el suelo para recorrerlos como un paisaje”, subraya Barrera.
Dice que le gusta ese “crecimiento físico, horizontal, de la pintura”, porque supone “la ruptura del punto de vista único, del punto de vista del naturalismo. Y esa apariencia me recordaba un poco a ese universo biológico, al del tubérculo y la raíz”. Asimismo, le interesaba lo de las multiplicidades, por lo que tienen de continuidad entre una pintura y otra, “donde los procesos y los resultados ya no es uno capaz de diferenciarlos, sino que todo se junta”.
Pero insiste: “No hay una alusión directa a las obras de Deleuze, sino tan solo aproximaciones que se desprenden de los procesos de trabajar en horizontal. El antagonismo siempre me ha servido en mi trabajo, porque, al fin y al cabo, el misterio y la ambigüedad son valores presentes hasta en las actitudes más radicales”.
“Es, después de todo, una evocación a todo ese tipo de conexiones que ellos basan en la idea del rizoma, que se da en la tradición de la pintura y que se da en esas multiplicidades, en las que ya no es que uno sea muchos, sino que se hace difícil determinar los límites de la obra entre diferentes, donde hay más conexiones y aspectos comunes que otra cosa”, apostilla.
La obra que Sergio Barrera presenta en Set Espai d’Art conecta con lo que podríamos llamar las formas primarias, aquellas que, a modo de huellas, establecen conexiones con el territorio mismo, al tiempo que, por extensión, acaban ligadas con las propiamente neuronales en tanto depósito de esas otras huellas mnemotécnicas que van dando carta de naturaleza al sujeto.
“Cuando uno se pone delante de una obra, ve ámbitos de carácter estructural, de cómo se construyen las cosas. Otras veces observa aspectos expresivos y, en muchas ocasiones, ambas cosas a la vez. En todo caso, a lo que nos han acostumbrado es a esa mirada más narrativa, más temática, más lineal, que contrasta quizás con esa otra mirada más nueva en el tiempo que Kandinsky y muchos otros vinculaban con la música”.
‘White + Violaceous + Negative’ es la forma que tiene Sergio Barrera de animarnos a soltar el lastre de lo narrativo para aventurarnos a ver, e incluso escuchar, lo que late en las profundidades de una mente sacudida por cierto temblor telúrico. Su ‘anti gesto’ vendría a trazar un conjunto de líneas dispersas que, siguiendo los latidos de ese temblor, van ocupando el lienzo mecánicamente.
“Es un gesto frío -pinceladas en sentido vertical y horizontal- que nada tiene que ver con esa apariencia de la pintura como algo cálido, gestual, asociado al tema de la mano y al action painting, en tanto gesto incontrolado, pero manteniendo esa ambigüedad de ser algo que tiene un proceso muy mecánico y sistemático, tanto en la construcción de la forma como del color, casi al estilo de una serigrafía donde se van solapando los distintos tonos, junto a ese otro de una gestualidad más fría; aunque al final el anti gesto termine siendo una forma de gesto”, sostiene el artista.
Dice que le encanta andar por el monte siguiendo cierto itinerario, para, de repente, subir a un cerro y ver a lo lejos algo que no estaba previsto. “Entonces, como observador, tú haces el encuadre y pones la mirada, y esa idea del paisajista siempre me ha entusiasmado. De hecho, con estas pinturas he tenido muy presente, por ejemplo, a [Claude] Monet, que me parece fascinante, sobre todo por el uso del color. Me atrae esa idea de verte impregnado por el entorno, de ver cómo te condiciona, asumiendo en este caso que el paisaje es la pintura”.
En la pintura que hace, hay zonas que, como él mismo apunta, “surgen de encuentros fortuitos, que dejas tal cual, junto a otras más elaboradas. La idea de profundidad del naturalismo es algo que sigo manejando. También aspectos de las vanguardias, de la pintura de los años 50, de esa otra más conceptual de los 60 y 70… En fin, un compendio de todas estas cosas que voy recogiendo”.
El rizoma vuelve a aparecer, en este caso ligado a ciertas raíces hundidas en el inconsciente, cuando afirma que hay infinidad de cosas que no podemos verbalizar, ni expresar por escrito: “Hay pinturas que no se limitan a la imagen que contiene, sino que van más allá, porque hay mucha información que hacemos propia, pero de la que no somos conscientes”.
Con respecto al título de la exposición, Barrera explica que toda la vertiente de lo que hacía al principio estaba asociada con la necesidad de trabajar mucho el blanco y negro, para generar el máximo de contraste. “Estaba todo basado como en pequeñas vibraciones vinculado con la sensación o ilusión de volumen, a través de un claroscuro. Cuando entro con el color, entre los extremos del blanco y del negro van apareciendo muchos matices, entre ellos, el espectro más oscuro que sería el violeta, con sus complementarios del verde y del azul”.
Dice que es una cuestión “plástica, pictórica” y que el título ‘White + Violaceous + Negative’ se desprende de la propia práctica. “Yo tengo que estar en materia para que surjan las cosas y sintiéndome a gusto en esta especie de incertidumbre, de aventura: necesito no saber lo que tengo que hacer; por eso lo hago. Por muchas pautas que me marque, por muchas condiciones que establezca a priori, me atrae no saber lo que va a surgir. La pintura reclama, en el fondo, una especie de contraimagen. No reclama la imagen como texto, con su linealidad, sino un tiempo distinto que implica cierto descubrimiento”, concluye.
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