#MAKMAArte
‘Pulpo, cítrico, humano’
Shimabuku
Comisariado: Bárbara Rodríguez Muñoz y Shimabuku
Centro Botín
Muelle de Albareda s/n, Jardines de Pereda, Santander
Del 4 de octubre de 2024 al 9 de marzo de 2025
¿Qué tienen que ver los pulpos que se esconden bajo las frías aguas, con las ácidas limas y con el ser humano que inunda el planeta? Esta es la pregunta con la que nos sacude la nueva exposición del Centro Botín, ‘Pulpo, cítrico, humano’, del artista japonés Shimabuku (Kobe, 1969).
Con la mezcolanza de la fotografía, el vídeo, la escultura, la instalación y el texto, el artista nipón nos muestra sus obras, por vez primera en España, de manera individual. “Es la exposición más grande que he realizado en toda mi carrera”, destacó Shimabuku. Y no es de extrañar, porque el centro artístico dedica a la obra del japonés toda su segunda planta.
La exposición recibe al espectador con la imagen ‘Fotografía con las katiuskas puestas (Okinawa)’ (2014), revelando ya de entrada el carácter entre surrealista y humorístico de su trabajo. Un trabajo que fluctúa entre la cercanía y la lejanía inscrita en su obra.
Cercanía que se puede observar en la obra experimento ‘Going to meet the octopuses of Santander’ (2024), en la que el artista dispuso de unas vasijas de cristal y jarrones realizados por él mismo colocados en el fondo de la bahía de Santander para, junto a un equipo de submarinistas, captar las interacciones de los cefalópodos invertebrados con los recipientes cerámicos, dada la curiosidad de estos animales de meterse en espacios estrechos.
Esa cercanía también se ve reflejada en las más de 100 cometas realizadas por ciudadanos de Santander, quienes, junto al artista nipón, las hicieron volar el domingo anterior a la inauguración de ‘Pulpo, cítrico, humano’, en el anfiteatro exterior del Centro Botín, junto a la bahía santanderina.
Las obras que más nos alejan de la capital cántabra, que, como el propio artista señaló con cierto humor durante la presentación de su obra, “está muy lejos, he tenido que coger tres aviones para llegar hasta aquí desde mi casa”, son la serie de fotografías ‘Vuelta por Europa con la ceja afeitada’ (1991), ‘Jacinto y pez dorado negro’ (1992), ‘Navidad en el hemisferio sur’ (1994) o ‘Sentado sobre la ola’ (1998), donde Shimabuku nos da testimonio de su enfoque nómada y efímero de la creación artística, ofreciendo nuevos puntos de vista de la existencia.
Habiéndose hablado de lo ‘humano’ y del ‘pulpo’, no podemos dejar de hablar de la obra instalación que termina por dar forma y nombre a esta exposición: los ‘cítricos’. La lima es la fruta elegida para dar ese color verdoso al contrapunto del agua limpia y siempre fluyente con la que interactúa en la obra ‘Algo que flota / algo que se hunde’ (2010).
En ella, el artista japonés nos presenta esa fruta dentro de tanques de cristal con agua, jugando con ellas para que unas traten de llegar a la superficie y se queden flotando, mientras otras, permanezcan en el fondo inmóviles. Como el propio Shimabuku recoge en el texto explicativo de esta instalación: “Hay dos clases de limas, las que se hunden o las que flotan. Aunque habría de añadir una tercera: las que nadan”.
Una vez ya dentro del mundo de Shimabuku, el espectador no puede dejar de apreciar el modo en que el artista trata cada una de las obras. La directora de exposiciones y de la colección del Centro Botín, Bárbara Rodríguez, lo subrayó de esta forma: “No hay jerarquía entre el pulpo, el cítrico o lo humano, trata a todo por igual, exponiendo la belleza y variedad de interacciones que se pueden dar en el mundo vivo”.
De esta manera, se puede ver cómo el artista japonés hace tan pronto una ‘Exposición para los monos’ (1992) como una retrospectiva de ‘Herramientas humanas’ (2015-2024), además de la mencionada sobre los cefalópodos de la costa cantábrica ‘Ir a conocer a los pulpos de Santander’ (2024), o el relato titulado ‘En la playa de Zurich’ (1993), donde cuenta cómo se puso a jugar con muñecos de animales en una tienda de la ciudad suiza, hasta encontrarse con el cruce de miradas entre un burro y un pulpo.
Shimabuku no trata de ofrecer una respuesta a cuanto sucede a nuestro alrededor, sino simplemente mostrar las interacciones que se suceden entre las obras y el propio espectador. Obras que lanzan preguntas, ya sea indirectamente, como en la obra ‘Paz en la cama al cabo de 55 años’ (2024), donde uno no puede evitar lanzarse a sí mismo las preguntas que, antes o después, nos llegan sobre el futuro incierto que deparan nuestras propias decisiones, o por el contrario, cuestiones bien directas del mismo Shimabuku, como la que nos formula en ‘Escultura para pulpos: explorando sus colores favoritos’: “¿Puede un pequeño trozo de cristal conectar a un hombre y a un pulpo?”.
Para contestar a esa y a otras cuestiones sugeridas en ‘Pulpo, cítrico, humano’ bastaría con atender lo que constituye el modus vivendi del propio artista a la hora de encarar su trabajo: “Observar la vida diaria y hallar algo especial es natural para mí”.
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