#MAKMAMúsica
Entrevista a la cantante Soleá Morente
‘Concerts a la Fundació’
Fundación Bancaja
Plaza de Tetuán 23, València
10 de febrero de 2023
Ella misma se encarga de aclarar en el concierto que es sorprendente, igual que su repertorio es así, un poco alocado. “Puede ocurrir cualquier cosa. Paso del flamenco al pop”. En un recital de Soleá Morente, se pueden oír falsetas del monumental disco de guitarra ‘Tauromagia’, de Manolo Sanlúcar, dos cortes de Enrique Morente y Pepe Habichuela sacadas de ‘Despegando’, ‘Sembré una esperanza’, unos tangos del morentiano ‘Sacromonte’, y todas las sonoridades que van desde La Bien Querida, Beach House y Sufjan Stevens hasta las rumbas de El Pescaílla, María Jiménez o Bambino, de esas que hacen que las piernas se suelten y bailen solas.
El público es igual de heterogéneo que la lista de temas. Una señora que volvió a entrar después del concierto a recoger el móvil que se había dejado sentado en la butaca contigua, flamencos de toda la vida y otros recién llegados que fueron a presenciar a la granadina junto a los guitarristas Rubén Campos y Gonzalo Bruno al ciclo de ‘Concerts a la Fundació‘, de la Fundación Bancaja en València. “No sabíamos a lo que veníamos. Pero bien, bien”, comentaba la última pareja que salió del recinto antes de la señora del móvil, con el aparato ya en el bolso, y de que se cerrara la reja.
Soleá presentó su cuarto álbum, ‘Aurora y Enrique’, escrito entre Granada y Madrid. Con él sintió el ímpetu de garabatear unas letras. Una de ellas, ‘Ayer’, la compuso para Arcángel. Canciones sin mucho artificio armónico, con los acordes justos para crear una atmósfera enternecedora y emocional desde la que Soleá observa a lo lejos la química y la ilusión que caben entre la primera mirada y el primer beso. La historia de un cantaor y una bailaora. La de sus padres.
¿Hay algún mensaje oculto en la elección de los temas? Dices que cada vez te sientes menos incómoda con la etiqueta de cantaora. ¿Ya no te suena extraño oyéndotelo?
Diría que es algo muy natural que viene de la fusión profunda y grande que tengo y el amor que tengo al cante jondo, que es de donde yo vengo y donde yo he nacido. Mi padre fue una persona que entregó su vida al cante y al amor por el flamenco, por el cante y por reivindicarlo, estudiarlo, transmitirlo y traducirlo a nuevas generaciones. Es algo que llevo muy dentro.
Y es verdad que la experiencia ayuda a tranquilizarse un poco y a descubrir qué te apetece en las diferentes etapas, porque a lo mejor hace diez años, cuando empecé, me apetecía hacer una cosa y, pasado el tiempo, más que una cuestión de apetecer, creo que son necesidades vitales en el arte. Las expresiones artísticas vienen de necesidades que hay por dentro del alma. Y yo necesito el cante flamenco porque soy flamenca, porque he nacido ahí, aunque me nutra de otras influencias y de otras riquezas culturales.
¿Hubo algo de vértigo en ese pedir pista para aterrizar, para cantar lo mismo que grabó tu propio padre? ¿Sentiste inquietud por si estaban esperando el momento quienes a él ya lo criticaron con saña?
Palos y críticas he tenido desde el principio. No ha sido fácil. Mi comienzo y las etiquetas para mí carecen de toda importancia a día de hoy en mi vida. No voy a decir si soy cantaora o soy cantante; soy música, soy músico, soy aficionada al arte, a la cultura. Paso de ser cantaora a no serlo en cuestión de segundos. ¿Qué más da? Al principio era más jovencita y sí me asustaba el ensañamiento de la crítica con la gente que está empezando. Si además eres hija de Enrique Morente, mejor ponte un escudo, una escafandra, ten cuidado.
Sin embargo, tengo que estar agradecida a todos esos críticos salvajes y desalmados, porque en algún momento han conseguido que me haga más fuerte. Quien luche por transmitir a los que vienen no tiene que hacerle ni caso a la crítica, porque la que no es constructiva no sirve de nada. A mí no me ha servido. Conmigo no han podido ni podrán. Creo que deberían ir más allá. Porque lo importante es el concepto, más que la ejecución exacta y perfecta. Para eso que se compren un disco del artista que les guste y no dejen de escucharlo.
Hay hogueras de la crítica que siguen humeando.
Siento impotencia de que el mundo y la sociedad funcionen así, porque no es la realidad. Es una cosa que se han inventado. Eso no es la crítica. La crítica es un género literario de una importancia increíble. Eso sí, la crítica verdadera. Yo, que soy filóloga y he estudiado teoría de la crítica literaria, creo en la crítica y creo en la actitud crítica, considero que es necesaria en la vida. Generar pensamiento crítico y crear, de vez en cuando, polémica es interesante.
Lo que no está bien es faltar al respeto y desmoralizar a la gente, ya seas mayor o joven. Y ante eso me indigno y me rebelo, pero veo que no se puede hacer nada. Solo seguir trabajando en tu camino, aunque se ponga difícil, aunque encuentres mogollón de obstáculos. Esto parece autoayuda o yo qué sé. Llámalo como quieras. Es una manera que he encontrado de seguir trabajando aislada de tonterías que no llevan a nada.
En tu recital saltas de un registro a otro en cuestión de segundos. De repente estás explosiva sobre una base como te recoges en una soleá. Es como un cambio de ropa a la vista de todo el mundo.
Pues mira, es algo que va dentro de mí y me sale natural. Creo que forma parte de mí, de mi instinto, de mis necesidades, como te contaba antes. Siento igual ‘Marcelo Criminal’ que una soleá. Lo que quiero decir con esto es, ¿por qué no? Si siento que quiero cantar una soleá y al mismo tiempo tengo un disco pop, y es un género en el que se me encasilla, el pop rock indie, lo hago todo con el mismo respeto y el mismo corazón.
Son dos cosas que he vivido desde que era muy pequeña. Lo que pretendo es derribar un poco eso, quitarle importancia a los prejuicios casposos que nos mantienen anquilosados ante una misma postura, que nos inmovilizan. Y para eso hay que mover la energía de una manera radical de un polo a otro, que es como yo soy. ¿Por qué voy a privarme de hacer algo que realmente siento?
Tu padre fue un lector caníbal, que diría el escritor Rafael Reig; se adelantó a los cantautores al ponerles voz a algunos de los poetas españoles más conocidos. ¿Has heredado ese gusto por la literatura?
Hizo una labor muy importante. Tenía una gran biblioteca y si soy filóloga es gracias a él. Estudio mucho la literatura popular a través del cancionero de Rodríguez Marín y de Demófilo, y ahí hay un análisis y un trabajo de investigación muy interesantes.
La literatura popular es como una ciencia donde se está contando la historia del ser humano a nivel también psicológico, porque hay letras que están escritas no sabemos por quién y se siguen interpretando. A esa gente anónima le debemos muchísimo. Hay tanta maravilla que para cante aún no me atrevería a componer. Me sale de una forma más instintiva y natural, y más necesaria, en las canciones que hago para mí misma.
¿Con qué alimentas tu curiosidad artística para componer?
Leo mucho. Sobre todo, a mujeres que me inspiran, como Natalia Ginzburg, que me tiene muy atrapada; Annie Ernaux, que es uno de mis ídolos; Leila Slimani, de la que me gusta mucho ‘El perfume de las flores de noche’; luego también sobre el pensamiento de Sontag, de Simone de Beauvoir. A lo mejor no cojo de ahí una frase, pero su influencia activa mis ideas. Y por supuesto toda la generación del 27, entera, tanto hombres como mujeres.
Cada uno puede expresar su pensamiento y luego ponerle música. Y si es una seguiriya, un fandango, una taranta, una debla o una tonada, ¿por qué no con tu propia literatura, con lo que te está ocurriendo a ti, con tus propias palabras? La literatura popular del flamenco es tan rica, ofrece tantísimas, tantísimas posibilidades, es tan inspiradora, tan emocionante, tan sugerente, que muchas veces me bloqueo si pretendo escribir para el cante, sería deshonesto por mi parte y no me sale.
Alguna vez has confesado que el público del norte te comprende mejor que el del sur. ¿Cuánto más flamenco es más especialito?
Últimamente estoy teniendo una experiencia especial con el público. Es muy diferente, de edad, de apetencias culturales, y el del norte me parece muy guay. Desde el comienzo creo que me han entendido mejor, aunque poco a poco me llevo mejor con el de todas partes.
¿Y cómo es el Mediterráneo?
También es maravilloso. Parte de mi fuerza y de las ganas de seguir adelante en este oficio tan difícil y en un mundo y en una sociedad tan complicados, mucho más para el arte, me la está dando la respuesta de la gente, que es fiel, se sabe las canciones que he compuesto en mi habitación sabe Dios por qué. Tengo un respeto y un amor al público que siento recíproco.
¿Guardas el recuerdo de la primera vez que apuntaste al público con el micro, callaste, y todo un coro siguió la canción por ti?
Sí. Fue un concierto, en octubre en la sala Cool de Madrid. Presentaba ‘Aurora y Enrique’. Ahí no estaba en el momento efervescente en el que estoy ahora y me emocionó mucho. Nada más salir, convaleciente después del Covid, empezaron a cantar la canción ‘Ayer’.
El disco dedicado a mis padres me ha cambiado la vida, ha sido un antes y un después. Me tiré toda la canción llorando. Ahí decidí que, si a la gente le gusta lo que hago, le hace bien y le acompaña estoy dispuesta a resistir, ya sean una, dos o quinientas personas.
¿Te atreves a hacer una porra sobre Blanca Paloma? Es una de las artistas que surfea la ola rosaliniana para componer, inspirada en el flamenco. Cumple aquello que testamentó Lola Flores de enviar propuestas de canción española a Eurovisión “para no quedar en la cola”.
Me parece muy interesante lo que hace y que se valore y se premie la música popular, nuestra raíz, que es de donde venimos. Además, su puesta en escena fue muy bonita, sobre todo cuando le dedicó la actuación a su yaya. Me llegó al alma, que hace muy poco que he perdido a la mía.
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