El Patriarca, de Soledad Sevilla
IVAM
C / Guillem de Castro, 118. Valencia
Hasta septiembre de 2019
“Pertenezco a esa especie de hombres que están siempre al margen de aquello a lo que pertenecen, no ven sólo la multitud de la que son, sino también los grandes espacios que hay al lado”. La frase está extraída de Libro del desasosiego, de Fernando Pessoa, que Soledad Sevilla (Valencia, 1944) citó como “muy importante” para ella. “Me gusta esa filosofía poética que vierte Pessoa en el libro”, subrayó la artista. Como el escritor portugués, también Soledad Sevilla parece formar parte de esos márgenes de la cultura ajenos a la multitud y al ruido mediático, para orientar su mirada hacia lo más íntimo y minúsculo que agranda con su visión plástica.
La pancarta con la que ocupa parte de la fachada del IVAM es un ejemplo de esa mirada extraviada y poética, que logra concitar en 90 m2 un “elemento indentitario de Valencia”, por utilizar las palabras de José Miguel Cortés, director del instituto valenciano. Elemento que proviene de los recuerdos de infancia de la propia artista: “He recorrido los lugares de infancia que solía recorrer con mis padres”. Entre ellos, la iglesia del Patriarca que hay en la calle La Nau y de la que ha rememorado el zócalo de azulejos geométricos que cubre la parte baja del claustro eclesial.
“Hice fotos de otros muchos lugares, pero al final elegimos esta imagen de común acuerdo”, explicó Sevilla, con pena por no haber podido expandir su idea más allá de los 90 metros cuadrados reservados para tal fin. “Propuse toda la fachada, porque me gusta apoderarme del espacio”, ironizó, sabedora de las limitaciones contempladas en el proyecto y que ha titulado El Patriarca. “Me pareció importante buscar una imagen que tuviera que ver con la ciudad”. Y ese azulejo que ha realizado a gran escala, tras pintarlo en papel transparente y a mano alzada, remite a esa iglesia de su infancia que ahora pone a disposición de toda la ciudadanía.
“Es la primera obra que hago inspirada en Valencia”, dijo quien se fue joven de su ciudad natal y ahora se siente por fin “artista de Valencia”, tras el reconocimiento que le ofrece el IVAM con esa grandiosa pancarta. “Es muy emocionante”, apostilló la artista en una mañana fría que amortiguaba la calidez sentida. “La conciencia de la inconsciencia de la vida es el más antiguo impuesto a la inteligencia”, afirma Pessoa en su Libro del desasosiego, como pretendiendo explicar la forma en que Soledad Sevilla recordaba su infancia plasmada en ese zócalo de azulejos geométricos.
El Patriarca ha sido configurado mediante la superposición de dos imágenes: la fotografía que sirve de referente y el dibujo creado a mano alzada. “La suma de ambas crea una vibración nueva”. La vibración de un pasado que sorprende al actualizarse. De nuevo, Pessoa: “Vivir es ser otro. Ni sentir es posible si hoy se siente como ayer se sintió: sentir hoy lo mismo que ayer no es sentir, es recordar hoy lo que se sintió ayer, ser hoy el cadáver vivo de lo que ayer fue la vida perdida”.
Es en este sentido, profundamente poético, que Soledad Sevilla huye del compromiso del artista hoy tan promocionado: “Nunca he tenido una actitud reivindicativa en mi trabajo, que va por otro lado”. Sólo recuerda como tal, y de forma sutil, la instalación Temporada de lágrimas, que la artista creó a partir de la imagen de una mujeres llorando por la guerra. “Mi obra circula por otros derroteros. Es más inmaterial”.
El mural creado para la fachada del IVAM, y que permanecerá hasta septiembre, es del gusto de la artista, que reconoce sentirse cómoda con esos grandes formatos: “Si no hago más es porque no tengo propuestas”, aclaró, para señalar a continuación que su modo de atacar ese tipo de formatos es trabajándolos por escalas. La imagen de El Patriarca prevaleció sobre el resto de las barajadas por esa elección consensuada. “Tomar una decisión siempre es difícil. Los artistas tenemos una visión sobre nuestras obras que están condicionadas, por eso prefería que fueran otros quienes en este caso la eligieran”.
El libro de Fernando Pessoa le atrajo también por su escritura repleta de aforismos, “que te permite dejarlos y no pasa nada”. Los recorridos de Bernardo Soares por la baja Lisboa, trasunto del escrito, sintió Soledad Sevilla que tenía que vivirlos, de ahí los “muchos paseos que hice por allí”. Algo parecido a lo hecho en Valencia para crear su mural, aunque aquí fue “más fácil porque son los recorridos de mi infancia y había una urgencia que en Lisboa no tenía”, concluyó quien se congratuló de lo “muchísimo” que había mejorado la presencia de la mujer en el arte.
Salva Torres
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