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‘Ritmos, tramas y variables’, de Soledad Sevilla
Comisaria: Isabel Tejeda
Coordinación: María Jesús Folch
Organiza: Museo Reina Sofía
Institut Valencià d’Art Modern (IVAM)
Guillem de Castro 118, València
Del 9 de abril al 12 de octubre de 2025
No es la primera vez que lo dice, pero ahora que el IVAM acoge una retrospectiva de su larga trayectoria profesional, con más de un centenar de obras representativo de seis décadas de constante trabajo, la frase resulta más reveladora: “Los artistas nos pasamos la vida pintando el mismo cuadro”, subrayó Soledad Sevilla durante la presentación de ‘Ritmos, tramas y variables‘, muestra que permanecerá en el instituto valenciano hasta el 12 de octubre.
¿Pintando qué mismo cuadro? Pues, siguiendo a José Hierro, uno que mira al pasado proyectándose hacia el futuro. O, por decirlo con las palabras del propio poeta: “El artista parece estar formado por un poeta que mira hacia atrás, evocando, y un pintor que mira hacia adelante, hacia la renovación de las formas expresivas”.
Esa mirada hacia atrás lleva aparejada la sensación de irremediable pérdida que el artista -y Soledad Sevilla lo es con mayúsculas– no deja de querer atrapar, por hallarse lo perdido en esa nebulosa anterior a la toma de conciencia del mundo. De ahí que su difícil atrapamiento se halle ligado a la repetición constante del mismo cuadro, a partir de su inevitable renovación plástica para ceñir aquello de lo que nada se sabe, aunque se intuya con cada nueva búsqueda.
Por eso Soledad Sevilla, casi a tientas, llegó a decir –a modo de precisa coletilla de lo apuntado– que escarbaba en la memoria con el afán de “dar con lo que buscas y nunca has encontrado”. Hierro, en este sentido, se refirió a lo señalado por Antonio Machado, cuando dijo: “Se canta lo que se pierde”, que es tanto como decir, de nuevo, se pinta lo que se pierde.

“También el artista plástico parece perpetuar en su creación el momento, la imagen, perdida dolorosamente. No resulta atrevido afirmar que el arte ha sucumbido siempre a su vocación de tristeza”, concluye José Hierro. En el caso de Soledad Sevilla, esa tristeza aparece en su obra entreverada por el fulgor de luz que, abriéndose paso desde un fondo ignoto, atraviesa una trama de líneas, módulos y geometrías dispuestas con el fin de reproducir instantes tan vívidos como efímeros.
“¿Cómo puedo descubrir el misterio de la vida si no es pintando el misterio de lo que quiero hacer?”, se interroga la propia Sevilla, en la entrevista con el crítico de arte Kevin Power, en el catálogo que acompaña a la muestra. Por eso insiste una y otra vez la galardonada con el Premio Velázquez de Artes Plásticas 2020, que donde se encuentra realmente feliz es en su estudio, al que acude a diario en busca de ese misterio.
Un misterio compuesto por infinidad de sensaciones que, tanto más la llenan, tanto más las persigue por su volatilidad. Así, recuerda –en la citada entrevista– que, cuando era pequeña, en casa de sus abuelos en Cuenca, “nos obligaban a dormir la siesta en una habitación muy grande que daba a un patio. Por las rendijas de puertas y ventanas entraba la luz de aquellas horas de la tarde de verano con partículas de polvo suspendidas, y mis hermanas y yo jugábamos con aquellos rayos de luz que se filtraban en el espacio oscuro”.
Las rendijas de aquellas puertas y ventanas son las líneas, tramas y geometrías por las que igualmente se cuela la luz en su obra, y con la que no deja de seguir jugando Soledad Sevilla tratando de ceñir una y otra vez la infinidad de recuerdos que, como ese, se agitan en su interior buscando ser traducidos plásticamente hasta conformar la belleza que atraviesa el conjunto de su trabajo.

“Hoy en día –reconoce la artista–, recupero todos aquellos recuerdos y pasan a formar parte de los elementos que utilizo en mi trabajo, sin duda alguna”. Elementos que la comisaria de la exposición, Isabel Tejeda, enumera en cada una de las etapas que vienen a conectar las primeras obras con las últimas: desde la abstracción geométrica con superposición de tramas, dando lugar a “una pintura que vibra”, de sus trabajos iniciales, a la “geometría sensible y emocional” de ‘Las Meninas’ o las ‘Alhambras’, pasando por “los golpes de pincel” que sustituyen a las líneas, de los años 90, hasta desembocar, de nuevo, en la línea pura con lápiz y a mano alzada.
“Mi obra ha evolucionado con coherencia”, destacó Sevilla, aludiendo a sus diferentes etapas del siguiente modo: “Son como novelas que hacemos los artistas y que desarrollamos por capítulos”. Capítulos, diríase, cada vez más breves, más sintéticos, más despojados de grandilocuencia. “Deseo transmitir una sensación de penetración, de profundidad de algo que te transporta a otro lugar”, recoge Power, ateniéndose a las palabras de la artista en otra entrevista.
Y continúa: “Trato de eliminar tantos elementos como sea posible y de limitarme al mínimo indispensable para dejar entrever una clave. No me siento satisfecha cuando el resultado es excesivamente figurativo. Es difícil llegar a lo que me propongo. Quizás por eso insisto en la repetición de temas. A veces necesito volver a las mismas ideas para purificarlas”.

‘Ritmos, tramas y variables’ ha tenido una primera versión expositiva en el Museo Reina Sofía de Madrid, si bien la obra que ahora recala en el IVAM, siendo la misma, resulta diferente. Así lo siente la propia Soledad Sevilla: “Aquí hay otra mirada, no diría que otra exposición, pero es distinta, porque cambian los espacios y la disposición de las obras”.
Además, se trata de una retrospectiva en su ciudad natal y en el IVAM, ahora dirigido por Blanca de la Torre, que se estrenó con esta inauguración.
A ella, al igual que a Manuel Segade, director del Reina Sofía que, igualmente, acogió la muestra de Sevilla ya programada antes de que llegar él, la artista les preguntó si hubieran cambiado algo de ser ellos los responsables de su ejecución. “Siempre me ha interesado el carácter instalativo de tu obra. Ese es el nuevo capítulo que yo abriría”, contestó De la Torre, de manera que ahí queda.
Entretanto, Soledad Sevilla, que se refirió a la “coherencia” de su trabajo –palabra repetida por todos los presentes– por aquello de ver, tanto en la primera como en la última obra “la misma pulsión, energía y contemporaneidad”, seguirá pasándose la vida pintando el mismo cuadro perdido en algún rincón de su fértil memoria. “Hay una búsqueda de algo que me mantiene viva”, concluyó.

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