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‘Diásporas naturales hacia Valencia’, de Tatiana Blanqué
Galería Alba Cabrera
Joaquín Costa 4, València
Inaugurada el jueves 5 de mayo de 2022
Hay muchas maneras de enfrentarse y de ver la naturaleza, aunque por sintetizar hablaremos de dos. Una más arrebatada, allí donde aquella se manifiesta en forma de huracanes, terremotos o las más recientes erupciones volcánicas, provocando en el sujeto una suerte de desazón no exenta de atracción por lo abisal. Y otra más entrañable, caracterizada por una percepción de los bosques y montañas en consonancia con el equilibrio natural de las cosas; equilibrio que no deja de ser una extensión del propio deseo humano por hacer más habitable el mundo.
Tatiana Blanqué pertenece a las artistas que se sitúan en esta segunda forma de contemplar la naturaleza, de aproximarse a ella y, en el fondo, de vivirla. “La naturaleza romántica no es la que a mí me interesa”, dice sin ambages. Su obra no está constituida por grandes cascadas de agua, mares encrespados, selvas oscuras habitadas por tremendas fieras o cielos que estén a punto de desplomarse, sino por bosques y sencillos árboles manifestando en silencio su importancia dentro del grandioso cosmos.
Podríamos decir, siguiendo al poeta Kahlil Gibran, que los árboles para Tatiana Blanqué son como “poemas que la tierra escribe en el cielo”. Para ello, la artista catalana -cuya exposición ‘Diásporas naturales hacia Valencia’ acoge la Galería Alba Cabrera– se sirve de una pintura en la que mezcla una base figurativa con otra más expresiva, gestual, automática, intuitiva, sobre un fondo blanco que, como el folio de los antiguos escritores, ejerce de revelador de intensas emociones.
El color que aplica de esa forma automática, a la manera de los surrealistas, va dejando en su obra un reguero de pintura a modo de llanto, al que llega -dice la propia artista- como si estuviera en un estado zen mediante el que se evade de todo. “Lo último es el dripping, porque me gusta que quede ese punto de no pensado; como muy intuitivo. Es un poco la explosión de la naturaleza; explosión de vida, de desesperación, de color, de resignación. A la naturaleza le doy ánima. Humanizo a los árboles, aunque, a la inversa, pienso que son ellos los que nos han humanizado”.
Tatiana Blanqué vive al lado de un bosque, de ahí que disfrute con lo que le da la naturaleza. “Yo busco el que nos demos cuenta de la belleza que tenemos y de lo que podemos perder. Suena un poco cursi, pero me da igual. Yo lo que quiero es que el árbol tenga agua, que le salgan flores y que tenga fuerza de vida. El paisaje por el paisaje no me interesa, sino el árbol en sí”, subraya.
“De hecho -continúa diciendo-, en mi obra los espacios son muy atemporales; son construcciones muy escenográficas. Hago una abstracción de la realidad, de ahí los fondos blancos que puedes percibir en mis trabajos, para resaltar los árboles y que no te pierdas en nada más”.
Su manera de apoyar ese respeto por la naturaleza, en franca comunión con su talante vital y, por ende, artístico, se encuentra en su propia pintura, donde dice buscar “el detalle, pero sin perder de vista todo aquello que no se ve en un primer momento, como los olores, el viento, la propia percepción de los colores. Todo esto es un modo de entrar en ese mundo mágico, que es como yo lo veo”.
Un mundo mágico poblado de árboles que Blanqué pinta como lo hacía el neerlandés Escher con sus figuras imposibles: formando un vínculo estrecho, indisoluble, la mano que pinta con el objeto pintado, de manera que sus árboles se manifiestan como prolongación natural del cuerpo de una artista atraída por lo que echa raíces y se aferra a la vida.
“Los árboles tienen muchos años y llevan una experiencia de vida muy larga, con lo cual gozan de un privilegiado paralelismo con la sociedad y la humanidad. Yo, de hecho, dibujaba y pintaba personas y poco a poco me fui alejando de ellas para irme acercando a la naturaleza, quedándome con la esencia de las cosas”, señala.
Todo ello, a raíz de un viaje que realizó hace muchos años y en el que se dio cuenta de la importancia de la naturaleza, “de su bestialidad y de la falta de conciencia sobre ella; como el día a día no te deja pensar más que en aquello que tienes que ir haciendo, te olvidas de su necesidad y del poco respeto que la tenemos, con todo lo que está pasando”, advierte, para apostillar: “Si no somos conscientes de la importancia que tienen los árboles, que son los que nos dan la vida, todo esto va a ser catastrófico”.
‘Diásporas naturales hacia Valencia’ tiene, a su vez, otro motivo reivindicativo de esa naturaleza. “Diáspora es una palabra que me encanta, porque es muy poética y, al mismo tiempo, muy contundente. He querido hacer un paralelismo entre el problema del éxodo que se está sufriendo por la guerra de Ucrania y lo primero que la gente se lleva cuando tiene que abandonar sus casas. Era como llevarme todos los árboles que me rodean a mí y traerlos a Valencia, acompañando a toda esta gente obligada a marcharse de sus países en busca de sus raíces en otros lugares”.
La exposición en la Galería Alba Cabrera forma parte de la programación de València Capital Mundial del Diseño 2022 bajo el lema ‘Hoy es mañana’, lo cual es otra causa de satisfacción para la artista. “Sí, me ha hecho mucha ilusión, porque la New European Bauhaus ya habla de la sostenibilidad. El hoy que planteo aquí quiero que sea ese mañana optimista, porque estamos tan acostumbrados a ver árboles, que no nos damos cuenta de su importancia”.
El conjunto de obras expuesto tiene como leit motiv esos árboles que funcionan como poemas que conviene deletrear con parsimonia. “Cuando tú vas al bosque y haces una visión muy genérica, percibes siempre lo mismo, pero también puedes realizar una visión segmentada de diferentes partes del bosque, abstrayendo luego las copas de los árboles -las lágrimas que yo pinto- y haciendo que sean protagonistas de un espacio propio».
Por eso a veces es mejor, a su juicio, hacer exposiciones con muy pocas piezas, de manera que se pueda percibir la diferencia entre ellas, “que son muy distintas, aunque parezcan similares por culpa de esa visión generalista que consiste en mirar, pero sin llegar a observar nada concreto”, lamenta. De ahí que Tatiana Blanqué se haga, con toda esa precipitación visual, la pregunta: “¿Qué vemos?” Y la respuesta: “Pues todos los árboles y ya está visto. No, no, ¡párate!”, proclama.
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