Entrevista a Felipe Garín.
Felipe Garín, director gerente del Consorcio de Museos y director del Centro del Carmen, está intentando buscar soluciones que apacigüen las revueltas aguas por donde navegan críticos de arte, comisarios y artistas en su travesía conjunta con las instituciones públicas. Reconoce su “obligación moral” para con todos ellos, incluidas las galerías, pero pide un “debate sereno” para lograr el “mayor consenso posible”. Entretanto, ya no es miembro del Consejo Rector del IVAM, de cuya deriva como museo prefiere no hablar. Su idea del Centro del Carmen tiene que ver con la Kunsthalle alemana. Tiene claro que a los artistas hay que pagarles por la producción de obra, pero duda cuando se trata de su cesión a exposiciones, por aquello del “pesebrismo” cultural. Y reconoce que hay problemas de difícil solución, porque “tenemos la cultura que tenemos”. Y así nos va.
¿Cuál es la filosofía expositiva del Consorcio de Museos que usted dirige?
El Consorcio de Museos tiene una función clara desde sus orígenes: sistematizar exposiciones de sus centros asociados en Valencia, Alicante y Castellón. Y lo hace siguiendo varias líneas. Una primera línea de conmemoración histórica, como la de Valencia 1812, al amparo del bicentenario de la Pepa, por decir un ejemplo. Por otra parte, hay una serie de exposiciones de coleccionistas importantes que merecen ser visitados, como por ejemplo la que hicimos hace unos años de los dibujos de la colección Abelló. También hay una especial preocupación por exposiciones antológicas de artistas, que sean complementarias de las que se pueden hacer de esos artistas en galerías privadas. Por ejemplo, la de Martí Quinto que se hará en unos días. Luego están las de ‘La habitación de las musas’, en la que pretendemos penetrar un poco en el universo del propio artista, que en el caso de Genovés es su colección más personal. Otra línea sería la de colectivas de producción propia sobre temas que permitan analizar aspectos diversos del arte valenciano contemporáneo, como la reciente sobre ‘La imagen fantástica’ o la que se está trabajando ahora dedicada al grabado valenciano. Y, por último, una línea dedicada a los artistas jóvenes, fundamentalmente con colectivos o instituciones que nos ceden obras relacionadas con artistas de menos de 30 años.
Hay quienes consideran que tanta exposición, un tanto dispersa, es fruto de un programa demasiado ecléctico.
Es heterogéneo, sí, pero por el propio concepto del Centro del Carmen. La idea nuestra es que sea lo que los alemanes llaman una Kunsthalle: un centro de arte donde hay multiplicidad de acciones. Un centro que tiene varias salas de exposiciones y que pretende que el público venga a ver una exposición y se encuentre con otras. Un centro de arte, por propia naturaleza, ha de ser heterogéneo, porque para más centrados en su tema ya están otros centros de Valencia, como el San Pío V, el MuVIM o el IVAM. No somos competencia de ellos, sino que hablamos de un centro de cultura amplio. No tiene sentido ser como los demás. Este es un centro de encuentro donde además de ver las actividades, se ve el propio edificio singular, que por sí mismo ya merece la pena visitar. Si además lo ves vivo y con actuaciones, pues yo creo que la gente lo agradece.
Críticos y artistas se quejan de la falta de diálogo a la hora de programar exposiciones en los centros públicos.
Yo lo que puedo decir es que el Consorcio de Museos tiene una comisión científico-técnica que es la que aprueba todas las exposiciones que se hacen aquí. Aparte de que hay tres expertos nombrados por la propia Conselleria de Cultura para intentar dar sentido a todo. También hacemos convocatorias públicas para que presenten sus proyectos todos los interesados, como ya hemos hecho este año con la de artistas emergentes, que un jurado independiente escoge. Y en esa línea lo que tratamos es de darle la mayor objetividad posible.
Algún responsable institucional ha pedido argumentos que expliquen el por qué hay que pagar a los artistas.
Comprendo el problema y tenemos que llegar a una solución. Una solución que a lo mejor no recoge lo que todos pensamos del tema, pero que satisfaga a todos. Yo no puedo anticipar qué solución va a ser, pero me consta que hay una voluntad decidida de poderse resolver, que va a ser una cosa relativamente rápida. Yo entiendo la filosofía de la petición, pero, por ser historiador, pondría algunas objeciones a ese concepto un poco radical, ya que los tiempos evolucionan y habría que pensar en alguna fórmula de compromiso. ¿Cuál? Pues aquella que sea satisfactoria para ambas partes. Teniendo en cuenta una cosa: que hay que tener mucho cuidado con ella, porque va a ser la que luego se aplicará por mimetismo en otros centros. Entonces, debería hacerse con un consenso lo más amplio posible. Hay que ser muy prudentes, porque una decisión cómoda para salir del paso puede provocar reacciones en cadena que acusen a la Generalitat Valenciana de ir por libre en algo que es muy global, porque el problema no es genérico de Valencia.
Pero, ¿por qué hay que buscar argumentos que justifiquen el pago a un artista por su trabajo? Parece un agravio comparativo con el de otras profesiones.
Es que el artista no es exactamente un trabajador. Lo es, pero de otro modo. A ver cómo lo explico, porque llevándolo al extremo… A ver, nosotros estamos pagando la producción, pero el tema clave no es la producción, sino la cesión de obra gratis o con un pago, llamémosle alquiler o como se quiera. Es un tema difícil, pero no es real compararlo con el electricista o el pintor normal, porque estos oficios se realizan para unas cosas concretas, mientras que lo del artista es otra cosa. Si decimos que haga una obra, vamos a llegar al acuerdo de pagar la producción, pero la creación artística es otra cosa que la producción material y, por tanto, no es exactamente igual. Además, si el artista pone muchos límites, al final existe el riesgo de que los comisarios, que son los que hacen las exposiciones, eviten el contacto directo con los artistas, lo cual es un riesgo.
Y luego están las galerías, que se sienten olvidadas por parte de las instituciones públicas. Ahí está el caso de Nacho Valle, de la galería Valle Ortí, que ha cerrado su espacio para irse a Nueva York echando pestes por tanta desidia pública.
En el tema de las galerías estoy totalmente de acuerdo en que es un tema fundamental en la trama social, y como tal es particularmente sensible a la cultura de la sociedad. Porque, no nos engañemos, tenemos la cultura que tenemos. Y, por tanto, la crisis cultural, cuando hay crisis económica, se acentúa más que en otros países donde la cultura tiene un peso mayor. Y eso es así. El riesgo es caer en lo contrario, en una especie de socialización del artista a sueldo de. ¡Cuidado! El artista es libre, hace lo que quiere y debe tener un apoyo social e institucional, sí, pero sin que ello suponga vivir del alquiler de obras. Es difícil. Mi propuesta es que hay que hacer un debate sereno, donde esto se discuta con tranquilidad. El poder público tiene la obligación moral de apoyar, pero con un cierto límite, que para mí es el de no volver a una especie de pesebrismo peligroso. No sé si me explico.
¿CulturArts es la solución a los males que aquejan a la cultura valenciana a nivel de gestión de los recursos?
Nosotros no estamos en CulturArts y la tesis de CulturArts yo no la conozco a fondo. Pienso que administrativamente va a ser muy útil y creo que todo lo que sea poner orden en esas materias es bueno.
Sin embargo, antes había cuatro direcciones generales, que se han eliminado, para crear cinco subdirecciones. No está claro que se racionalice el gasto, al menos en la alta dirección, salvo a nivel de despidos en las escalas más bajas.
No he estudiado ese tema, tengo bastante con lo mío como para preocuparme de un tema que no es específicamente mío. Pero no lo digo por no querer contestar, es que no lo sé. En principio, repito que todo lo que sea racionalizar una actividad administrativa es útil. El tema es que se encuentre un orden a todo eso y que sea operativo. Se trata de racionalizar el esfuerzo común y evitar duplicidades.
Vamos con el IVAM, donde usted, hasta prácticamente la semana pasada, era miembro del Consejo Rector y ya no lo es.
Vamos a ver, yo conozco el IVAM, he estado en el Consejo Rector desde su propia fundación y la decisión última ya se tomó hace meses, de dividir el Consejo Rector en uno de carácter más administrativo y otro más consultivo, que es lo que ahora se ha puesto en marcha. Pero la idea no es de ahora. ¿Que si es bueno o malo? Pues no lo sé. Yo ahora estoy en el Consorcio de Museos y he dejado de ser miembro del Consejo Rector del IVAM, lo cual de alguna manera me libera de una responsabilidad y, por tanto, tengo lo que tengo.
Lo cierto es que el IVAM tiene ahora menos miembros en su Consejo Rector relacionados con el mundo del arte y más estrictamente vinculados a la carrera política.
Yo formo parte del organigrama administrativo de la Conselleria de Cultura y, por tanto, lo que se hace está bien hecho y, en ese sentido, yo no voy a opinar, porque entraría en contradicción conmigo mismo y no quiero. Acepto las reglas del juego de lo que se está haciendo y creo que se hace con buena voluntad y el tiempo dirá. No entro a valorar el tema, porque no me interesa.
Pero no me negará que la imagen del IVAM…
Yo me centro en el Consorcio de Museos, en el Centro del Carmen y, por tanto, estoy implicado cien por cien en esto. Y no quiero abrir más frentes que no me corresponden. Entiendo que todo eso se hace con una voluntad manifiesta de mejora.
Voluntad, toda, pero con criterios más que dudosos.
Tú tienes la obligación de preguntar y yo de no contestar (risas)…
Salva Torres
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