#MAKMAArte I Entrevistas
‘Teresa Lanceta. Tejer como código abierto’
Comisariado: Nuria Enguita y Laura Vallés Vílchez
Institut Valencià d’Art Modern (IVAM)
Guillem de Castro 118, València
Del 6 de octubre de 2022 al 12 de febrero de 2023
Tejido y texto forman parte de una misma raíz, ya que tanto a base de tejidos como a base de textos vamos construyendo los sujetos nuestra biografía e identidad. La trama y la urdimbre de los tejidos guardan relación con el modo en que las palabras se van tejiendo en un texto, para conformar cierta trama de pensamientos que, en el mejor de los casos, desemboca en un relato amortiguador del caos.
Teresa Lanceta (Barcelona, 1951) dice haber encontrado en el tejido un lugar desde el que pensar libremente, mientras la propia acción de tejer se ejecuta. Cuando habla, diríase que trenza las palabras con la misma suavidad con la que hilvana la trama y la urdimbre del código binario que estructura el tejido. Un código binario sobre el que se pregunta: “¿Resulta obligado porque es así el mundo o porque lo construimos de esta forma en un momento determinado?”.
“El tejido, que es lo más primario, anterior a la escritura misma, se hizo la primera vez con código binario: uno sí, uno no, y a la siguiente vuelta. Entonces, me hubiera gustado que un matemático o un científico pudiera explicarme por qué es así, como algo inevitable, porque el código binario es la naturaleza o es Dios o es lo que sea. Pero pienso que no, que nosotros hemos construido este código y nos hemos mantenido en él”, explica Lanceta, a quien el IVAM dedica la mayor retrospectiva de su obra, tras su paso por el Macba.
Un total de 150 obras dan fe de su inquebrantable pasión por el tejido, desde tapices a lienzos, pasando por dibujos, pinturas, audios y videos. Todo ello dispuesto en cinco salas que, sin seguir un orden cronológico, muestra la trayectoria de una artista considerada la pionera del arte textil contemporáneo en España. Un recorrido panorámico por una selva de rutilantes colores, donde destacan sus composiciones y el zurcido que las atraviesa.
“El zurcido forma parte de cierta deriva ecológica; remendar lo estropeado, aprovechando lo que ya no sirve”, apunta para, enseguida, profundizar en ello. “La abstracción del tejido no es la que ha tomado el arte occidental del siglo XX, es otra. La abstracción textil puede ir hacia el minimal o tomar múltiples direcciones, y eso me ha interesado mucho. Una de las cosas que se ha olvidado el arte es la deriva ecológica, porque yo siempre he pensado que si esto que he tejido no vale para nada, al menos valdrá para una manta”, subraya.
Dice que, si viene una guerra y el cataclismo final, sus piezas no irán a un museo, “sino que irán a tapar a alguien. Nunca he renegado del arte abstracto, pero ahora eso se convierte, de verdad, en una cosa apremiante, incluso para el que hace arte no útil. Hay muchos artistas tocando este tema, pero no en sí mismo”.
Lanceta prosigue enlazándolo con un ejemplo. “Yo he oído a pintores cabreados porque les habían quitado el color blanco de España, que es el blanco de plomo que pintaba Goya y por el que nunca enfermó. Vale, Goya no, pero los obreros que hacen ese blanco de plomo igual sí. De manera que hemos de hacer otra cosa”.
‘Tejer como código abierto’ es el título de la exposición que el IVAM acoge hasta el 12 de febrero del próximo año. Un código abierto porque, en el fondo, Teresa Lanceta lo que hace es ceñirse al código binario, pero saltándoselo para que emerja lo imprevisto en su obra. Hay trama y urdimbre, pero, al igual que sucede con las palabras de un buen texto, las formas, los colores y la composición de sus piezas invitan a la exploración de lo que subyace en ese caleidoscopio de imágenes ancestrales.
“El tejido es un lenguaje y tienes un conocimiento de ese hacer, sobre el que construyes y, además, en libertad. Es repetición y transformación. La misma repetición lleva en sí misma la posibilidad de ser transformada”, señala, para después volver al código binario de su estructura, “como el de los ordenadores, pero abierto”, queriendo decir “que si tú lo conoces, porque lo has heredado en una familia que teje, entonces tú sabes hacerlo y sabes descifrarlo, pero no el dibujo que se ha hecho, sino lo que hay debajo. Y lo que me gusta del tejido es que construye el objeto al mismo tiempo que el dibujo”.
Entonces, Lanceta rememora a las mujeres tejedoras del mundo que, dice, no hacen dibujos previos. “Si te encargan una alfombra persa, tienes que hacer un dibujo previo, porque, si no, dónde acaba el árbol o dónde el ciervo, por ejemplo. Pero si tú tejes con respecto a tu lenguaje, no necesitas dibujo previo. Yo decido colores y decido formas, pero pueden cambiar, porque me aburro de ellas o porque te surgen otras mejores. Esa es la parte de creatividad, donde tú incides en lo que conoces”.
Asegura que decidió el tejido como materia de expresión para su trabajo, en lugar de otras disciplinas artísticas, porque “yo con el pincel soy malísima; con la fotografía también soy bastante negada”. En cambio, le gusta mucho la estructura -incluso cuando ha optado por otras técnicas- para transformarla. “Me gusta la acción que hace”, añade.
“Yo no tengo nada de paciencia”, proclama. “¿Pero para el tejido hace falta?”, cuestiono.
“No, tejiendo entras en una especie de nirvana. El tejido es repetitivo, muy repetitivo, y en lo que entras es en el pensamiento, porque estás libre en ese momento de crear, para sentir, para decidir cosas, que es lo que me gusta del tejido. El tiempo es tuyo, no te lo absorbe el otro. He hecho muchas cosas de video, pero siempre desde otro lugar”, señala. “A mí siempre me había gustado ser cantante y después de cantar, bailar, y después, escribir. Y ya, por último, esto de tejer”, apostilla como corolario a su inclinación final por el arte textil.
Afirma que a los 20 años se fue a estudiar a Barcelona, viviendo en el barrio chino, “entonces mucho más grande que ahora”. Y se enamoró del Raval, como después lo hizo con el Atlas Medio marroquí, estableciendo una especie de puente entre ambos contextos que luego ha traslucido en su trabajo.
“Siempre me he dado cuenta que el Raval es un barrio muy sacrificado, muy generoso. Es un barrio que acepta muy bien a la gente de fuera. Ahora tiene muy mala fama, no sé si porque el país quiere que se hunda Barcelona, el Raval o los emigrantes, no sé, muchas cosas. Ningún barrio de Barcelona soportaría ni un minuto la mendicidad del Raval, donde hay gente con problemas psiquiátricos muy graves y, en el Raval, nadie los maltrata”, manifiesta sin un ápice de encono, como si brotara de forma natural mientras va tejiendo su discurso.
“He trabajado allí siete años, de manera que me siento en deuda con el barrio, porque allí fui muy feliz durante mi formación como ser adulto. Y lo del Atlas Medio, me encantó, porque empecé a conocer ciertos tejidos. Son cosas distintas, aunque todo es parte de lo mismo”. Parte de un mismo tejido que Teresa Lanceta muestra en el IVAM como si fuera el mapa de un vasto territorio que todos alguna vez hemos pisado y sentido.
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