Tiempo de blues, de Miguel Ángel Font
AEDAVI, When Lights Are Low y Obra Social la Caixa
Jueves 17 de enero de 2019
“Mi tiempo de duelo, de blues”. Así explica Miguel Ángel Font el título del cortometraje que estrenará este año y con el que pretende restañar dos heridas: la muerte de su abuelo, fallecido durante la postproducción tras un largo proceso de demencia, y los problemas que tienen las personas con diversas discapacidades para acceder al mundo laboral y a la cultura. “Sentí la necesidad de escribir el guión durante la convivencia con mi abuelo y con la música como protagonista, porque la he estudiado durante 18 años en el Conservatorio y me parece un mecanismo genial para sentirte mejor y seguir avanzando”.
Ese “mensaje universal” que transmite Tiempo de Blues debido a la pérdida de un ser querido, “quería transmitírselo a más personas”, al tiempo que contaba para la realización del cortometraje con personas sordas, ciegas, con algún daño cerebral o con distintas discapacidades. Personas a las que Font ha integrado en su equipo, como parte de un proyecto inclusivo dividido en esas dos patas: la cultural, puesto que el corto cuenta con herramientas de accesibilidad para que todas esas personas puedan disfrutarlo, y la laboral, ya que en la propia producción ha habido “bastantes personas con discapacidad que han mejorado el producto con sus opiniones y su profesionalidad”.
Tiempo de Blues narra el encuentro entre una niña, encarnada por Aroa Renau, que está pasando por un mal momento debido a la hospitalización de su abuelo, y un ex músico dueño de un pub, que interpreta José Manuel Casañ, cantante del grupo Seguridad Social. “No lo llamé porque fuera Casañ, sino porque mejora al personaje, de igual manera que el resto del equipo, que saben y mejoran el corto. Se abre así un diálogo entre todos”, explica el director de un proyecto impulsado por la Asociación por una Educación Audiovisual Inclusiva (AEDAVI), la productora When Lights Are Low y apadrinado por la Obra Social “la Caixa”.
La película cuenta con audio descripción, lengua de signos y subtitulado accesible, sumando a la narrativa tradicional un carácter educativo: “Es un ejercicio de divulgación y aprendizaje”, señala Font, quien apunta lo que le han llegado a comentar quienes han tenido la oportunidad de seguir el proyecto: “No estoy viendo un corto, sino viviendo una experiencia”. Experiencia que ya exploró con su anterior trabajo, XMile, al incluir un dispositivo para percibir los olores que sugería el film.
“Me he inventado mundos de fantasía en otras películas, pero aquí hablo de mis sentimientos, de cómo aceptar la pérdida forma parte de la vida”. Y lo hace a través de la música y con personas sordas o ciegas a las que les encanta igualmente. Font prefiere no desvelar los modos inclusivos en que el sonido alcanza a esas personas sordas en su cortometraje, pero asegura que Tiempo de Blues es precisamente eso: “Honestidad y sinceridad”. La estructura musical está planteada “como si fuera la estructura de la propia vida, en la que el proceso de duelo no se reduce a una sola nota, sino que hay acordes tristes y amargos, para volver siempre al acorde mayor que es la felicidad”.
La muerte, origen del proyecto, no se erige en protagonista de la historia para reclamar su lugar en una sociedad de consumo que le da la espalda. “No es un toque de atención, ni hay trascendencia en el título. Yo no soy reivindicativo. El mensaje es más pedestre, más humano. Cuento lo que creo que va a llegar a más personas, dando una visión positiva de todo y desde una perspectiva poética y técnica”, por aquello de utilizar mecanismos inclusivos en su narrativa que permitan alcanzar a todos los públicos.
La película ha sido rodada en Valencia, enumerando el director las diversas localizaciones, desde el Loco Club al Hospital Vithas Nisa de la Virgen del Consuelo, “que nos dejó una planta entera para que trabajáramos libremente”, pasando por distintas calles como la plaza de Patraix o Abastos. “Nunca me he ido a vivir fuera de Valencia y me gusta que en mi trabajo se vea, porque considero que tiene muchos rincones, espacios y lugares que no tienen otras ciudades. Y no diría que Valencia es una ciudad peliculera, pero sí tiene una atmósfera que te envuelve”.
Sobre las dificultades para sacar adelante sus proyectos cinematográficos, Miguel Ángel Font retorna a su discurso positivo centrado en el tiempo y el aprendizaje. “Después de diez años escribiendo guiones y haciendo películas es ahora cuando empiezo a decir que soy guionista”. “Soy hijo de YouTube”, añade, para destacar el hecho de que, cuando él empezó a rodar, “se comenzaba a vivir ese mundo online, al margen de los festivales de cine”. Grabar, probar formatos, colgarlos en la red e ir creciendo: he ahí su receta. “La búsqueda empieza por uno mismo: buscar tu propia voz y entrenarla”, concluye.
Salva Torres
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