El ocio ha cambiado a pasos agigantados. Lo que a mediados de los 90 eran unos dibujos pseudoinfantiles en las televisiones autonómicas ha devenido en un mercado nacional ingente y poderoso. El Manga, con todos sus subgéneros, y el Anime, son parte esencial del colectivo entretenimiento entre personas de todas las edades. Ya no basta decir que es exclusivo para tal o cual colectivo, ahora es para todos.
La fascinación por el mundo oriental, y en especial por el japones, ha experimentado, a través de la cultura coquiquera del país, un crecimiento exponencial. Japón nos ha colado, en forma de dibujos coloridos de grandes ojos, una cultura poco colonial y más bien querida y amada.
Y digo colonial, porque no ha sido impuesta, sino progresiva. Nadie ha tenido una sobrecarga de información publicitaria sobre sus productos al modo yanki, sino más bien ha sido un romance a base de sentimiento. El ramen o la tipografía del país del Sol naciente, se nos ha pegado a la piel de forma suave y divertida. Ahora no existe un lugar en la piel de toro donde no haya un evento relacionado con el Manga, un evento que se convierte en lugar de reunión y fascinación por todo lo que huela a japonés. El Manga no es de frikis, y parece que a base de destruir cánones erróneos vamos implantando nuevos conceptos de entretenimiento y animación, o al menos teniendo más claro que que esta corriente cultural lleva con nosotros mucho, y no va a desaparecer. Desde hace cinco años ese fenómeno de masas, en forma de Salón del Manga, se produce en Alicante. La congregación de miles de personas, en su mayoría jóvenes ataviados con las ropas de sus ídolos de tinta, que pasean y ríen, compran y y cantan, al son de todo lo que tenga que ver con ese mundo tan alejado del nuestro, pero paradójicamente tan cercano, hace pensar que el Manga, a nivel sociológico, es parte de nuestra nueva cultura.
Imagino a la persona que se va a vestir como su personaje favorito, que no necesariamente tiene que adscribirse a los preceptos del Manga, en un casa horas antes de salir al Salón con ganas de mostrarse con sus amigos, con orgullos por sentirse parte de una comunidad. Un salón del Manga es mucho más que comprar o que asistir a eventos paralelos como charlas o conciertos, es una demostración de personalidad, de amor y admiración por un universo diferente y diferenciador.
Ser un cosplay es más que enfundarse en un disfraz, es creerse al personaje y mostrarlo al exterior. No es querer ser alguien, es ser ese mismo alguien en el mundo tridimensional de lo humano. Pero también es un acto de encuentro, de conocer con un único vistazo qué corriente, serie o Anime le gusta al que lleva puesta la caracterización. No es un carnaval, aquí se vive y se disfruta del personaje de otro modo. Porque se parte de la admiración, de ser un fan, alguien que lo hace por amor a lo que representa para él. Es un juego, pero también es algo muy serio, pues es parte de la personalidad de alguien, que sirve para hacerle sentir bien.
En Alicante este año se batió su propio récord de asistencia. La cola de entrada producía vértigo, casi daba la vuelta al pabellón, hubo tal avalancha de gente que se tuvo que habilitar la zona de acampada para que se oxigenaran un poco los pasillos. Un éxito de los organizadores, pero ahí no acabaría la cosa. Con todo ganado: público contento, eventos a su hora y mucho ambiente, lo tenían todo de cara, nadie les hubiera pedido más , y de hecho no hacía falta que hicieran más los organizadores por los asistentes, pero no fue así. La organización, de forma muy acertada, abrió las puertas que anexionaban el pabellón del Salón con la feria contigua, que trataba sobre coches antiguos, con el singular nombre de Antiauto. Era gracioso ver a los que habían entrado en el Salón con sus pelucas y trajes paseando entre Ferraris o cerca del coche del Sheriff de algún pueblo americano.
El festival nos estaba dando más de lo que le habíamos pedido, que no era otra cosa que la consagración por estas tierras de un modelo emergente de diversión y entretenimiento.
No sólo sirvió el Salón para conocer las novedades del mercado editorial y videográfico, sino que nos ponía en contacto con el oriente que nos embriaga, con los bonsáis o con el Kárate. Exhibiciones de kárate que nos acercaban a la cultura más milenaria del Japón feudal o que nos emocionaba con las piruetas en papel en forma de origamis.
Siempre nos transporta este tipo de eventos a otras realidades a otras conceptualizaciones de la vida y del arte. Japón, por descontado, es mucho más de Anime o Manga, pero también con ello han conseguido abrirse sinuosamente a un mundo que a veces no los entiende, pero los admira.
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