#MAKMAEstival | Tumbados a la bartola de lo cultural (I)
Con Javier Valenzuela, Bel Carrasco, Endika Basaguren, Maite Ibáñez, Carlos Salazar, Volkan Diyaroglu, Carlota Suárez, Sara Joudi, Pepe Cruz, Manuela Partearroyo, Salva Torres, Begoña Siles, Ángel de la Calle y Marta Negre
A buen seguro que el acervo popular de las lenguas romances dispone de numerosas expresiones para definir el descanso, pero qué eufonía tan sugestiva la del “dolce far niente”. Sin embargo, haciendo gala del entorno rural en el que suelo transitar durante la última fase de mis estíos –henchidos de lectura, baños en la Balsa mayor, excursiones, familia, siestas y chascarrillos populares, como un ritual de desconexión mental y física–, me decantaría por su homónima en lenguaje cervantino: “tumbarse a la bartola”.
Una fórmula que curiosamente circunscribe su origen a finales de agosto, con motivo de la festividad de San Bartolomé, donde se hacía un parón en las labores del campo, entre la siega y la posterior época de vendimia, para descansar y reponer fuerzas.
Sea como fuere, el periodo veraniego nos incita al reposo, tal vez algo sui generis y siempre enriquecedor. Así pues, desde MAKMA queremos hacer una oda al descanso bajo una perspectiva lúdica y cultural. Por ello, hemos invitado a algunos amigos y colaboradores a que nos relaten de qué modo se desenvuelven y ejercitan durante esta época estival; una serie de testimonios que iremos publicando en sucesivas entregas.
Javier Valenzuela: «El tiempo y la libertad son más largos en verano»
La dulzura de la leche rizada con canela contrasta voluptuosamente con el sudor y el salitre del verano al borde del mar. Hacen muy bien la leche rizada en la Heladería Italiana de Salobreña, y allí voy a tomarla en las tardes de este estío. Con la ilusión del niño, cabe precisar. Y es que, si a algunos es la Navidad la época que les devuelve a la infancia, a mí es el verano.
El tiempo y la libertad son más largos en el verano, como lo eran cuando éramos niños. Releo ‘La isla del tesoro’, de Stevenson, el libro que más feliz me sigue haciendo, y me baño en las aguas de la costa granadina cual si fueran las caribeñas. En esta tierra productora de un buen ron me siento como “el viejo truhan, capitán de un barco que tuviera por bandera un par de tibias y una calavera”.
Bel Carrasco. ‘Hidratarse o morir’
No me gusta viajar en verano. En realidad, no me gusta viajar en ninguna época del año y solo lo hago cuando los falleros me expulsan de la ciudad. En base a mi experiencia, he desarrollado una fórmula de tres elementos para sobrevivir a la canícula urbana. Hidratación física, química y mental combinando sesiones acuáticas, ingestión de líquidos saludables, paseos y baños de ficción.
No queda rastro de la ciudad fantasma que antaño era València en agosto, pero los fines de semana la calma se instala en las calles y es un momento que aprovecho para recorrer las líneas de sombra y descubrir jardines secretos, incluso solitarios, como los de Polifilo, Monforte o Marxalenes.
Una buena novela es el mejor antídoto contra el calor y este verano he refrescado mis neuronas con ‘El reino’, de Jo Nesbo, un drama universal ambientado en la cumbre de una montaña noruega, que cuenta la historia de dos hermanos unidos por un terrible trauma. Soy adicta a este autor, que tras su serie negra de Harry Hole ha emprendido un vuelo a mayor altura para ahondar en la naturaleza humana. En este relato la analiza magistralmente, poniendo en jaque el mito de Caín y Abel, porque no hace falta ser malo para sucumbir al impulso de matar.
Endika Basaguren: «El trabajo no para, pero cuando disfrutas de él, el verano sigue siendo ‘Verano’»
Este verano, o más bien otoño si eres del norte, está dando para mucho. Aparte de disfrutar de familia, playa, piscina y leer casi una decena de libros de novela negra en los momentos de relax y descanso, el trabajo no ha parado durante estos meses.
A mediados de julio se clausuró en el museo La Neomudéjar mi exposición ‘Miedos, relinchos, mascarillas y pan negro‘, y he dedicado también parte de mi tiempo a organizar el festival de ‘Corren malos tiempos para los cuerpos‘, que tendrá lugar en la Fundación Bilbao Arte del 23 al 26 de agosto, coincidiendo con las fechas en las que se hubiera celebrado la Semana Grande de Bilbao.
Con este festival vamos a dar un carácter cultural y diferente a estas (no)fiestas con importantes artistas como son Isabel León, Pere Estadella, Elia Torrecilla, Jordina Ros, Miss Beige, Mattin, Ramón Churruca, Héctor Canonge, Verónica Peña, Esther Ferrer y yo, Endika Basaguren. El trabajo no para, pero cuando disfrutas de él, el verano sigue siendo ‘Verano’.
Maite Ibáñez: «Dorothy Parker y Lucia Berlin llenan de historias mi verano»
Vivir la cultura en verano implica disfrutar de otros escenarios que solo ocurren en la ciudad durante ese período, o que te aportan su toque refrescante. Hay dos citas para las noches que me gustan especialmente. El festival Serenates del Centre Cultural La Nau nos ofrece un entorno ideal para escuchar música al aire libre. Este año asistí al concierto de la Orquestra de Jazz del Conservatori Superior de Música Joaquin Rodrigo. La otra actividad que intento no perderme está en la Filmoteca d’Estiu. Los jardines del Palau comenzaban la proyeccción de ‘¡Bienvenido, Mister Marshall!’, haciéndonos cantar a todos en su homenaje a Berlanga.
De las visitas a exposiciones, destacaría la colectiva ‘London Calling‘ en Bancaja. Un paseo por el arte contemporáneo británico. Y como broche de museos, el encuentro inolvidable con el ‘Retrato de Michele Marullo Tarcaniota’ de Botticelli, en el Bellas Artes.
Todo esto lo combino con lecturas a la sombra… En estos momentos me encuentro inmersa en las páginas de dos escritoras americanas: Dorothy Parker y Lucia Berlin, que llenan de historias mi verano.
Carlos Salazar. ‘De Jean Laurent a Truman Capote’
Este verano está siendo totalmente urbano. Ha empezado con una exposición que hemos montado en el Colegio Territorial de Arquitectos de Valencia sobre el fotógrafo francés del siglo IXX Jean Laurent. El resto de los temas han sido muy variados, como la presentación en el IVAM del libro escrito por Maite Ibáñez ‘Escenarios para la exposición temporal. Cruzando el Umbral del museo‘.
En la Fundación Bancaja me ha interesado la exposición ‘London Calling’ sobre arte británico; en Bombas Gens la obra de Juan Uslé; en la galería House of Chapaz la de Fernández Alvira. Me queda pendiente la visita al Museo de Bellas Artes para disfrutar el nuevo Botticelli antes de que lo lleven a París para una exposición temporal.
El último libro que he leído es la reedición de ‘Color Local’, de Truman Capote. Me he reído con ‘Por los pelos’ en el Teatro Olympia. Para el cine, Filmin. No quiero olvidarme del disfrute de nuestra gastronomía, de los vinos blancos de Galicia o los tintos de la Manchuela, por ejemplo, que están siendo un gran acompañamiento con estos calores.
Volkan Diyaroglu. ‘Un Stendhal vienés de camino a Elias Canetti’
Comencé al verano inaugurando una muestra sobre mi obra en mi ciudad natal, Estambul, justo el día 1 de junio. Después de todo el jaleo de la exposición, me trasladé a Viena. A parte de sus palacios, me impresionó la colección del Leopold Museum, en el que pude enfrentarme a los reconocidos pintores austríacos históricos como Egon Schiele, Oskar Kokoschka y otros artistas que no conocía hasta ahora.
Pero mi mayor sorpresa ha sido el Mumok, museo de arte moderno de la ciudad, en el que experimenté algo parecido al síndrome de Stendhal. Su colección es impresionante… No dispongo de espacio suficiente aquí para describirlo.
Cinematográficamente, este verano ha sido iconoclasta. No quería saber nada de las pantallas, sino salir fuera y ver cosas en directo, después de todo el periodo de confinamiento.
Ahora mismo estoy leyendo el último libro de Orhan Pamuk –porque lo encontré en Estambul y mi idioma materno es el turco, así que pensé: “¿por qué no?”–, una novela sobre la plaga. No sé si el escritor tuvo mucha suerte, si era coincidencia o tiene un equipo de escritores que le escriben libros de 500 paginas en un año, pero es interesante leerlo justo ahora, con todo lo de la covid.
He leído ‘Auto de fe’, de Elias Canetti (no sé como no lo había leído hasta ahora). Además, ‘Eichmann in Jerusalem’, de Hannah Arendt, ‘El posmodernismo o la lógica cultural del capitalismo avanzado’, de Fredric Jameson, y algunos libros más.
Carlota Suárez. ‘Estío de sanación’
Mis veranos siempre se han sellado con sangre y tinta. Sangre de rodillas lesionadas por caerme de la bici de niña; hirviendo a causa de enamoramientos estivales, cuando fui creciendo… Sangre propia y tinta ajena. María Gripe, Enyd Bliton y Alejandro Dumas antes; Cortázar, Wolf, Mankell y Bolaño más tarde. Hay quien piensa en el verano como un lugar. Cada uno de los míos lleva el nombre de un libro y la tinta de varios.
Este, el que iba a ser el estío de la libertad y la alegría, no pasa de transición. Libertad, transición, ¡qué ironía que un virus microscópico las escoja como figurantes en la misma oración!
Mi sangre, este verano transitorio, ha sido derramada en un quirófano y la tinta ha obrado en consecuencia, asegurándose de que el menor de mis capilares se sienta útil y productivo. Ha dado resultado, ¡doy fe!
Y así, en este norte donde la estación de las playas y los chiringuitos nos visita con chaqueta de lana, sello mi estío de sanación, como siempre, con sangre y tinta. Esta vez, hay más tinta propia que ajena. Alterno la escritura del guion de la radio con la de un nuevo capítulo de la novela que acabará poniendo título a este verano sin él; la lectura del libro de autoras a las que presento o de un escritor al que debo entrevistar, con la de aquellas novelas que alimentan mis personajes…
Sano en el plano físico, empujada por mi fisioterapeuta, y mi alma cicatriza, como siempre, gracias a ese otro líquido denso y pegajoso que nos hace inmortales: la tinta.
Sara Joudi: «No se puede desconectar del todo de una profesión que te motiva y te ilusiona»
He estado en los Pirineos en las dos primeras semanas de agosto, para desconectar de exposiciones y eventos, acompañada con algunos libros pendientes de terminar, entre ellos una novela de Isabel Allende, ‘Más allá del invierno’.
Allí nos invitó un coleccionista (amigo) que había incluido, recientemente, algunas obras de nuestros artistas a su colección privada, que tuvimos ocasión de visitar. Fue una delicia conocer de cerca sus obras adquiridas hace ya años y compartir la ilusión por el arte contemporáneo mientras tomábamos un buen Somontano de la zona.
Las vacaciones en Jávea, este año, son de relax, lectura encuentros con amigos y algunos coleccionistas que conocimos en las últimas ediciones de las ferias en las que participamos, como Estampa o Art Madrid. De este modo, el vínculo entre galerista y coleccionista se vuelve, cada vez, mucho más cercano.
No se puede desconectar del todo de una profesión que te motiva y te ilusiona; casi de una forma espontánea atiendes algunas llamadas de artistas o clientes. La desconexión total es muy difícil.
Pepe Cruz. ‘Entre atunes de Lourdes, yuppies asesinos e influencers‘
Este verano hemos regresado Popi y yo a Roche con nuestros niños, Pablo, Manuela y Rocío. Si todo Cádiz es una maravilla, la playa de este rincón es una de las más bellas que conozco. Pero como no todo van a ser mojitos y puestas de sol, me he traído algunos deberes.
Estoy releyendo ‘American Psycho’, de Bret Easton Ellis, casi 30 años después, y me está pareciendo aún más turbador que entonces. No puedo evitar, además, ver la cara del gran Christian Bale (vaya acierto el casting de la película) en cada página. Luego seguiré con ‘Exhalación’, de Ted Chiang, y espero que me de tiempo a comenzar ‘Manifiesto arquitectónico paso a paso’, de David García-Asenjo.
Otro lujo de estos días es el atún que nos prepara Lourdes, demostrando que no solo es estupenda como abogada. Me estoy divirtiendo mucho discutiendo con mi querida y jovencísima Carmen sobre los nuevos referentes de su generación, los famosos influencers. Será que me hago viejo, ay. Feliz verano a todos.
Manuela Partearroyo: «Más allá de los rings políticos, las lenguas conviven»
Me encuentro en las montañas del Pirineo, en el valle de Arán, donde las nubes entran por las laderas del valle como el humo de una olla recién sacada del fuego. La piedra negra impregna los pueblos de alrededor. Los tejados a dos aguas asoman bien afilados para que la nieve se deslice con tranquilidad, aunque de las residencias de los esquiadores ahora solo cuelguen toallas mojadas.
Más allá de los rings políticos, las lenguas conviven. Los ventanales se decoran con petunias en el alféizar; sobre el cristal, una pequeña cruz recuerda la singularidad del valle. Y luego está la emoción sencilla de su románico: capiteles esculpidos para contar historias morales, vírgenes sonrientes de madera y ese color mate de los frescos, a menudo ausentes, arrebatados por algún museo de ciudad.
Para acompañarme por estos senderos, he leído el ‘No tan incendiario’ de Marta Sanz y la novela de infancia de Theodor Kallifatides, ‘Lo pasado no es un sueño’, pero sobre todo he sentido muy de cerca la novela de Irene Solà, ‘Canto yo y la montaña baila’, que habla con poesía de estas montañas.
Salva Torres. ‘El arte de dejarse llevar por la poética del descanso’
El descanso, al igual que el trabajo, tiene su arte. Arte, aquí traído, en el sentido de saber extraer del ocio su inusitado caudal de posibilidades expresivas, propiciando nuevas formas de entender la vida. Acojo el verano con esa predisposición de la mente a dejarse llevar, fruto del reposo, por vericuetos existenciales que dan lugar a sorprendentes interpretaciones acerca de uno mismo y de cuanto le rodea.
Mi verano, alejado del tórrido sol mediterráneo, transcurre por las más frescas playas de la costa vasca, cuyo mar bravío va tonificando la piel, curtiéndola de cara al invierno. Degusto esa cambiante sensación del cuerpo asaeteado por la vorágine laboral que, poco a poco, va nutriéndose del fragor del mar hasta confundirse con ella. Al igual que degusto, unas veces con la familia y otras con buenos amigos, lo que dan de sí las singulares cerveceras vizcaínas, con sus pollos asados, pimientos verdes y patatas, todo ello regado con grandes jarras de cerveza.
De entre las lecturas que igualmente convierten el ocio en tiempo de prospección mental, destacaré las reflexiones que sobre el cine y la vida hace Yasujiro Ozu en ‘La poética de lo cotidiano’, cuyo título viene que ni pintado a esta breve elucubración estival. Con él, mientras el verano avanza trayendo siempre nubes que amenazan los días de playa en Euskadi, concluyo: “Tal vez suene abstracto si digo que lo que quiero plasmar es la humanidad, ese calor humano que me conmueve”.
Begoña Siles. ‘Las luces grises y verdosas del Cantábrico’
El verano transcurre con una sosegada tranquilidad ociosa y grisácea en la costa cantábrica. Mañanas en la playa de los Flysch de Barrika (Bizkaia) o de Sonabia de Liendo (Cantabria), y paseos marítimos por la costa, los acantilados, del municipio de Getxo –sede de las historias del escritor Ramiro Pinilla, Premio Nadal y Premio Nacional de Narrativa–.
Y a la luz gris y verdosa del Cantábrico, releo ‘Luces de Bohemia’, de Ramón del Valle-Inclán. Una luz que enfatiza el esperpento trágico del protagonista Max Estrella. Un esperpento, explica Max a Don Latino de Hispalis, “inventado por Goya. Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada”; y añade: “Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas”.
Una lectura que nos evoca el cine de Berlanga, en este año de la conmemoración del nacimiento del cineasta. La obra de Berlanga refleja con lúcida naturalidad el esperpento trágico, deformante y absurdo de Valle-Inclán. Las historias y los personajes de las películas de Berlanga son reflejos del espejo cóncavo de la mirada del director. Historias y personajes que transcurren por las imágenes más bellas de la costa mediterránea, en varias de las películas más emblemáticas del director: ‘Novio a la vista’ (1954) –Benicasim (Castellón)–, ‘Calabuch’ (1956) –Peñíscola (Castellón)–, ‘El verdugo’ (1963) –Mallorca–, ‘¡Vivan los novios!’ (1969) –Sitges (Tarragona)– y ‘París- Tombuctú’ (1999) –Peñíscola (Castellón)–.
En este tiempo estival, las imágenes más bellas del mar, sea mediterráneo, cantábrico o atlántico, en un espejo cóncavo, son tan absurdas como imaginarias.
Ángel de la Calle: «París es un festival infinito»
Sol, nubes y alguna ligera tormenta. Con ese clima aún se incita más al flâneur accidental a recorrer las librerías, museos y cafés parisinos. Los cafés de Cortázar, claro, los otros solo son cafés. Aparte de la llegada de Messi, que ha trastocado el agosto en la ciudad. Y no solo, me temo.
En el Beaubourg, una muy bien montada expo que recorre el arte del siglo XX a través de sus movimientos artísticos, con una selección impagable de la obra impresa, revistas, manifiestos, etc. Desde el cubismo hasta el letrismo, situacionismo y posteriores. De quitar el hipo. Maravillosa.
En la parte contemporánea, este Lenin, del que fui incapaz de encontrar el nombre del autor, pero que me emocionó de verdad. Y no solo por el tamaño.
París es un festival infinito.
Marta Negre. ‘Una cosmogonía francesa entre fábricas de tabaco, filosofías íntimas y diseño’
Empecé el verano con la lectura del ensayo de Eloy Fernández Porta ‘Las aventuras de Genitalia y Normativa’, que presentó el autor en julio en el festival de filosofía Avivament d’Estiu 21. Un libro punzante, conciso y de afilado sentido del humor, para continuar con ‘La resistència íntima’, de Josep María Esquirol (Premio Nacional de Ensayo 2016).
Recientemente, he viajado a Francia con Andreu Signes. En Marsella descubrimos el espacio Friche de Belle de Mai, una antigua fábrica de tabaco reconvertida en centro cultural y artístico con una intensa actividad. En la misma ciudad visitamos el MUCEM, que alberga una exposición temporal dedicada a Jeff Koons con algunas de sus piezas de gran formato.
También pasamos un buen rato en las dos sedes del MO.CO. en Montpellier (Montpellier Contemporain) con ‘Cosmogonies’, una colección de artistas africanos; y una exposición pictórica de dos artistas coetáneas feministas americanas, Marilyn Minter y Betty Tompkins. Ambos espacios con un interesante y cuidado diseño gráfico.
Merche Medina
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