Un amor

#MAKMAAudiovisual
‘Un amor’, de Isabel Coixet
Reparto: Laia Costa, Hovik Keuchkerian, Hugo Silva, Luis Bermejo, Ingrid García Johnsson, Francisco Carril, Violeta Rodríguez
Guion: Isabel Coixet, Laura Ferrero, en adaptación de la novela homónima de Sara Mesa
128′, España, 2023

John Berger decía que el cine nos lleva a lo desconocido; nos aleja de lo familiar y nos convierte en viajeros de lo ignoto. Y es lo que sentimos al ver ‘Un amor’, una de las grandes películas de este año. Este último filme de Isabel Coixet coloca al espectador, al igual que a su protagonista, Nat (Laia Costa), ante un mundo emocional complejo de casar desde la conciencia. ‘Un amor’ habla de algo más perturbador que el amor.

La historia de esta mujer se inicia cuando se instala en un pueblo rural de la España vacía donde piensa, ingenuamente, encontrar la serenidad que necesita tras dejar su trabajo como traductora en una asociación de ayuda al refugiado, a causa de la angustia que le producen las historias desgarradoras de las personas emigrantes.

Fotograma de ‘Un amor’, de Isabel Coixet.

Esta visión ingenua de la vida de pueblo, apacible, en armonía y respeto con la naturaleza, propia del ideologema de las personas urbanitas, a Nat se le va a desmoronar de inmediato. Pronto advertirá que tras el sosegado ambiente del pueblo se esconde una brutalidad acorde con la impotente montaña que lo rodea. Una bestialidad que la directora expone in crescendo tanto en la trama como en la puesta en escena.

Y aunque, últimamente, algunos títulos del cine español, como el caso de ‘As bestas’, de Rodrigo Sorogoyen, colocan como tema o conflicto de la historia la deconstrucción de la idea naif de la vida rural, sería absurdo supeditar todo el significado de la historia de ‘Un amor’, de Isabel Coixet, al igual que el filme de Sorogoyen, a ese tema: ambas películas van más allá, no se quedan enredadas en la visión idealista de este hirsuto pensamiento.

Laia Costa y Hovik Keuchkerian, en un fotograma de ‘Un amor’, de Isabel Coixet.

Es más, en ‘Un amor’ la rudeza de la naturaleza, en concreto de la inmensa montaña, es una metáfora de la extrañeza de Nat ante ese bravío deseo sexual que el rudo y hermético personaje del pueblo, apodado El alemán (Hovik Keuchkerian), ha despertado en ella, arrastrándola a un complejo y problemático desvarío sexual y amoroso con este hombre.

Un desvarío sexual que perturba a Nat al proporcionarle un goce desconocido, además de enigmático, que rompe todo su equilibrio al estar, lógicamente, fuera de todo orden, de todo concierto, sentido erótico y compromiso amoroso.

‘Un amor’ no habla de amor, a pesar de la demanda de Nat por extraerle alguna palabra de tal índole a ese hombre, El alemán, que solo le puede transportar a un estado de goce sexual. Aunque, no nos engañemos, no hay ninguna paradoja en el título de la película ni en el libro de Sara Mesa.

El título refleja el trasfondo del deseo de Nat: extraerle a ese hombre una señal de amor que le indique no solo que es la única, la elegida de entre el resto de las mujeres para él, sino también para poder encauzar y comprender esa pulsión sexual que le ha despertado y que le quema hasta el estrago.  Como señala el psicoanálisis, hablar-amar-gozar es la cadena metonímica del deseo femenino. Un deseo –en este caso, imposible– para esa mujer abrasada por dentro.