Hasta el 17 de enero se puede visitar en la galería Paz y Comedias, en Valencia, una muestra de la obra del artista Fernando M. Romero. Bajo el título “Humor Vítreo”, este joven cordobés cierra el año con una exposición en la que se muestran obras de todo su abanico artístico y donde incluye trabajos traídos directamente desde Berlín, su segunda residencia.
En esta exposición nos encontraremos con sus últimas pinturas y fotografías, donde el artista teje un diálogo entre ambas disciplinas. Una exposición cargada de intenciones donde el autor pretende que veamos no la realidad en sí, sino como el individuo construye una realidad que es incapaz de interpretar de forma objetiva.
Tu obra parece estar repleta de un contenido y significado potente e incluso de un motivo enigmático que confunde. Háblanos más sobre qué defines en tus pinturas.
Lo que me interesa de la pintura o de mi pintura no es tanto el contenido en sí sino cómo nos relacionamos con el mismo, sea cual sea éste. Me llama la atención especialmente cómo cualquier contenido es modificado y transformado desde el mismo momento en que nos acercamos a él. El resultado es que continuamente construimos o distorsionamos la misma realidad que pretendemos percibir o captar. Y esto ocurre a través de procesos muy sutiles pero que se hallan presentes de forma cotidiana e ininterrumpida: pequeñas distorsiones, sesgos y quiebros que se van deslizando en lo que percibimos como nuestra realidad. Mi pintura busca poner el foco en esos procesos. Pienso que, de algún modo, el observar y llevar al primer plano esos mecanismos, me ayuda a identificarlos y a encontrar un punto de equilibrio entre la realidad y uno mismo.
La pintura me parece un medio privilegiado para analizar este tipo de cuestiones por muchas razones, pero principalmente debido a que probablemente sea la primera “mentira”, o al menos una de las más sofisticadas y poderosas como para mantener su eficacia tras miles de años: seguimos leyendo espacio tridimensional en una imagen bidimensional. Teniendo en cuenta este bagaje la pintura me permite construir en torno a ella un sistema en el que puedo reducir todos esos procesos que mencionaba a una escala comprensible. Mediante la repetición de ese sistema el contenido inicial (normalmente trabajo a partir de patrones geométricos y ornamentales) termina magnificando todas esas fallas y distorsiones de forma que eclipsa todo lo demás. De algún modo busco aislar o identificar esa “interferencia”.
En Alemania colaboraste en una exposición colectiva en beneficio de las rusas Pussy Riot. ¿Se trata de una colaboración puntual o crees que en la pintura hay también un compromiso moral?
Para mí la pintura en sí misma ya supone un compromiso moral por lo que apuntaba antes, independientemente de que aborde cuestiones políticas explícitas. En este caso en concreto mi galería en Berlín me propuso participar en una exposición colectiva con el fin de visibilizar el reciente arresto de las activistas de Pussy Riot y recaudar fondos para su defensa legal en colaboración con Amnistía Internacional. Colaboré porque me parecía escandaloso y aún me lo sigue pareciendo.
Existe una relación formal entre el hecho de pintar y los pensamientos del artista. ¿Crees que sería interesante superar estas formalidades?
No creo que esa relación se dé en pintura. No al menos en mi caso ni en el de la mayoría de colegas que admiro y respeto. No veo esa relación de causa-efecto del pensamiento a la pintura. De ser así supondría que la pintura es un mero vehículo para la materialización de un pensamiento o una idea anteriores a la pintura en sí misma. Al contrario, creo que la idea o el pensamiento por sí solo no es un gran lugar desde el que empezar a pintar. La pintura en sí misma es una actividad generadora de pensamiento. La imagen por naturaleza es una forma más sutil de relacionarse o de dialogar con la realidad que el pensamiento verbal tal y como lo entendemos, y tiene lugar en un nivel mucho más profundo. Sí creo que es necesario un sistema para pintar, pero ese sistema puede ser (y de hecho casi siempre lo es) autónomo respecto a cualquier pensamiento previo. La pintura y el arte en general van más allá de las limitaciones del pensamiento. De hecho, si se pudieran verbalizar, no serían necesarias la mayoría de las obras. Son necesarias porque pueden llegar a lugares y experiencias donde el pensamiento no alcanza.
Una de las diferencias entre realizar trabajo para una galería y para uno mismo es la audiencia que lo experimenta. ¿De qué forma, o no, cambia tu trabajo dependiendo del objeto o público que será expuesto a él? La galería Paz y Comedias tiene buenas referencias dentro de la escena artística valenciana. ¿Cómo has llegado a exponer en ella y que opinión te merece?
Yo creo que, al menos en pintura, la audiencia siempre es algo posterior a la obra. Mi trabajo siempre es inicialmente para mí mismo, pues es una forma de explicarme la realidad o de entender la forma en que la percibimos, de reconciliarme con ella de algún modo. Una vez el trabajo está realizado (y creo que cumple de algún modo con esa premisa) es susceptible de ser expuesto. Entonces sí que se puede iniciar un proceso que yo no controlo en el que la relación de mi trabajo con el público pueda propiciar nuevas lecturas del mismo. Y esas lecturas complementarias o incluso opuestas puedo tenerlas en cuenta para jugar con ellas en próximos proyectos, pero al final la pintura es un diálogo que se materializa en soledad, en el estudio.
En cuanto a la Galería Paz y Comedias, conocieron mi trabajo de forma gradual al coincidir ambos en diversas ferias y finalmente comenzamos a trabajar juntos. El espacio y el perfil de la galería me interesaban mucho para presentar por primera vez fotografía y pintura juntas y estamos muy contentos con el resultado.
Pintura y fotografía en esta exposición titulada “Humor vítreo”. ¿Cómo es esa construcción de diálogo que se nos muestra al espectador?
Esta exposición es la primera en la que se muestra ese diálogo de forma completa, sin embargo ese diálogo es habitual en mi proceso de trabajo diario en el estudio. La fotografía y la pintura se contagian mutuamente en mi día a día. Los patrones y elementos sencillos con los que trabajo son pintados, construidos, doblados, capturados, impresos, escaneados y vueltos a pintar en el estudio. Y así repetidas veces, con lo que las imágenes resultantes terminan acumulando diversos fallos de registro que desencadenan una interferencia en lo que estamos viendo. Cuando llegan a ese punto en el que la representación queda suspendida o cortocircuitada es cuando paso a la siguiente obra. En este caso todo ese uso auxiliar de la fotografía en el estudio ha cobrado entidad propia y algunas ideas se han desarrollado mediante pequeñas intervenciones efímeras que la cámara ha ido capturando como obra final. Normalmente las ideas saltan de la pintura a la fotografía y viceversa, lo novedoso en esta ocasión es que se muestran ambas juntas por primera vez.
Ángel Luis Pérez Villén, crítico de arte y comisario, afirma que tu obra ha sido un redescubrimiento para la escena artística cordobesa. Háblanos de esta escena y como te desarrollas en ella.
Bueno, siendo sinceros no atraviesa su mejor momento. En mi caso, afortunadamente, pude mudarme en 2010 a Berlín gracias a la Beca de Artes Nobles que otorgaba Premios Ángel de Pintura. Allí en Berlín encontré una escena en la que poder desarrollarme, investigar, exponer y establecer lazos. Eso me permitió poder coger perspectiva y hacerme más consciente de mi trabajo. Ya antes de eso me había ido muy joven a Valladolid primero y luego a Granada a formarme. Actualmente me encuentro en Córdoba preparando las próximas exposiciones y, aunque hay aquí muchos profesionales y artistas muy válidos y reconocidos, no se genera una escena propia por la falta de impulso privado y de apoyo institucional decidido y continuado. El panorama ahora mismo es desalentador y claramente insuficiente tratándose de una ciudad del tamaño de Córdoba que aspiraba a ser Capital Cultural en 2016. Teniendo el ejemplo de Málaga tan cerca, donde las instituciones sí han llevado a cabo una apuesta decidida y ambiciosa por el arte contemporáneo, es aún más inexplicable esta falta de apoyo y propuestas. La mayoría de los grandes artistas de Córdoba, que no son pocos, desarrollan sus carreras fuera de la ciudad o hacia fuera lo cual no deja de ser lógico y hasta saludable. Sin embargo eso no exime a las instituciones de su responsabilidad a la hora de garantizar el acceso de los ciudadanos a la cultura y al arte de su tiempo, a través de una programación profesional, continuada y rigurosa. Es su cometido y así debemos exigirlo.
¿Hay algún trabajo en particular, o exposición, que se destaque como tu favorito/a?
Aunque parezca un tópico, es cierto que el proyecto o el grupo de obras que estoy realizando actualmente siempre será mi favorito. Es el que me mantiene en vilo día tras día, mientras que otras obras ya realizadas las veo más lejanas. Evidentemente hay proyectos que creo que en su momento supusieron un paso adelante o que abrieron nuevas líneas de trabajo. Recuerdo especialmente la exposición “FeedBackStage” en la Casa Góngora (Córdoba) donde se mostró una selección de la obra que produje en Berlín entre 2010 y 2011 y me permitió desarrollar la primera gran intervención mural. El “solo project” que desarrollé para el stand de la galería Siboney en ArteSantander 2012 también me permitió profundizar en ese aspecto de mi trabajo. La reciente intervención en Candyland Gallery (Estocolmo, Suecia) me ha permitido abrir nuevas vías en mi obra en cuanto a la relación entre las intervenciones murales y la fotografía, al mismo tiempo que me ha ayudado a sintetizar y comprender mejor mi trabajo. Y por supuesto la exposición de Paz y Comedias que me ha permitido mostrar por primera vez todas esas líneas de trabajo de forma conjunta.
¿Que obra de arte desearías que fuera tuya?
Esa sería una decisión difícil… Probablemente, si pudiera elegir, elegiría el tríptico de Francis Bacon sobre Lucian Freud que se subastó hace unas semanas. Una vez lo tuviera (y tras pasar un mes contemplándolo) lo subastaría por los 142 millones de dólares por los que se vendió y con ese dinero compraría obras de Vuillard, Hokusai, algún formato pequeño de De Kooning y otro de Matisse, el resto del dinero lo dedicaría a comprar obras de Terry Winters, Christopher Wool, Frank Nitsche, Brice Marden, Peter Doig, Frank Stella, Sol Lewitt, Adrian Ghenie, Hurvin Anderson o Franziska Holstein.
Ya en serio, no podría elegir sólo una. Pero si pudiera tener en casa la que yo quisiera creo que podría vivir el resto de mi vida contemplando “El Descendimiento de la Cruz” de Van der Weyden que está en El Prado y en el otro extremo de la habitación “L´Atelier Rose” y “L´Atelier Rouge” de Matisse. Velázquez me fascina y me intriga tanto que no podría convivir con ninguna obra suya.
¿Qué proyectos te encuentras preparando actualmente?
Para 2014 preparo exposiciones individuales en Berlín, Santander y Sevilla. En octubre se presentará el proyecto que fue premiado en la IV Beca de Pintura Pilar Montalbán (Elche) y que me encuentro produciendo actualmente. En enero de 2015 se mostrará en Barcelona una selección de todo este trabajo.
Àngela Cortés
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