Captain Fantastic, de Matt Ross
Con Viggo Mortensen, George MacKay, Annalise Basso y Samantha Isler
Sigmund Freud, al inicio de su magnífico ensayo ‘El malestar en la cultura’, se pregunta sobre lo que esperan los hombres de la vida y qué pretenden alcanzar en ella. La respuesta para el autor es fácil: la felicidad. El hombre pretende evitar el dolor, el sufrimiento, el displacer y experimentar intensas sensaciones placenteras, señala el autor. Ahora bien, como el propio Freud concluye en su ensayo, el designio de ser felices es irrealizable, pero no por ello hay que abandonar la tarea.
La película Captain Fantastic está infaliblemente orientada por los deseos de alcanzar la anhelada felicidad. El padre de la película de Matt Ross se impone esa tarea: evitar el dolor y el sufrimiento psíquico de su mujer, para que todos los miembros de su familia puedan hallar la felicidad. El camino a seguir es alejarse de la civilización y adentrarse en la naturaleza -en los bosques del noroeste del Pacífico de Estados Unidos.
En esa naturaleza frondosa e inmensurable se asienta esta familia formada por un padre, una madre y sus seis hijos. Una comunidad familiar organizada alrededor de un fuerte y potente -que no autoritaria- figura paterna, que instaura unas normas educativas y de convivencia espartanas, atávicas, primitivas y platónicas. Y ahí, en ese bosque, protegidos y aislados de la civilización por la madre naturaleza, esta horda familiar parece haber alcanzado cierta cuota de felicidad.
Pero Sigmund Freud ya remarca en su ensayo que al ser humano le resulta difícil ser feliz, debido al sufrimiento que siempre está al acecho. Un dolor que amenaza desde tres fuentes: desde el propio cuerpo decadente y caduco, desde el omnipotente y destructivo poder de la naturaleza y desde la complicada relación con los otros seres humanos -como decía Sartre: el infierno son los otros. Tres fuentes de dolor que nadie, ni nada, puede detener, ni controlar, ni siquiera nuestra sociedad contemporánea a través del progreso tecno-científico.
La familia de Captain Fantastic no es inmune a la amenaza del sufrimiento, a pesar de estar protegidos por la inmensurable naturaleza y la potente fuerza física e intelectual del padre; la muerte inesperada de la madre golpea los cimientos de su felicidad.
Vuelta a la civilización para recuperar el cuerpo de la madre
En esta segunda parte, la película se escora muy levemente hacia un discurso de retórica y crítica ideológica, casi hasta la pedantería, contra la cultura norteamericana, desde el punto de vista tanto de la enunciación, como del enunciado. Todos los valores y modos de vida de la cultura norteamericana son denunciados y criticados siguiendo las teorías de Noam Chomsky. Una crítica extrapolable a toda la cultura occidental capitalista, democrática y cristiana, y a sus correlatos de la economía neoliberal, la ciencia, el consumo, la publicidad, los mass-media, la institución educativa y sanitaria, etc…
De tal modo, que en la familia de Captain Fantastic no se celebra ni el día de Navidad, ni el de Acción de Gracias, sino el día de Noam Chomsky. Como se pregunta uno de los hijos: ¿es eso normal? No, no es normal, pero sí deja en evidencia todo el malestar en la cultura que arrastra el padre de familia.
Pero, en seguida, Captain Fantastic endereza su rumbo hacia la verdad del relato narrativo y artístico: llegar a las pasiones humanas -la culpa, la angustia, la violencia, los celos, etc…-. Un sentimiento de culpa proveniente de la impotencia del padre para proteger a su mujer y a la madre de sus hijos del sufrimiento y el dolor psíquico que le arrastró al suicidio. “No pude hacer nada”, declara a sus hijos. Un sentimiento que atormenta al padre hasta confesar que “fue un error” haber tomado la decisión de aislarse en ese bosque del noroeste del Pacífico.
Un sentimiento de culpa que le arrebata toda la potencia física e intelectual que le hacía ser el “padre de esa horda familiar atávica”. Abrasado por la culpa, la figura paterna de Captain Fantastic queda desolado y domesticado en el interior de la cocina del nuevo hogar familiar: una granja. Un espacio, la granja familiar, a medio camino entre la civilización y la naturaleza.
Begoña Siles
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