#MAKMAArte
‘Belkis Ayón. Colografías’
Comisaria: Cristina Vives
Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
C. de Sta. Isabel 52, Madrid
Edificio Sabatini, Planta 3
Hasta el 18 abril de 2022
La leyenda fundacional de los ritos de iniciación de la Sociedad Secreta Abakuá relata cómo, en un contexto bélico, distintas tribus se disputan un secreto: el pez sagrado Tanze –enviado por el dios Abasí– lograría traer la paz con su característico bramido y el pueblo que se apropiara de él gozaría de una mayor prosperidad. Una versión afirma que la princesa Sikán, que es quien lo descubre, rompe el juramento de silencio que le había sido impuesto y revela el secreto a su novio Mokongo, de una tribu vecina, por lo que sería condenada a muerte.
Otra versión afirma que era ella, en tanto que conocedora del secreto, quien ostentaba el poder y que fue asesinada por los hombres, que intentaron arrebatárselo. De una forma u otra, esto propició que la Sociedad Secreta Abakuá –todavía activa en algunas zonas de Cuba– se erigiera como una sociedad patriarcal en la que se excluye a las mujeres. Es a partir de este mito que la artista cubana Belkis Ayón (La Habana, 1967–1999) desarrolló su obra, gran parte de la cual podemos visitar en la exposición retrospectiva ‘Belkis Ayón. Colografías’, que el Museo Reina Sofía le dedica actualmente.
La artista dota a la Sociedad Secreta Abakuá de un programa visual en el que se entremezclan los imaginarios propios de este misticismo originario de la antigua Nigeria con el de otras religiones, como el cristianismo. Pero no lo hace únicamente en términos religiosos, sino a partir de su propio prisma como mujer cubana, contemporánea y atea, hecho que nos permite ver más allá de los ñáñigos que conforman esta secreta sociedad y nos impulsa a comprender su obra en paralelo a la situación sociopolítica cubana.
Belkis Ayón comenzó a ilustrar el misticismo que envuelve a la sociedad abakuá hacia 1985, cuando se topó con la misma a raíz del libro ‘El monte’, de Lydia Cabrera. Buscaba apelar a la espiritualidad que yace en cada uno de nosotros, reinterpretando estos mitos a través de la original técnica de las colografías que, en tanto que técnica de impresión en relieve, permitió a la artista dotar a sus obras de un interesante juego de texturas.
Esto se aprecia tanto a nivel visual como iconográfico, de modo que encontramos superficies elevadas en forma de escamas que aluden a la figura de Tanze o tonos brillantes que aumentan el carácter místico de las piezas.
La combinación del blanco y negro de los muros expositivos hace eco de las tonalidades empleadas por la artista: si bien encontramos algunas obras primerizas en color que nos remiten a la estética pop del cartel cubano, poco a poco, Ayón se fue decantando por explorar la expresividad del blanco y el negro. Los personajes de las obras de Ayón carecen de boca pero, por el contrario, tienen unos ojos muy abiertos, pues pueden ver, pero no transmitir el secreto sagrado.
Así lo vemos en ‘La Familia’ –anteriormente titulada ‘Sagrada Familia’–, pieza en la que, además de las figuras de Sikán y Tanze, también aparece la recurrente figura del chivo, el animal elegido en esta mitología para ser sacrificado, ya que con su piel se pueden forjar los tambores que reproducen el bramido del pez sagrado.
Todo ello es muestra del gran simbolismo del que están cargadas las obras, también presente en sus títulos, pues aluden a ceremonias de consagración, ritos de iniciación y rituales funerarios que se traducen en denuncias políticas y sociales, incluso biográficas. Así lo afirma Cristina Vives, comisaria de la exposición, al explicar que Belkis «expresa cuestiones que van más allá de los guetos sociales, tienen que ver con las posiciones civiles».
#DespiertaConArte Nlloro (llanto en lengua Abakuá), es el ritual funerario que se realiza después de enterrado el “ekobio” (hermano de religión). Belkis Ayón lo plasmó en esta obra que encierra múltiples simbolismos. Su matriz se exhibe por primera vez fuera de Cuba. pic.twitter.com/kFOnzsFZGw
— Museo Reina Sofía (@museoreinasofia) November 18, 2021
Ayón hará especial énfasis en Sikán, esa figura femenina condenada, sacrificada injustamente, observadora y a la vez reveladora de sus propias experiencias; una mujer transgresora con la que se ve identificada y a la que ha dedicado su propia serie.
Sus obras esconden la historia de una pugna por el poder ligada a la supremacía de género, pero también social o racial. Así se puede apreciar en ‘El señor del secreto’ o ‘La pesca II’, que retratan de manera directa la imposición del dominio patriarcal tanto en el caso de la leyenda abakuá como en el Nuevo Mundo con la llegada del colonialismo.
La artista alude, por lo tanto, a valores éticos universales en un conjunto de obras que alinean ideas de castigo, redención y salvación, estableciendo una analogía con el cristianismo que se hace especialmente patente en la serie ‘Sostenme el dolor’.
Esta serie supone una reinterpretación del Via Crucis que la artista presentó en 1995 en la iglesia de Santa Bárbara de la ciudad alemana de Breinig. Las obras de Ayón sustituyeron a las escenas del ‘Via crucis’ en la nave central, y cada una de ellas fue dotada de un subtítulo que aludía a pasajes bíblicos.
Pero esta no es la única referencia explícita al cristianismo en la obra de la artista cubana. Más allá de otras alusiones simbólicas concretas, es necesario reparar en su serie ‘La cena’.
‘La cena’ es un conjunto de varias obras de gran formato que nos muestran las diferentes etapas de la trayectoria artística de Belkis Ayón. Mediante la temática y la disposición de las figuras, que aluden a la ‘Última cena’ cristiana, la artista nos transmite un conflicto de género y posesión de poder que traspasa los límites de las obras de manera tanto literal como figurada.
Lo hace a través de esa escala natural de los personajes que facilita la interacción entre espectador y espacio, dotando a la obra un carácter instalativo. Así, con sus colografías, algunas de las cuales contaban con el ensamblaje de hasta nueve secciones impresas, Belkis transgrede el grabado para crear obras de corte no solo instalativo, sino también escultórico e incluso arquitectónico.
Este último aspecto destaca, sobre todo, en la serie ‘La Consagración’, una crítica velada contra la estructura piramidal que ilustra la estratificación del poder político en Cuba, que la artista realiza a través de la ilustración de estas ceremonias de consagración abakuá, simbolizando una legitimación del poder perpetuo.
Ayón muestra, con todo ello, el desasosiego de la sociedad cubana; concretamente, es la tercera obra de esta serie la que, a través de una representación de Sikán crucificada, remite a la idea de que solo se logrará alcanzar la paz a través del sacrificio.
De este modo, la artista crea un discurso contra la marginalidad, la frustración, el miedo, la censura, la intolerancia, la violencia, la impotencia y la falta de libertad.
Y lo hace a través de una obra que todavía a día de hoy goza de una gran vigencia pues, como afirma Cristina Vives: «El arte funciona para las transformaciones, para los cambios, para la amplitud del conocimiento, genera utopías», una idea de la que las obras de Ayón son un claro ejemplo.