Vidas gitanas
Organizada por Acción Cultural Española, Fundación Instituto de Cultura Gitana y
Consorcio de Museos de la Generalitat Valenciana
Comisarios: Joaquín López Bustamante y Joan M. Oleaque
Centro del Carmen
C / Museo, 2. Valencia
Hasta el 4 de mayo
Primero fue el director del Instituto de Cultura Gitana, Diego Fernández, quien se refirió a la exposición de Vidas gitanas en Valencia como “la más completa de todas”. Ni Budapest, ni Viena, ni Lisboa, ni Granada, ni Madrid: ¡Valencia! Lo cual demostraba, en su opinión, la raigambre de la cultura gitana en territorio valenciano. Luego fue el presidente de la Generalitat, Alberto Fabra, quien se fue encendiendo en su defensa de la cultura caló, hasta el punto de reivindicar la igualdad de la mujer gitana en el terreno laboral. Y entre unos y otros convirtieron el Centre del Carme, donde se inauguraba Vidas gitanas, en un improvisado foro de ensalzamiento gitano.
Como dice Juan de Dios Ramírez-Heredia, en el catálogo de la exposición, ese cambio en la percepción de la cultura gitana sólo se dará cuando converjan dos comportamientos igual de arraigados en la opinión pública. Por un lado, “la voluntad manifiesta de los propios gitanos de superar siglos de separación”. Y, por otro, “que los medios de comunicación no difundan informaciones que…puedan crear o fomentar una imagen de los gitanos que no se corresponde con la real”. Es decir, que ni se trata de identificar al gitano “con todos los vicios y comportamientos incívicos”, ni de describirlos como “los mejores cantaores, bailaores o toreros como si se tratase de cualidades intrínsecas a nuestra manera de ser”.
Alberto Fabra, quien sabe si contagiado por el apasionado discurso de Diego Fernández (“la Comunidad Valenciana también es gitana”), pareció inflamarse de la segunda acepción descrita por Ramírez-Heredia, como queriendo dejar bien claro su rechazo a la identificación primera. Ni tanto ni tan calvo. El justo equilibrio hay que buscarlo precisamente en la muestra Vidas gitanas, cuyas más de 300 piezas exhibidas hablan por sí solas de un modo más ecuánime que el empleado por el máximo mandatario de la Generalitat. Piezas entre las que se halla la primera edición del Romancero Gitano, autografiada por Federico García Lorca y nunca antes expuesta, o la Pastora Imperio de Mariano Benlliure.
Vidas gitanas, comisariada por Joaquín López Bustamante y Joan M. Oleaque y organizada por Acción Cultural Española y la Fundación Instituto de Cultura Gitana, lleva por subtítulo Lungo Drom o Largo Camino, en lenguaje caló. Un camino tan largo como “complicado” para la historia del pueblo gitano que, sin embargo, no hace de la exposición una muestra “victimista, sino positiva”, subrayó Diego Fernández, quien recordó al desaparecido Carlos Pérez como uno de los principales artífices de Vidas gitanas, “una exposición parida por valencianos”. Un parto en el que abundan las referencias a personajes tan ilustres como Camarón, Carmen Amaya, Peret, La Chunga o la propia Pastora Imperio, junto a imágenes de la vida cotidiana de los gitanos, “muy poco conocida”.
Ese desconocimiento, propiciado de nuevo por el conjunto de estereotipos divulgado, pretende ser paliado mediante Vidas gitanas. A ello contribuyen las fotografías de Cristina García Rodero, Isabel Muñoz o Jesús Salinas, cuyas imágenes nos acercan una visión atemperada del gitano “cantaor, bailaor o torero” referida por Ramírez-Heredia. En ese sentido, la exposición tampoco obvia este aspecto del pueblo gitano, pero introduce matices que obligan a ampliar la estrecha percepción que desde el mundo payo se tiene. Como afirmó Diego Fernández, “no hay línea de separación entre payos y gitanos, sino entre racistas y no racistas”. La exposición recoge imágenes que trazan la dilatada historia de los gitanos, desde la primera referencia de su llegada a España en el siglo XV, hasta la promoción de su cultura mediante películas con temática andaluza en la época franquista. En algunas vitrinas se pueden ver objetos característicos, libros, discos y hasta una Constitución Española traducida al romanó-kaló de la Biblioteca del Instituto de Cultura Gitana.
Salva Torres
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