#MAKMAEscena
Dietario de Russafa Escènica 2023 (II)
‘Viveros’
Piezas breves de la Comunidad Valenciana en locales no convencionales del barrio de Ruzafa de València
13 Russafa Escènica Festival de Tardor

Cuatro días, siete ‘Viveros’. En mis dos primeras jornadas como espectadora en Russafa Escènica, me asomé por la tienda vintage de Madame Mim para ver ‘Holocausto’; por el Coworkshop Spain para ver ‘Niño Ausente’; por el antiguo ring de boxeo Sporting Club Russafa, que acogía ‘Plat de Pasta’; y por la escuela de danza Caterina con la rave ‘Lúltima i mon anem’. Cualquier espacio puede ser habitado por las artes escénicas.

Mi itinerario para el tercer y cuarto día pasó por La Canina con ‘Roser’, la Floristería Sueca 13 con ‘Solanas’ y, por último, una casa particular en la misma calle Sueca con ‘Todo el cuerpo bajo la piel’. Si vivís por el barrio de Russafa, cerrad la puerta con llave, que si te descuidas se te mete un actor y su monólogo.

Continuamos con el despliegue de códigos escénicos. Emma Romeu y Núria Crespo nos hablan desde el cuerpo en ‘Roser’. Ambas, bailarinas graduadas en el Consevatori Professional de València, migraron posteriormente al Institut del Teatre en Barcelona, pero son más que habituales en la escena valenciana. Su propuesta es clara y limpia.

No hay rastro de esas ansias por mostrar que muchas veces contaminan las obras. Emma y Núria exploran la maleabilidad de la identidad desde una deformación del cuerpo, que se funde con la ropa, que deforma hasta su voz. Vemos en ellas dos cuerpos disponibles, que responden a los estímulos con una facilidad que nada tiene que ver con la complejidad de alcanzar ese estado. Hacerlo fácil es lo más complicado.

russafa escènica, 2023
‘Roser’, de Brava Estudio. Foto cortesía de Russafa Escènica.

En aquella conversación con Jerónimo Cornelles que mencionaba en el artículo anterior, me decía que la danza tiene menos público que el teatro de texto, pero todos los años insisten en apostar por la danza, para que tenga la representación que merece.

Este dato en los gustos de los públicos no es casual. Es el reflejo de una cultura hipertextual, anclada en lo racional y analfabeta en el lenguaje de los cuerpos. El cuerpo apela a lo sensible, a lo sensitivo. Acude a un lugar del entendimiento que no es lineal ni lógico, sino que gruñe y ronronea. Apostar por la danza, como programadores y como espectadores, es apostar por lo sensible en un mundo al que le falta mucho tacto.

La Floristería Sueca 13, estos días ha estado dirigida por el mismísimo Andy Warhol, que ha convertido este pequeño comercio en una atracción para ricos neoyorkinos que quieran disfrutar del arte de vanguardia en directo. Y como si esto fuese una variación de un universo paralelo a aquel Nueva York de los años 60, la historia se repite y Valerie Solanas vuelve a aparecer en la fábrica en busca de venganza. Esto sucedió realmente.

La escritora estadounidense le asestó dos tiros a Andy Warhol en su factoría, el 3 de junio de 1968. No consiguió matarle, pero sí consiguió recuperar el legado de su nombre que Warhol intentaba arrebatarle. ‘Solanas’, dirigida, escrita e interpretada por Beatriz Fabregat Cote, revisita este episodio desde el humor, con una propuesta gestual muy acertada y unos ritmos muy cuidados.

Alberto Martín interpreta al famoso representante del art pop, con esas manos lánguidas y la voz arrastrada como si fuese un esfuerzo mayor articular las palabras. Este Vivero es un ejemplo de la esencia del microteatro, piezas de pequeño formato que se sostienen por sí mismas.

Por último, Luis Pesets Orts, con un texto lleno de frases brillantes, nos abre las puertas de su casa soñada en ‘Todo el cuerpo bajo la piel’. Una pieza al más puro estilo Russafa Escènica: un monólogo confesionalista y autoconsciente de su naturaleza escénica, donde un personaje con tintes neuróticos nos cuenta sus últimas reflexiones acerca de la vida, las ambiciones, los sueños frustrados, las huellas del abandono y la generación del yo.

‘Todo cuerpo bajo la piel’ de Estudio Brava. Foto cortesía de Russafa Escènica.

En ‘Todo el cuerpo bajo la piel’, el diseño de iluminación, audiovisuales y sonido trasciende su función ambiental y se coloca al mismo nivel que el personaje. Dice Luis Pesets que ‘‘la piel se endurece y solo quieres arrancártela para que alguien te vea’’. Con esta pieza, Pesets hace unas declaraciones descarnadas que funcionan como un espejo. Abandona las pretensiones positivistas para aceptar el desencanto y permitirnos ser, a veces, unos tristes, pero unos tristes que no por ello dejan de estar enamorados de la vida.